La postergación del conflicto, que Alberto Fernández abraza al mismo tiempo como credo, praxis, táctica y estrategia, parece haberle dado sus frutos al presidente, por una vez. Acaso cuando más lo necesitaba. La semana comenzó con la integridad del Frente de Todos en cuestión y la continuidad de Martín Guzmán en duda. Funcionarios al borde de un ataque de nervios. El inestable equilibrio económico, político y social en el que se mantiene a flote, como una cáscara de nuez, el gobierno nacional, estuvo en peligro como nunca antes por una concatenación de decisiones desafortunadas por parte de todos los actores.
El domingo encontrará al Presidente cruzando el océano atlántico rumbo a Europa, flanqueado por su ministro de Economía, que ayer se empoderó con su discurso más político desde que los argentinos conocimos su rostro, plantado en la posición que lo había puesto en conflicto con el Instituto Patria. Eso, sin embargo, no tuvo el costo de una crisis con el kirchnerismo, como fantaseaban muchos. La foto de la plana mayor de la coalición oficialista, un día después del fallo adverso de la Corte Suprema sobre la autonomía porteña, dio cuenta del compromiso de todas las partes para sostener esa sociedad.
No solamente la foto. Las últimas jornadas de la semana fueron de alta intensidad en la agenda oficialista. Mucha presencia de Fernández en los medios (pero ya no dando entrevistas sino haciendo anuncios, gran acierto), con medidas populares y buenas noticias, tanto en el plano económico como en lo concerniente a la llegada de vacunas. Además, se activaron definitivamente iniciativas del oficialismo en el Congreso, como la postergación de las PASO y la ley que dé marco a las restricciones sanitarias. Ante la agresión del Poder Judicial, el Frente de Todos se recuesta en su capital más importante: los votos.
Cuando parecía todo a punto de explotar entre Guzmán y el subsecretario de Energía, Federico Basualdo, y desde los dos lados de la cinchada le exigían al Presidente definiciones sumarias y urgentes, él decidió hacer lo que mejor sabe: sentarse con unos y otros, buscar una síntesis, dejar que pase el tiempo y la situación se enfríe. Esta vez, al menos por ahora, parece haber dado resultado. Los dos funcionarios permanecen en sus cargos, aunque la política de tarifas aún no quedó saldada. Tampoco el debate de fondo: hasta que punto apartarse del camino de equilibrio fiscal para responder a la urgencia social.
Se trata de una disputa que a veces toma matices encarnizados pero que parte de la base de un objetivo en común, que es resolver la situación de los casi veinte millones de argentinos que están en estado permanente de necesidad y urgencia. Desde el ministerio de Economía creen que la única respuesta sustentable a ese drama es generar estabilidad macroeconómica a largo plazo. Otros sectores de la coalición (y no solamente en el kirchnerismo) alertan sobre la situación social de los sectores más postergados y piden una respuesta más contundente e inmediata ante la emergencia.
La respuesta seguramente está en encontrar un equilibrio entre las dos posiciones, el deporte favorito del Presidente. Guzmán sabe que el camino que imaginaba deberá sufrir algunos retoques; a cambio se le dio luz verde para defender su posición ya no solamente en los debates internos del gabinete económico sino también en público. “Hoy tenemos un sistema de tarifas sistema de subsidios energéticos que es pro-rico. Estamos gastando en subsidiar el consumo de luz y de gas en barrios en donde vive gente de altos ingresos”, dijo el viernes. Los albertistas, como las brujas, no existen; pero que los hay, los hay.
El Presidente sintetizó esa posición en el mismo acto del Consejo Federal Argentina contra el Hambre. Allí anunció refuerzos a la tarjeta alimentaria que significarán triplicar la inversión en ese programa de 10 mil millones a 30 mil millones de pesos por mes, y duplicar la cantidad de chicos y chicas beneficiados, de 1,9 a 3,8 millones. Dejó, por ahora, en el tintero una ampliación de una magnitud similar para la AUH que estuvo sobre la mesa hasta último momento. Nadie dijo que sea sencillo. Mantener el equilibrio es un trabajo 24/7. No se puede dejar nunca de pedalear.
Otro asunto que despierta las mismas tensiones requerirá el laudo presidencial en las próximas semanas, cuando el país reciba casi 4400 millones de dólares en derechos especiales de giro del FMI. Guzmán planeaba utilizarlo para pagar los vencimientos antes organismos internacionales de este año y ganar tiempo en las negociaciones para reestructurar la deuda. Sin embargo, los senadores del Frente de Todos aprobaron esta semana el dictamen de una declaración para solicitarle que destine esos fondos a la ayuda social. No solamente expresa la posición de CFK. También la de muchos gobernadores.
El viernes por la tarde, el Presidente dejó en claro que es permeable a esa sugerencia. “Martín hizo un enorme trabajo en materia de ordenar la deuda que hemos heredado, pero todos deben saber que la prioridad son los argentinos. Los acreedores deberán esperar hasta que los argentinos recuperen la dignidad de vivir en una sociedad que los contenga. Ningún acreedor va a ser priorizado a los argentinos”, señaló, en un discurso con reminiscencias nestoristas. Del dicho al hecho hay un largo trecho que Fernández buscará zanjar durante su gira europea, a donde va a buscar voluntades que apoyen esa posición.
Al regreso, lo esperan varias decisiones: sobre las tarifas, sobre los precios de los alimentos que siguen subiendo fuera de control, también sobre la continuidad de la gestión de la pandemia y sobre una reforma judicial que no admite más demoras. Sin contar las infinitas decisiones que supone ingresar en un proceso electoral. No siempre podrá optar por el equilibro que esta vez dio resultado. La tarea presidencial exige cuotas iguales de prudencia y audacia; deberá encontrar un poco más de esto último y sacar lo mejor de sí para dejar atrás, con un poco de viento a favor, las múltiples crisis que aquejan al país. Nada menos.