A pocos días de que se cumplan 40 años de la recuperación de la democracia tras la más sangrienta dictadura de la historia de nuestro país, la Argentina asiste a las urnas para plebiscitar el pacto democrático. Por primera vez en estas cuatro décadas, tiene chances reales de ganar las elecciones una fuerza política que niega ese marco de convivencia pacífica y reivindica abiertamente el genocidio en los mismos términos que lo hacían los perpetradores.
“Probablemente hayamos pasado el desierto de los 40 años para llegar a la libertad”, propuso Javier Milei esta semana, en el acto de cierre de su campaña. La referencia bíblica resuena de forma siniestra en boca de un candidato que, unos días antes, durante el primer debate, había asegurado que “en los 70s hubo una guerra en la que las fuerzas del Estado cometieron excesos” y que “los desaparecidos no fueron 30 mil sino 8753”.
Su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, es una pieza clave del dispositivo de poder residual del viejo Partido Militar. En las últimas semanas nos enteramos de su vínculo con los represores Jorge Rafael Videla y Miguel Etchecolatz; de sus visitas en la cárcel a delincuentes condenados por desapariciones, asesinatos, violaciones, torturas y robo de niños; y de la existencia de un plan de impunidad para forzar una amnistía que beneficie a los genocidas.
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Si para el imaginario gorila la decadencia argentina comenzó “hace 70 años”, con la llegada del peronismo, en los manuales de Milei el problema es la democracia. Además de 1983, la otra fecha que marca su relectura neofascista de la historia en el calendario para explicar los problemas del país es 1916. En esa versión, la Argentina a comienzos del siglo XX era una potencia mundial, arruinada por el populismo que llegó al gobierno de la mano del voto universal. O sea, digamos.
Una de las grandes incógnitas que comenzará a resolverse esta noche tiene que ver con eso. En agosto, cuando fueron las PASO, conocíamos mucho menos acerca del nivel de compromiso de Milei y Villarruel con aquella dictadura, inédito en las últimas cuatro décadas. Los principales dirigentes de la oposición no supieron o no pudieron trazar una línea roja ante esa amenaza explícita a la democracia. ¿Existirán, todavía, anticuerpos suficientes en la sociedad?
No es una discusión abstracta, ni habla solamente acerca del pasado. La reivindicación de un genocidio es una de las formas que adopta la opción por la violencia que constituye el núcleo de la identidad política de La Libertad Avanza. Dictadura o democracia. Violencia o diálogo. Son dicotomías que distorsionan el escenario político y se desprenden naturalmente de este proceso de descomposición acelerada que sucede cuando un partido que abjura de las instituciones comunes las usa para llegar al poder.
Margaret Thatcher, admirada por Milei, dijo alguna vez que la economía era solamente el método, y que el verdadero objetivo era cambiar el alma de su país. Ese es el cambio que propone el neofascismo. Esa es la batalla que está en curso en la Argentina. Entre el país pensado como una comunidad organizada o como la mera acumulación de 47 millones de individuos regidos solamente por la ley de la selva. Entre un país ordenado por la solidaridad o por la crueldad. Eso también se vota este domingo.
Y no es solamente una cuestión de valores o de empatía. Se siente en el bolsillo. En definitiva, se trata de elegir entre un país en el que cada uno vale por lo que es, persona, argentino, trabajador; o uno en el que cada uno vale solamente por lo que tiene. Un país donde nadie tenga derecho a nada que no pueda pagar. Ni asfalto, ni cloacas, ni gas, ni luz, ni una vacante para tus hijos, ni una cama en la que caerte muerto si te enfermas. Sálvese quien pueda.
Esa misma lógica retorcida la aplican al país. Si sos pobre: deberías vender un riñón para pagar la educación de tus hijos. Si sos un país pobre, entonces deberás vender Vaca Muerta, YPF o el litio, y el día de mañana será el cobre o el agua dulce o las ballenas, para pagar la dolarización de tu economía y solventar una módica apariencia de normalidad por dos o tres o cuatro años en el mejor de los casos. Milei cree que la Argentina es un país pobre. Y ya sabemos qué propone hacer con los pobres.
Se trata de elegir entre el sueño de una Argentina grande, que ponga en valor sus recursos y a su pueblo, y escriba nuevamente las mejores páginas de su historia; o sobrevivir como un país pequeño, sin moneda propia, sin herramientas para forjar su propio destino, sin desarrollo, sin industria, sin autoestima. Como una nota al margen de la historia. Mientras los buitres, que ya sobrevuelan nuevamente, se llevan otra vez nuestra riqueza y nos roban oportunidades.
Es cierto: en 40 años el país ha tenido avances costosos y retrocesos durísimos, los problemas son innumerables y la deuda interna es urgente y dolorosa. La pregunta en todo caso es si a esa democracia que da de comer, que cura y educa, que puede asegurar un trabajo y un techo para cada argentino, se llega a través de un camino de solidaridad y justicia social o abandonándose a la ley del mercado y el sálvese quien pueda. Así estamos mal, pero ¿queremos más democracia o menos democracia?
Para terminar, una breve acotación personal. A mí los días de elección me gustan, me emocionan. Me despierto temprano, voy a votar temprano, voy a votar de buen humor y cuando llego al cuarto oscuro me tomo 15 o 20 segundos para reflexionar sobre lo afortunado que soy de tener una parte de mi destino en mis manos. De lo afortunados que somos cada uno y una de nosotros que podemos votar y tener una parte de nuestro destino en nuestras manos.
Los invito a todos a que hagan lo mismo, que vayan a votar, que lo hagan con alegría, que lo hagan con optimismo y que decidan lo que decidan lo hagan sabiendo que el destino del país está en nuestras manos. Pero que no es algo que tengamos que dar por sentado, no es algo natural, no es un hecho meteorológico, es un hecho profundamente político que se ha ganado hasta acá y tenemos que seguir ganando todos los días, no solamente en el cuarto oscuro.
Que tengan una excelente jornada electoral.