"Rompan todo": el peligroso camino de Bullrich a la presidencia

La exministra proyecta su carrera política de la mano de la policía. El pizzero espía detrás del episodio en Villa Gessell. Trump y el fantasma de la ultraderecha.

23 de enero, 2021 | 19.18

Se terminó la presidencia de Donald Trump pero resulta candoroso pensar que eso significa, por sí mismo, el final de los problemas para las democracias de este siglo, cada vez más cuestionadas por derecha e izquierda. Si bien es cierto que su estadía en la Casa Blanca fue una plataforma para que surgieran, crecieran y/o llegaran al poder líderes y movimientos de derecha extrema en todo el mundo, está por verse si el final de su mandato significa un retroceso para otras experiencias afines o si estas ya adquirieron su propia inercia. Si Trump fue la causa o un síntoma o un poco de las dos cosas.

Aunque perdió las elecciones, la retórica del ahora expresidente alcanzó para atraer una cantidad récord de votantes republicanos, un crecimiento de tal magnitud en la progresión histórica que no puede explicarse exclusivamente por cuestiones demográficas. No solo eso: prácticamente la mitad del partido lo acompañó en su intento de revertir por la fuerza el resultado de los comicios y muchos legisladores aún hoy se resisten a acompañar el segundo juicio político en su contra, que comienza mañana, por su responsabilidad en el asalto al Capitolio del 6 de enero, para inhabilitarlo de por vida.

Cuando golpean las crisis, las salidas que proponen transitar los bordes del sistema como atajo hacia la normalidad ganan tracción. En un mundo que sigue devastado, cuesta creer que ese tipo de liderazgos deje de resultar atractivo para un sector importante (y variopinto) de las sociedades sólo porque Trump perdió el acceso al Salón Oval y su cuenta de Twitter. La insatisfacción profunda, estructural y sistémica de cada vez más gente, que caracteriza al capitalismo neoliberal desde la caída del Muro y se profundizó con la crisis de 2008, estaba allí antes de que él llegara y sigue aquí una vez que se ha ido de la Casa Blanca.

 

Patricia Presidenta

En la Argentina existen varios políticos de distintas fuerzas que se prueban ese traje aunque nadie lo hace con la prestancia de Patricia Bullrich, la titular del PRO, el principal partido de la oposición. A diferencia de otros, ella no es una outsider. Con casi medio siglo de presencia ininterrumpida en la política argentina y después de lucirse con un rol protagónico en el reparto de los dos peores gobiernos que tuvo el país desde 1983 (datos, no opinión), Bullrich mantiene a pesar de todo una cuota grande de poder, transita su enésimo relanzamiento y ve que se abre ante ella un camino que puede terminar en Balcarce 50.

Su proyección nacional es un anhelo privado de muchas décadas que hace unos meses comenzó a hablar con sus colaboradores más cercanos y este año ya tomó estado público. Se comentó, esta semana, en la pantalla de LN+, la nueva trinchera de doctrina para la crema de la crema de la derecha fronteriza vernácula, cuya línea editorial, dicen las malas lenguas, pasa directamente por la reposera de Mauricio Macri, donde sea que esté descansando. Dicho sea de PASO, Macri habla mucho con dirigentes de todo el país, que luego comentan que el expresidente se ha vuelto un ferviente entusiasta de las primarias.

Bullrich aprovecha su banquito como presidenta del PRO a nivel nacional para ensayar las morisquetas de todos los precandidatos presidenciales: esta semana difundió a través de sus redes un video para solidarizarse con los sanjuaninos después del terremoto que sufrió esa provincia el lunes pasado. También la gira promocional para presentar su nuevo libro le sirve de excusa para recorrer el país, probándose para ese rol, que deberá disputar con Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Martín Lousteau, Alfredo Cornejo, Gerardo Morales y el propio Macri, por ahora.

De todas formas ese camino tiene una escala en octubre de este año y la exministra apuesta a encabezar una boleta fuerte como plataforma de lanzamiento. Cuando todos descontaban que sería nuevamente candidata en la ciudad de Buenos Aires, el paso de comedia que tuvo este viernes con un grupo de policías bonaerenses en Villa Gessell alertó a Rodríguez Larreta: en su croquis, Bullrich en CABA es un problema previsible para el que existen planes de contingencia, pero una incursión más allá de la General Paz para medirse contra la vara baja que dejó Vidal puede ser más peligrosa para sus planes presidenciales.

 

Trumpismo de manual

Varios videos dejaron constancia de la escena, que no tiene dobleces. En el transcurso de la presentación de su libro, el moderador anuncia el ingreso de “gente que la quiere saludar” mientras hacen entrada los policías, que se forman ante ella mientras los asistentes al evento aplauden y toman registro para sus redes sociales. Bullrich los saluda a cada uno. La pantomima empieza y concluye con una venia de los uniformados, celebrada con aún más entusiasmo por el público. Las imágenes no coinciden con las versiones de la exministra, que fingió espontaneidad, ni de los agentes que dicen haber sido engañados.

Fue una jugada de pizarrón. Apostar a la identificación con las fuerzas de seguridad es una carta que la exministra supo usar bien durante los cuatro años de gestión: Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, el asesinato de Pablo Kukoc en manos del policía Luis Chocobar, cada caso de violencia institucional la encontraba en el mismo lugar de defensa granítica de los uniformados. Le ha dado resultado entonces (fue la funcionaria con mejor imagen al final de los cuatro años de gobierno de Macri) y volverá a utilizarla para proyectarse en una interna opositora en la que ve varios carriles abiertos para avanzar.

Trumpismo de manual, violencia apenas contenida. Otro video de la ocupada estadía de Bullrich en Villa Gessell vuelve a revelar esta faceta. Fue tomado durante la firma de ejemplares, unos minutos después del saludo de los policías. Ambiente relajado. La grabación es casera, realizada con un teléfono celular por alguien de la concurrencia. Los que hablan no parecen estar al tanto de que sus dichos estaban siendo registrados. Alguien comenta la incertidumbre sobre el regreso de las clases presenciales. La exministra acota, mientras estampa su firma en un libro: “Si no empiezan, rompemos todo”.

 

El pizzero espía

En el gobierno bonaerense entienden que esto es parte de la campaña electoral anticipada y ponen la lupa sobre un personaje que a partir de su vínculo con la exministra y sus conexiones policiales aparece en el centro de la trama: Gustavo Gabriel Jara, subsecretario de Seguridad de General Pueyrredón. Hombre de Patricia, desde siempre. Una de las piezas del armado silencioso que Bullrich comenzó a hacer en 2015 en todos los municipios que gobernó Cambiemos. Se lo puede ver en los videos del viernes, con una chomba blanca y verde, parado justo detrás del jefe del escuadrón.

Jara es la persona de confianza de la exministra en Mar del Plata. Durante muchos años, ofició de chofer cada vez que ella visitaba esa ciudad y a instancia suya fue designado número dos en el área de Seguridad por Guillermo Montenegro. También peleó para mantenerlo en el cargo después de tres escándalos en apenas un año: un llamado inapropiado al 911, el robo dudoso de un arma a su nombre y una pelea con su jefe, el secretario Darío Orequieta, que casi llega a las piñas. El aprecio es mutuo. Jara era propietario de una pizzería sobre Av. Libertad a la que había bautizado como “La Piba”.

Su currículum tiene algunos pasajes más interesantes. En 2015 fue candidato a consejero escolar de Cambiemos en Avellaneda. En 2018 fue designado como coordinador de Fronteras Marítimas, Fluviales y Lacustres en la cartera que conducía su jefa política. Sin embargo, cumplía otra tarea: dos años más tarde, las notas en medios locales que consignan su nombramiento como subsecretario local dicen que Jara actuaba hasta ese momento como “representante del Ministerio de Seguridad de la Nación en Mar del Plata”, un casillero que no existe en el organigrama.

Más precisiones: detrás de ese cargo cosmético, Bullrich puso a Jara como coordinador en el territorio bonaerense de un área vinculada con la inteligencia criminal. Un cargo con asiento en Mar Del Plata, donde trabó relación con la policía. A finales del 19, días antes de concluir su mandato, la ministra le dio pase a planta permanente de ese organismo. Sigue allí, en uso de una licencia por cargo de mayor jerarquía que pidió para sumarse al equipo de Montenegro. Desde allí promueve episodios como el del viernes para hacer uso político de las fuerzas de seguridad, algo que los propios agentes admiten en su video.

 

Guerra sin cuartel

Menos comentado que la presencia del hombre con cuernos de búfalo pero infinitamente más relevante desde una perspectiva política fue el rol de agentes de policía, militares y veteranos en el copamiento del Capitolio. Al menos 30 oficiales en actividad pero fuera de servicio participaron de las manifestaciones del 6 de enero y fueron identificados. El número sigue creciendo con el correr de los días. No debe sorprender: Trump construyó su capital de campaña sobre la consigna pro-policial Blue Lives Matters, en oposición a un sector de la coalición demócrata que reclamaba el desfinanciamiento de las fuerzas de seguridad.

La penetración de discursos de derecha en fuerzas policiales es un fenómeno que no es nuevo pero experimenta un auge. Hemos visto a los policías tomándose selfies con manifestantes en la toma del Capitolio a comienzos de 2021; y el año pasado colaborando con civiles armados que salieron a las calles a enfrentar las protestas antiracistas. No es algo anecdótico. En 2019, una investigación de la agencia ProPública reveló que casi 10 mil agentes de la Patrulla de Frontera, incluyendo a su director, eran miembros de un grupo de Facebook que difundía contenido anti-inmigrantes.

En pleno siglo XXI, existen policías en actividad que son miembros del Ku Klux Klan y de la Liga Confederada del Sur. Hay milicias privadas que se jactan de tener decenas de miles de miembros que provienen de las fuerzas de seguridad o son veteranos de las fuerzas armadas. En Alemania, se documentaron más de 1400 casos de extremismo de derechas entre las policías y los servicios de inteligencia en los últimos cuatro años. Entre ellos, había 20 miembros del grupo de élite antiterrorista KSK, que fue parcialmente desmantelado a causa de este episodio. Quedaron en sus manos casi 50 mil rondas de municiones y 70 kilos de explosivos.

Todavía lejos de esos extremos, en la Argentina asistimos a la radicalización de la coalición opositora, que comenzó en 2018 y se radicalizó después de la derrota electoral, representada cabalmente en este caso por la presidenta del partido más importante de ese espacio, que ahora no duda en echar mano de las fuerzas de seguridad como instrumento en su plan presidencial, abrevando nuevamente en punteros políticos y servicios de inteligencia y adoptando una retórica bélica e intransigente. Su libro se llama “Guerra sin Cuartel”. Lo que no dice es contra quiénes.