Hebe se encendió como faro en medio de la peor oscuridad. Mamá de Jorge Omar, Raúl Alfredo y María Alejandra, se convirtió en Madre de millones cuando la dictadura genocida desapareció a los dos varones y a su nuera María Elena. La propia Hebe describió mejor que nadie aquel alumbramiento. “Antes de que fuera secuestrado mi hijo, yo era una mujer del montón, una ama de casa más -contó en una iglesia de Madrid, en 1982-. Yo no sabía muchas cosas. No me interesaban. La cuestión económica, la situación política de mi país me eran totalmente ajenas, indiferentes. Pero desde que desapareció mi hijo, el amor que sentía por él, el afán por buscarlo hasta encontrarlo, por rogar, por pedir, por exigir que me lo entregaran; el encuentro y el ansia compartida con otras madres que sentían igual anhelo que el mío, me han puesto en un mundo nuevo, me han hecho saber y valorar muchas cosas que no sabía y que antes no me interesaba saber. Ahora me voy dando cuenta de que todas esas cosas de las que mucha gente todavía no se preocupa son importantísimas, porque de ellas depende el destino de un país entero; la felicidad o la desgracia de muchísimas familias”.
La luz de Hebe expuso los crímenes de la dictadura cívico-militar, alumbró el camino de la recuperación democrática y encandiló hasta bloquear los sucesivos intentos de impunidad. También alertó sobre la miseria planificada por el Consenso de Washington y el espejismo neoliberal, balizó el sendero de lucha durante la neblina aliancista, enfocó con desconfianza sobre el presidente casi desconocido que llegó del sur y luego brilló con todo su entusiasmo cuando advirtió que Néstor y Cristina construían la patria justa -y grande- que soñaba.
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Cuando la mayoría miraba para otro lado apuntó su reflector sobre la justicia venal, la policía asesina y el latrocinio hambreador. En la noche macrista encendió la resistencia y en el experimento albertista mantuvo titilante la señal de alarma para marcar disidencias con la contundencia de las cosas dichas a conciencia.
Porque Hebe vivía, actuaba y decía como pensaba. Y hacía lo que decía que había que hacer: luchar, trabajar, persistir y porfiar para que la política se comporte como una herramienta de transformación al servicio de las mayorías. No la política chiquita, de palacio, que se marea con la rosca y se trastabilla con los dueños del dinero y el poder.
El cuerpo de Hebe dijo basta cuando la cabeza de Hebe trabajaba en media docena de proyectos, desde la asistencia alimentaria con calidad nutricional en barrios al fortalecimiento de un proyecto popular que impida el retorno y la entronización de la derecha.
“Tenemos que seguir unidos. No importa cómo estén gobernando. Ojo con lo que hacemos. Ojo con los ranchitos. Los ranchitos aparte son una mentira, todos terminan siendo (Florencio) Randazzo” reflexionó frente a las velitas de su cumpleaños 93. Y formuló su deseo: “Unidad para salir de esto, para que derrotemos a los macristas, a los fachos, al Fondo Monetario y a los hijos de recontra mil putas”.
Que así sea.