Caos y represión: el velorio menos deseado para Maradona

Negociaciones para extender el horario del velorio hasta el viernes y una una violenta reacción de la Policía de la Ciudad que lo culminó de forma abrupta, junto al "copamiento" de un salón de Casa Rosada.

26 de noviembre, 2020 | 19.58

Una jornada triste para el pueblo argentino se convirtió en una aún más triste cuando el velorio de Diego Maradona terminó de forma abrupta, en medio de una represión fuera de la Casa Rosada, lugar elegido por la familia para despedirlo, y un copamiento interno, en el Patio de las Palmeras, con cientos de personas que saltaron las rejas e ingresaron a la gobernación casi en marea, con alegría, cánticos y momentos de lavado de cara para limpiar las secuelas de los gases lacrimógenos que también afectaron a quienes estaban dentro del edificio. Pautado de 6 de la mañana a 16, el velatorio fue mutando con el paso de los minutos. Se confirmó su temprana finalización, se amplió a la media hora, se negoció para extenderlo hasta el viernes y terminó de forma accidentada tras la "invasión" que finalizó con un desalojo pacífico en Balcarce 50. El adiós abierto, popular, culminó siendo íntimo. Sólo para la familia en el Salón de los Pueblos Originarios, como ocurrió durante la madrugada, para cerrar con un cortejo fúnebre por Paseo Colón y la autopista 25 de Mayo hasta el cementerio de Bella Vista. Hasta ese recorrido se vio afectado por una jornada que fue lo que nadie quiso que fuera.

Desde anoche, miles de fanáticos del Diez ya habían comenzado a manifestarse y a esperar afuera de Casa Rosada para ingresar hoy y despedir a su ídolo. Las versiones cambian: hoy desde el Gobierno dijeron que la familia pidió que la despedida fuera en ese lugar, no al revés. Pero es un detalle. El problema central, manifestaron altas fuentes de la Rosada, fue el horario acotado. Sólo diez horas para que al menos un millón de personas pasaran, tan sólo unos segundos, frente a su féretro. Las negociaciones tuvieron lugar toda la tarde. Nación buscaba que la ceremonia se extendiera al menos hasta las ocho de la mañana del viernes, pero no pudo ser.

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Se organizaron muchos funerales, la gente no va a hacer lío en los funerales, decían en el Gobierno. El asunto giraba en torno a la hora. En al menos dos oportunidades, funcionarios intentaron extender ese lapso de tiempo: la primera fue antes de la represión en las calles, la segunda tuvo lugar ya con las balas de goma y gases lacrimógenos disparados. 

La marea humana copó el centro porteño. Entrar no era fácil. El ingreso de Balcarce 50 estaba destinado al desfile de fanáticos que arrojaron una montaña de remeras, banderas, fotos, pelotas y flores al costado del cajón que guardaba los restos mortales de Maradona. Un cajón que tenía a su lado la copa del Mundial 86, la que él levantó. Pasaron los planteles de Gimnasia y Esgrima de La Plata, club que dirigió hasta su muerte, y de Independiente. Momentos en los que hubo aplausos, ovación y quiebre por parte de la familia. Por Rivadavia lo hacían los acreditados e invitados. El emblemático Patio de las Palmeras estaba destinado a invitados. Pero los problemas eran obvios, había al menos dos decenas de listas diferentes que llevaban al error. Tal vez haya sido eso lo que, lentamente, hizo que el lugar comenzara a tener presencias no pautadas.

Claudia, Dalma y Giannina estuvieron juntas todo el tiempo. Se abrazaban, se consolaban. Claudia llevaba la voz cantante en las decisiones que tomaba siempre en presencia de sus hijas. De hecho, la negociación final, la que extendió el velorio hasta las 19, contó con la presencia de todas ellas y de Hanna Maradona. Durante el mediodía y primeras horas de la tarde, entre lágrimas que cada tanto brotaban de los ojos, cantaban o aplaudían junto a la gente que se acercaba. Las fotos estaban prohibidas y eso generó algunos malos entendidos con la prensa que, desde el balcón, miraba lo que ocurría en ese salón histórico.

Cerca de las dos de la tarde, el ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro, y el senador Mariano Recalde se acercaron a Claudia. Lo que hablaron quedará entre ellos, pero las interpretaciones son claras: extender la ceremonia. Claudia dijo que no y salió el comunicado oficial: por decisión de la familia, finalizaría a las 16:30 pero se sumaría un cortejo por la calle, para que lo vieran quienes no pudieran entrar. Al instante se cerró la fila y se comunicó la decisión. Cientos de miles se quedarían afuera y comenzó la represión.

La represión generó cruces entre el Gobierno nacional y el porteño. "Le exigimos a @horaciorlarreta y @diegosantilli que frenen ya esta locura que lleva adelante la Policía de la Ciudad. Este homenaje popular no puede terminar en represión y corridas a quienes vienen a despedir a Maradona", dijo De Pedro en Twitter una vez terminada la ceremonia. Fue una publicación política para terminar con esa situación violenta, dijeron desde el Ministerio del Interior. El periodista Pablo Ibáñez reveló una intimidad. Hubo, en medio de la represión, un contacto entre Sabina Frederic y Diego Santilli, ministros de Seguridad de ambas jurisdicciones. Ella le pidió que no repriman. Él respondió que si no hacían nada, "se van para allá cinco mil personas". "No importa, déjenlos venir pero no repriman". 

Desde el Gobierno confirmaron que el operativo estaba a cargo de Nación con complemento de la Ciudad. "Nosotros no ordenamos reprimir", dijo uno de los voceros. Lo cierto es que en medio de esa represión, tuvo lugar la segunda negociación con la familia. Ya con la presencia de Cristina Kirchner (que dejó dos rosarios sobre el cajón, se sentó a un costado y lo miró fijo, meneando la cabeza como no pudiendo creer la partida de Diego), hubo dos cumbres. En una, breve, participó ella junto al presidente Alberto Fernández y Axel Kicillof. Después la vicepresidenta se hizo a un lado y la charla quedó en manos del jefe de Estado, el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, y De Pedro.

Hablaban de la represión y buscaban, una vez más, extender el velorio hasta el viernes a las 8 de la mañana. El acuerdo fue otro. Al instante, Fernández salió a uno de los balcones de la Rosada, mirando a Plaza de Mayo, y se confirmó que la ceremonia seguiría hasta las 19. Tres horas más. Para ese momento, el Patio de las Palmeras, inicialmente reservado para invitados y funcionarios, comenzó a tener más presencia de lo esperado y se generó una circulación de personas no pautada.

En ese contexto, Claudio "Chiqui" Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, habló con la prensa y dijo que "las cosas que hizo Diego por nuestra camiseta no creo que las haya hecho ningún otro jugador, fue un patriota, jugó lesionado, con su tobillo todo roto y es muy meritorio lo que está recibiendo en su despedida" y adelantó que su nombre figurará en los de los torneos locales. 

Aníbal Fernández, en tanto, contó que "teníamos una relación muy afectuosa, es imposible no sentir ese impacto y cómo duele esto, como si fuese alguien de la familia, muy del corazón. Es un tipo que le dio todo lo que tuvo, que supo siempre dónde arrancó y ayudó todo lo que pudo de esa manera. Y a uno, que ama esa causa, te conquista". De fondo sonaban cohetes, o balas de goma, o gases lacrimógenos.

De golpe, tres personas aparecieron corriendo por la entrada de Balcarce 50. Rápidamente la orden: "Sáquenlos por Rivadavia". Casi de forma natural, el personal de seguridad puso las vallas y las personas hicieron el circuito, sin frenar. Pero los primeros tres después fueron cinco, diez, veinte y el Patio de las Palmeras se copó en un 50% por simpatizantes que saltaron las rejas escapando de los gases lacrimógenos. Después de lavarse las caras, se sacaron fotos y empezaron a cantar. Lentamente, los desalojaron sin violencia y a la media hora difundieron fotos del lugar vacío. Mientras tanto, los pasillos estaban repletos de gendarmes con sus armas de fuego, por prevención. 

Pero la situación había cambiado: ¿Cómo se podía seguir con el velorio? No se podía. Ya se habían llevado el ataúd con el cuerpo de Diego. Seguía en la Rosada, esta vez en el Salón de los Pueblos Originarios donde su familia lo despidió en la intimidad. A esa hora, cerca de las 16:30, la incógnita era retomar la ceremonia - con o sin gente -, salir en helicóptero o directamente hacer el cortejo fúnebre al cementerio. Terminó siendo esta última cerca de las 18.

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