El 15 de noviembre del año 2021, parecía que el futuro era venturoso para la coalición política Juntos por el Cambio. Habían obtenido en las elecciones de medio término el 42,75 % de los votos totales, contra el resultado de la fuerza gobernante en ese momento la coalición Frente de Todos que había obtenido el 34,56 % de los votos, y lejos, muy lejos una coalición nueva, La Libertad Avanza que obtuvo el 5, 55% de los votos y solo cuatro diputados nacionales.
La proyección de esos resultados, para las elecciones generales del año 2023 parecía fácil, le habían ganado, con una diferencia importante, a una administración que venía de llevar adelante las políticas de salud pública para abordar la pandemia mundial del virus COVID-19 y había llegado a altos porcentajes de confianza social. Y así la coalición política Juntos por el Cambio se presenta a las elecciones PASO año 2023, para seleccionar el candidato que iría a ganar la presidencial. Nadie lo vio venir, y aquella formación política que había obtenido un resultado insignificante en las elecciones anteriores, terminó ganando la elección presidencial en segunda vuelta y el licenciado Javier Milei resultó ser electo presidente de la República Argentina para el periodo 2023-2027.
Entre la primera y segunda vuelta ocurrió un hecho significativo, el expresidente Mauricio Macri dio su apoyo electoral completo al candidato Javier Milei, luego de la primera vuelta electoral y rumbo al balotaje. En esa ocasión declaró: "Es lo nuevo, lo distinto, no gobernó, no robó y no mintió...Yo no tengo dudas: somos el cambio o no somos nada. Por eso, yo voto Milei”.
Esto produjo la extinción de la coalición Juntos por el Cambio. Los restantes partidos que la conformaban, la Unión Cívica Radical, la Coalición Cívica, Encuentro Republicano Federal, y la fracción del PRO que dirigía Horacio Rodríguez Larreta, se opusieron a ese apoyo y se abstuvieron de expresar una preferencia electoral para esa segunda vuelta.
Así llegamos a la situación actual. La facción del PRO que dirige Mauricio Macri, un PRO residual, es el único partido político que no solo ha votado algún proyecto de ley enviado por el poder ejecutivo, sino que adhiere al marco general del proyecto ideológico doctrinario de la actual administración, con algunas diferencias acerca del estilo presidencial. Pero esa adhesión no es cogobierno. En el sistema presidencial argentino los cogobiernos son virtualmente imposibles en la medida que en una alianza política las fuerzas minoritarias no tienen la llave de control que sí tienen en los sistemas parlamentarios. En un sistema presidencialista las alianzas y los bloques el legislativos son menos importantes a la hora de negociar proyectos.
Y enfrente del gobierno se encuentra la formación política más resiliente de la historia política argentina: el peronismo. Al sumar a todas sus tendencias, y desavenencias internas son una formidable máquina de obtener y retener el poder tienen un piso electoral cercano al 35% del padrón que es virtualmente inmune a cualquier crisis que pueda tener este movimiento. Y tienen un electorado pendular, que adhiere a los programas históricos asociados al peronismo, y que puede llevar fácilmente ese valor hacía más de un 45% el electorado. Esto les da un formidable poder político en cualquier elección en donde se presenten tres coaliciones. La prueba de ello es la elección de gobernador de la provincia de Buenos Aires del año 2.023, la suma de los votos de La Libertad Avanza y de Juntos por el Cambio superan por más de seis puntos porcentuales al ganador el entonces y actual gobernador Axel Kicillof que obtuvo un 44,94 % de los votos. Cualquier elección en tercios, como son las elecciones legislativas, automáticamente ponen al peronismo en cualquier alianza o combinación posible como ganador en cada distrito. Lo que converge hacia elecciones en dos bloques es el sistema electoral de doble vuelta, que en la Argentina sólo vale para los cargos ejecutivos a nivel nacional y en algunos distritos. Pero no vale para las elecciones legislativas y este es el punto importante a tener presente.
Las elecciones generales del año 2.025 serán elecciones de renovación de senadores y legisladores nacionales en todos los distritos. Una presentación en tercios o en donde el PRO vaya como partido independiente, lo condenaría a ser un partido residual o a su total desaparición. Básicamente volverían a lo que fue en su origen y que en principio nunca pudo trascender: solo un partido municipal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, e incluso en ese distrito pueden acechar alianzas que le sean letales en el año 2.027.
El PRO cuyo presidente es Mauricio Macri no tiene otra opción que aferrarse a un carro ganador sin poder incidir significativamente en las propuestas que está formación política exponga como programa. Pueden operar como una fuerza política a la sombra de otra. El propio Mauricio Macri no pudo ni siquiera revalidar sus títulos como dirigente futbolístico porque perdió las últimas elecciones presidenciales en el Club Atlético Boca Juniors.
Si el PRO quiere salvar aquellos distritos que administra, garantizar los contratos a empresarios amigos, o los acuerdos legislativos que tiene y con los que puede negociar algún cruce de favores propios de estas negociaciones, no tiene otra cosa que hacer que es fusionarse con La Libertad Avanza sin poder incidir significativamente en ninguna decisión fundamental. Y esbozar en público una suerte de distanciamiento retórico que no sería muy creíble.
¿Aliarse o sucumbir? ese es el dilema del partido PRO, que no es un dilema más grave que el de otras fuerzas políticas, en cuanto al escenario político argentino es muy dinámico. Pero para ellos es crucial. Parece que eligen una alianza, que van a conformar listas únicas para los distritos más importantes; vista la situación dinámica esta no sería sino otra forma de sucumbir, eso sí con la espera de defender todos los acuerdos asociados a la gestión, que ya se tengan cerrados. Y eso porque el partido PRO gobierna dos distritos, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Partido de Vicente López, en los cuales hay grandes intereses de la industria inmobiliaria, y en donde hay bienes públicos que dependen del Gobierno Federal, y que pueden ser recategorizados y privatizados para nuevos emprendimientos de esa industria, lo que es un fuerte incentivo para que este partido se aferre a La Libertad Avanza. Es lo que se llama hablando vulgarmente ir por el hueso.