Luego de ocho días de silencio, la ex Gobernadora Coraje dio por fin su versión de la famosa Gestapo antisindical soñada por su ministro de Trabajo Marcelo Villegas durante una reunión junto a la primera línea de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), a Roberto Gigante, entonces ministro de Infraestructura provincial, Adrián Grassi, entonces subsecretario de Justicia de PBA, Juan Pablo Allan, senador provincial de Cambiemos, Julio Garro, intendente de La Plata, y varios representantes de cámaras empresariales.
Luego de aclarar que una oportuna angina le había impedido hablar antes, María Eugenia Vidal afirmó que no estaba al tanto de la reunión en cuestión- pese a haber sido llevada a cabo en su bunker de las oficinas porteñas del Banco Provincia- y por lo tanto nada sabía sobre la presencia de la AFI en lo que calificó como “reunión de trabajo”. Entre tanta ignorancia pudo aportar sin embargo una certeza: Mauricio Macri, entonces presidente y amigo del alma de quien dirigía la AFI, no tuvo nada que ver con el espionaje en cuestión. Culpó, eso sí, al actual gobierno. Es decir que se espiaban entre ellos pero la culpa es del kirchnerismo.
La ex Gobernadora Coraje devenida en Diputada Anginas advirtió que “gente mafiosa no puede pasar ahora, por un circo montado por el kirchnerismo, de victimario a víctima.” Esa fue la línea de defensa tanto de nuestros periodistas serios como de los miembros del PRO (dos colectivos que cada día cuesta más diferenciar). El diputado Cristian Ritondo afirmó sobre los perseguidos por la Gestapo antisindical: “no son víctimas, son mafiosos”. Desde su jaula de La Nación Más, la incansable Laura Di Marco se arrojó sobre la granada: “Que tremendo esfuerzo hacen los K para convertir a mafiosos en víctimas.” Corea del Centro no se quedó a tras y Ernesto Tenembaum también justificó la persecución: “El Pata Medina es un mafioso, tiene barras bravas y tiene bienes que son impresionantes (...) Acá no hay nada de ilegal o de irregular, acá hay un grupo de gente tratando de juntar testimonios y fortalecer una causa contra alguien que merece ser investigado y merece ser detenido.”
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Como ocurría con el Tigre Acosta y tantos otros genocidas durante la última dictadura cívico-militar, el PRO y nuestros periodistas serios tienen el don de saber quién es culpable sin tener que padecer el fastidio del Estado de derecho ni la lentitud de las garantías individuales. Si los persiguen es que algo habrán hecho.
Como escribió Natalia Salvo, del derecho penal de acto pasamos al derecho penal de autor. Retrocediendo un par de siglos.
Luego de vendernos que Cambiemos más que un gobierno era un gran equipo de trabajo, hoy sus principales líderes nos explican que en realidad no estaban al tanto de lo que hacían sus funcionarios. Del mejor equipo de los últimos cincuenta años pasamos sin escalas al gobierno jardín de infantes, víctima de cuentapropistas inescrupulosos.
Mientras sale a la luz la Gestapo antisindical de Cambiemos, La Nación nos habla de la tarta preferida de Juliana Awada, Clarín nos relata el “puro amor” que se profesan los Macri y la revista Noticias nos alerta con una foto editada sobre el siniestro “refugio blindado” de CFK en el Sur. Pero queda el periodismo.
En otra de las jaulas de La Nación Más, Luis Miguel Etchevehere, ex ministro de Agroindustria del gobierno que espiaba a propios y extraños sin que sus líderes lo supieran, denunció que en Argentina “ya somos Venezuela”. Para reforzar ese preocupante dato, el periodista Eduardo Serenellini agregó que “los venezolanos que están en la Argentina, están regresando a su país”. Es decir que cuando por fin logramos ser Venezuela, se nos van los venezolanos.
Así es muy difícil.
Imagen: Cambiemos, un gobierno jardín de infantes a merced de cuentapropistas inescrupulosos (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)