Con menos de un mes en funciones, el embajador de Estados Unidos Marc Stanley apunta a convertirse en protagonista de la escena política con su alto perfil y sus apariciones intencionadas, como la del lunes pasado con el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, justo en momentos tensos de la relación tanto del Gobierno con el Departamento de Estado y con CABA por los subsidios. "Vino a hacer campaña por Juntos por el Cambio", diagnosticaba un legislador oficialista que se ocupa de los temas de política exterior. En Cancillería, en cambio, eran más contemplativos y decían que preferían esperar un poco para hacer su evaluación. Eso sí, lo veían "muy activo", una característica que se veía potenciada por el momento clave en el vínculo bilateral.
Hay una larga historia de embajadores norteamericanos de alto perfil empezando por el emblemático Spruille Braden, el enemigo de Juan Domingo Perón. Durante el menemismo fueron personajes públicos Terence Todman y James Cheek. Donald Trump envió a Edward Prado, quien desembarcó con el confeso propósito de incidir en el trabajo del Poder Judicial del lawfare macrista. Joe Biden lo reemplazó por Stanley, un abogado texano de familia judía, sin trayectoria política. "Biden nos mandó a un recaudador de la campaña, no nos dio mucha importancia", analizaba un dirigente kirchnerista.
Debutó con una llamativa presentación ante el Senado estadounidense. "Argentina es un hermoso micro turístico al que las ruedas no le funcionan correctamente", fue su particular definición. También observó en ese momento que -contrariamente a lo que afirmaba el Gobierno- no se había presentado un plan completo al FMI y criticó la postura del país en temas como Venezuela, Cuba y Nicaragua. El Senado norteamericano aprobó su nombramiento unánimemente. Antes de viajar al país participó de los encuentros que el canciller Santiago Cafiero mantuvo en Washington con el secretario de Estado, Antony Blinken, y con la titular de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que fueron claves para avanzar en el acuerdo. El 24 de enero presentó sus cartas credenciales a Alberto Fernández.
Aterrizó en medio de una situación delicada, pero no se sintió condicionado. Se mostró en las redes sociales usando una extravagante bicicleta, pidiéndole a los porteños que le sugieran lugares para ir de paseo. En la Rosada lo recibió el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y luego compartió una breve gira por el interior con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y el embajador Jorge Argüello, en la búsqueda de promover la llegada de productos regionales a su país. Uno de los objetivos de la Cancillería es achicar el rojo de 2 mil millones de dólares que registra el comercio bilateral.
Coincidió con la gira presidencial por Rusia y China. Entonces, cuando desde los medios opositores se buscaba hacer una cuestión sobre esas visitas, Stanley tuvo un gesto que generó malestar en el Frente de Todos. Compartió una actividad con la comunidad ucraniana en Buenos Aires, una crítica implícita al encuentro de Fernández con Vladimir Putin en días con el mundo en vilo por lo que pueda suceder en las fronteras rusas. "Es momento de dar un paso al frente y expresarnos con firmeza sobre Ucrania. El apoyo de EEUU a la soberanía de Ucrania es inquebrantable", declaró Stanley. Además, se reunió con los empresarios de la Cámara de Comercio de Estados Unidos (AmCham), veteranos lobbistas, con quienes amplificó su habitual rosario de reclamos: cepo cambiario, dificultades para girar ganancias a sus casas centrales, incertidumbre jurídica, falta de previsibilidad. Una avanzada justo en las instancias finales de las negociaciones con el FMI, en la que tal vez piensan puedan aprovechar para sacar algún beneficio.
El lunes llegó a la sede de gobierno porteña para mostrarse junto a Horacio Rodríguez Larreta, principal precandidato presidencial de la oposición. El momento fue oportuno. Rodríguez Larreta tiene abierto un nuevo conflicto con la Casa Rosada, esta vez por el traspaso de los colectivos. Al mismo tiempo, el Departamento de Estado había dejado trascender su malestar por unas declaraciones de Alberto Fernández durante su viaje. Rodríguez Larreta y Stanley se mostraron juntos y sonrientes. Tan contento estaba el jefe de gobierno que abandonó sus habituales remeras negras y se puso un traje. “Fue un placer reunirme por primera vez con el jefe de Gobierno. Mantuvimos una muy productiva reunión en la que conversamos sobre temas de interés común y áreas estratégicas de cooperación", comentó el norteamericano que como gracia lleva como obsequio termos de la marca Stanley, su apellido. Ya tiene agendada una reunión con la conducción radical que encabeza el jujeño Gerardo Morales.
"Vino a hacer campaña por Juntos por el Cambio, está clarísimo", opinaba un diputado oficialista que suele participar de la estrategia oficial en materia exterior. Criticaba el escaso historial político del enviado de Biden y sus primeros movimientos, alejados de la prudencia que deberían tener los representantes diplomáticos extranjeros. En el Palacio San Martín, por ahora, optaban por no hacer olas. "El problema no es Stanley sino la repercusión que se le da acá a todo lo que hace. Es cierto que estuvo con Larreta, pero también viajó con Manzur y Argüello. Cafiero lo podría recibir en los próximos días", aclaraban. Respecto a su poca escasa trayectoria política, subrayaban: "Está claro que Latinoamérica no es una prioridad para Biden, eso tampoco es culpa de Stanley".