"Me comprometí con mi amigo Alberto Fernández de hacer todos los sacrificios para que podamos ayudar a Argentina en este difícil momento", afirmó el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, al término de la prolongada cena-reunión que ambos mandatarios y sus comitivas mantuvieron anoche en el Palacio de la Alvorada. En ese sentido, anticipó que a través de su ministro de Hacienda hablará en el FMI para "quitarle el cuchillo del cuello" a la Argentina dado que "no puede seguir presionando a un país que sólo quiere crecer". Comentó que había visto llegar a Alberto preocupado a Brasilia y que estaba seguro que ahora volvería "más tranquilo aunque, es verdad, sin ningún dinero".
Es que para financiar las exportaciones de las empresas brasileñas que le venden al país desde las entidades bancarias requieren mayores garantías de parte de Argentina. "Ahora tenemos que hacer el trabajo técnico que corresponde", adelantó Fernández. Por eso, en los próximos días continuarán las conversaciones entre los equipos de los ministros Sergio Massa y Fernando Haddad. En Economía aseguraban que se había avanzado en un sistema similar al anunciado con China la semana pasada.
Lula no escatimó las señales de respaldo político a su "amigo Alberto", como siempre lo evoca. Para empezar, armó este encuentro con toda rapidez luego del zoom que mantuvo con el presidente argentino el jueves pasado, en plena corrida financiera. Luego, puso a la plana mayor de su gestión a atender a los visitantes en una reunión de casi cuatro horas que calificó como "larga, difícil" y anticipó que habrá varias otras por el estilo. "No hay discusión sobre si tenemos que ayudar a la Argentina", aclaró Lula, sino que la discusión era como se debía ayudar a los empresarios brasileños que exportan a la Argentina, como ya lo hace China con sus empresas. Por culpa de esta falta de financiamiento, más de 200 empresas brasileñas dejaron de exportar al país, dejando de percibir unos 6 mil millones de dólares.
La rapidez con la que se armó el viaje no dio tiempo a que se terminen de cerrar detalles que impidieron un anuncio formal. Cuando la comitiva argentina se encontraba en vuelo, el ministro Haddad hizo declaraciones anticipando que el financiamiento a las exportaciones -que el día antes el secretario de su cartera había dado como un hecho- estaba condicionado a que Argentina ofreciera garantías, que era lo que se venía conversando desde enero. La ayuda para la Argentina provendría del Bnades y las operaciones serían en pesos y reales. Sin embargo, las dudas vendrían por el riesgo de convertibilidad de la moneda argentina para saldar la deuda en el futuro, de ahí la necesidad de una garantía.
"Nos habían pedido que hagamos algunos deberes que ya hemos hecho, que tiene que ver con las garantías necesarias para que Brasil pueda favorecer esos créditos", afirmó Alberto en la presentación conjunta posterior a la cena. Sin embargo, Lula sostuvo que quedaban cuestiones por resolver y que intervendría también el Congreso de Brasil. Habló incluso de una posible colaboración del grupo Brics, que se reúne a fin de mes, que era algo que había conversado en la bilateral que mantuvo días atrás con el presidente chino Xi Jinping. En definitiva, el brasileño le encomendó a Alberto que le comunicara al pueblo argentino que "haremos todo lo que esté a nuestro alcance" para que la economía se recupere.
En Economía aseguraban que estaban muy avanzadas las negociaciones para cerrar un esquema muy similar al acordado con China la semana pasada, para desdolarizar el comercio bilateral. De esta manera, no sólo le quita presión a las estresadas reservas del Banco Central sino que también permite destrabar las importaciones argentinas, bloqueadas por la falta de divisas. La semana que viene, Massa y su equipo se reunirán con Haddad y sus funcionarios, probablemente también convocando a exportadores brasileños e importadores argentinos en la Federación Industrial de San Pablo. "Vamos a establecer un sistema de crédito con SIRA (Sistema de Importaciones de Argentina) en reales, con un mecanismo de garantías sobre flujos futuros de exportaciones incrementales de Argentina", era la explicación técnica que adelantaban.
El viaje a Brasilia le permitió mostrar al Gobierno una postal de unidad con tres posibles candidatos presidenciales -Massa, el jefe de gabinete Agustín Rossi y el embajador Daniel Scioli- compartiendo una conversación en el avión junto a Alberto, el canciller Santiago Cafiero y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello. De la comitiva también formaron parte la primera dama Fabiola Yáñez, la portavoz Gabriela Cerruti y los ministros de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, y de Transporte, Santiago Maggiotti, quienes tuvieron una agenda diferenciada. Lula recibió en la puerta del palacio presidencial a Alberto a las 17.30 para una conversación a solas, a la que luego se sumaron las comitivas. Del lado brasileño, participaron el vicepresidente y ministro de Industria, Gerardo Alckmin, el ministro Haddad, su segundo Gabriel Galípolo, el canciller Mauro Vieira, el titular del Bnades, Aloizio Mercadante, y el ex canciller y actual asesor Celso Amorim.
Aseguraban que notaron mucho interés en Lula en colaborar con Argentina. Primero, porque considera fundamental la recuperación del comercio bilateral para que las empresas exportadoras brasileñas retomen la senda del crecimiento. Segundo, porque evalúa como estratégica su alianza con el gobierno del Frente de Todos para relanzar la Unasur, el organismo regional que aspira a recuperar y para el que ya convocó a un diálogo a todos los presidentes para el próximo 30 de mayo en Brasilia. Lo demostró en la encendida defensa que hizo de la posición argentina en sus negociaciones con el Fondo. "El FMI sabe cómo se endeudó Argentina, sabe a quién le prestó el dinero, y por lo tanto no puede seguir presionando a un país que solo quiere crecer, generar empleos y mejorar la vida del pueblo", puntualizó.