Ante tanto verso opositor que no rima con la realidad, aunque, por su difusión mediática provoca un efecto cargado de surrealismo, bien puede uno apelar a la poética para analizar lo que ocurre y lo que puede ocurrir este 1° de febrero. A ese fin, me pareció adecuado evocar un poema-canción de Joan Manuel Serrat: “Toca madera”.
Un servicio a la carta o a pedido
Si abusando de analogías, nos valiéramos de un lenguaje gastronómico para interpretar la función, sentido y paradigmas que exhibe el servicio de justicia, bien podríamos hablar de uno “a la carta” y otro “a pedido” elaborado como cocina de autor.
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En el primer caso, la oferta resultaría de un menú prefijado cuyas variantes estarían determinadas en regulaciones establecidas por los mecanismos constitucionales, conocidas y a disposición del conjunto de la sociedad, tanto fuera para ampararse en los procedimientos reglados como para acudir a su normativa en protección y defensa de los derechos reconocidos.
En el segundo caso, lejos de esa universalización y apego a lo que fue dado para el común de los justiciables -o sea, los habitantes del país que puedan recurrir o ser interpelados por el Ordenamiento Jurídico vigente-, las respuestas que ofrecería serían absolutamente discrecionales -y francamente arbitrarias-, pues dependerían de los gustos, preferencias, necesidades y capacidad de pago -no sólo dinerario- del comensal.
De esto último se trata cuando observamos las gravísimas irregularidades que presenta el servicio de justicia, el menosabo funcional que arrastra pero que se ha acentuado al ritmo vertiginoso que le han demandado a una parte, nada desdeñable -por su competencia y jerarquía-, de la magistratura (jueces y fiscales) los poderes fácticos y las peores expresiones de la política, constituida en el sentido común judicial durante el macrismo.
Continuando con las referencias gastronómicas, viene a cuento un antiguo proverbio chino que dice que “el pescado se pudre por la cabeza” y que no cuesta mucho imaginarlo aplicable a cualquier cuerpo orgánico, a lo que no escapa el Poder Judicial.
No se trata ya de la democratización de la Justicia, que buena falta le hace a un Poder del Estado que sigue resistiéndose a acomodarse a un requerimiento básico y acorde con el nuevo ciclo que inauguró nuestro país el 10 de diciembre de 1983, sino cuanto menos de ajustarse a las más elementales reglas de una República.
De respetar los mandatos de la Constitución, en particular en lo que atañe a la división de Poderes y de sus respectivas competencias, como de bregar por una efectiva independencia que no sólo consiste en el desempeño de su cometido de contralor de los otros Órganos institucionales sino de los poderes fácticos respecto de los cuales cada vez se evidencia una menor autonomía.
Diría Serrat: “Nada tienes que temer / Al mal tiempo buena cara / La Constitución te ampara / La justicia te defiende / La policía te guarda (…) / El sistema te respalda / Y los pajaritos cantan / Y las nubes se levantan”.
Marchas y contramarchas
El enorme deterioro del Poder Judicial se aceleró entre 2016 y 2019, porque a las desviaciones que caracterizaban a ciertas prácticas endémicas se sumó una pequeña -en todo sentido- integración de la Corte Suprema, contando con dos miembros que aceptaron sin rubor incorporarse violando la Constitución Nacional cuya defensa es -por definición- el principal cometido de ese Tribunal, y desembozadamente operaron en la deconstrucción del Pacto democrático de 1983 y admitieron la barbarie jurisdiccional que tuvo su nave insignia en Comodoro Py.
En su discurso del 10 de diciembre de 2019, Alberto Fernández sostuvo:
“Hemos visto el deterioro judicial en los últimos años. Hemos visto persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias inducidas por los gobernantes y silenciadas por cierta complacencia mediática. Por eso hoy vengo a manifestar frente a esta Asamblea y frente a todo el Pueblo Argentino, un contundente Nunca Más. Nunca Más a una justicia contaminada por servicios de inteligencia, ‘operadores judiciales’, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos.
(…) Lo digo con la firmeza de una decisión profunda: Nunca más es nunca más. Lo digo y reitero con la firmeza de una convicción profunda. Nunca más al Estado secreto. Nunca más a la oscuridad que quiebra la confianza. Nunca más a los sótanos de la democracia. Nunca más es nunca más.”
Este anuncio y compromiso viene demorado en su implementación por razones, sinrazones, impericias u otras urgencias imprevisibles entonces. Pero la dimensión del problema generado en esos “sótanos de la democracia” con su intervención paralizante de toda política de transformación profunda que necesita la Argentina, tomó una dimensión pública inocultable con el descubrimiento de videos que se han dado en denominar “la Gestapo macrista” cuando, en verdad, constituyó un reciclado en democracia de los Grupos de Tarea de la dictadura genocida.
Seguramente ha sido esa combinación de omisiones, acciones y urgencias lo que ha llevado a una convocatoria a la Marcha del 1° de Febrero, que -a despecho de quienes pretenden estigmatizarla tildándola de “kirchnerista”- viene ganando cada vez más adhesiones que predicen una masiva pueblada para impulsar los mecanismos institucionales aletargados y que, efectivamente, consagren ese otro Nunca Más y termine con una Justicia amañada a los poderosos y de espalda a la ciudadanía.
Como también era de esperar, desde el otro extremo, el que nuclea las mayores expresiones antinacionales y antipopulares, emerge de los sótanos otra propuesta, una contramarcha para el 3 de febrero.
El Colegio de Abogados de la Ciudad -el de “Montevideo”, que nada tiene que ver con el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal-, hace punta en esa otra convocatoria, el que si bien no agota a ese sector, por emblemático se distingue. Una asociación civil integrada por profesionales de Estudios Jurídicos corporativos, tradicionales lenguaraces, escribas, redactores clandestinos de leyes de facto y representantes de los intereses de las multinacionales, que han servido a las dictaduras, ejercido la defensa de genocidas y denostado las políticas de Derechos Humanos como a los Organismos que han luchado por consagrar aquél ya mítico Nunca Más.
Otra vez Serrat nos ilustra: “Y vigila el horóscopo / Y el biorritmo / Ni se te ocurra vestirte de amarillo / Y si a pesar de todo / La vida te cuelga / El «no hay billetes» / Recuerda / Que pisar mierda / Trae buena suerte”.
Dar el presente, no hay excusas
Las preocupaciones, muchas sin duda que aquejan a las personas en nuestro país, es probable que no cuente entre las prioritarias las que conciernen al servicio de justicia, y, entre las primeras, estarán las económicas, incluso, las personales y familiares antes que las generales.
Sin embargo, es preciso considerar que el funcionamiento del Poder Judicial y su reordenamiento comenzando por su cabeza tiene una relevante incidencia en todo lo que hace a nuestra vida, también en aquellas cuestiones que hoy más pueden preocupar.
La libertad de la que tanto se habla con liviandad, precedida por la igualdad que indudablemente la condiciona y las garantías para su efectivo goce, dependen en buena medida de una Justicia independiente que cumpla estrictamente con la misión específica que le compete en un Estado Social de Derecho.
Tomar conciencia de ello es imprescindible, como dice Serrat: “Y ajústate los machos / Respira hondo / Traga saliva / Toma carrera / Y abre la puerta / Sal a la calle / Cruza los dedos / Toca madera”.
La suerte siempre es un factor relevante en cualquier circunstancia y, de allí, la común recurrencia a cábalas u otros artificios para concitarla, pero a la “suerte” siempre hay que ayudarla o, más aún, considerarla como eventualmente concurrente de las acciones concretas que emprendamos para alcanzar los objetivos propuestos. De allí, que se hace indispensable movilizarse en procura de sostener y garantizar una institucionalidad democrática fundamental en riesgo.
Entonces, es inexcusable adherir y salir a la calle a manifestarnos en la Marcha del 1° de Febrero porque con una Justicia viciada al servicio de los más oscuros intereses y comprometida en gravísimas operaciones desestabilizantes, la vida de todas y todos como la suerte de la Nación es la que está en juego.