“El populismo no reconoce de ideologías: es tener un buen presente a costa de destruir tu futuro. Puede ser de derecha también”, dijo Mauricio Macri. En las últimas cien horas, la oposición se encolumnó detrás de la misión de incluir a Javier Milei dentro de un concepto utilizado despectivamente para señalar soluciones fáciles, cortoplacistas, para temas complejos. La idea de generar una construcción política duradera en el tiempo, al menos por dos décadas, llevó a Juntos por el Cambio a plantarse en contra de las promesas mágicas. Algo que la dirigencia opositora tomó como parte del aprendizaje post gestión nacional. Con el crecimiento de figuras ubicadas en los extremos, particularmente la derecha, con un discurso claramente anti Estado, anti instituciones y anti sistema político, la alianza comenzó una suerte de cruzada en defensa del statu quo, alejadas de "bajar la inflación será lo más fácil de hacer", donde las únicas transformaciones posibles no serán rápidas ni estarán por fuera de las reglas de juego que todos deben respetar. A lo sumo, dicen, harán falta mejores políticos y mejor política, pensar fuera del molde, tener ideas innovadoras y un discurso llamativo, pero respetando las cuestiones básicas.
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El radicalismo fue el primero que, en los últimos días, amplió el concepto del populismo hacia la derecha. El término se usó en la Convención partidaria y el diputado Mario Negri hizo una minuciosa descripción de la idea: “El populismo de derecha, aquí y en el mundo, es hermano de la anarquía. Cabalga con la queja, el cansancio, la desilusión y la frustración de una enorme cantidad de argentinos”. También habló del de izquierda pero, como dijo Macri, “en la región abunda el de izquierda”, por lo tanto es menos llamativo en todo este debate. De todos modos, vale la definición del radical: “Traicionan el pensamiento progresista en la medida que adhieren a nacionalismos autoritarios y se alinean en base a lealtades geopolíticas”.
A partir de la instalación del concepto, que para el radicalismo funcionó como una nueva advertencia del límite frente a la ampliación de la coalición, se sucedieron varios hechos en torno a esa misma idea. Macri asumió su existencia, Patricia Bullrich deslizó la posibilidad de eliminar los ministerios de Salud y Educación pero luego se desdijo. De hecho, en la entrevista con Alejandro Fantino también sostuvo que el Estado tiene que existir y que no hay que eliminar el Banco Central. Horacio Rodríguez Larreta, considera que las transformaciones sólo pueden hacerse desde la política, y Gerardo Morales que pidió “evitar los atajos en los que algunos creen a partir de la especulación de captar votos”.
Si bien algunos plantean que los análisis que puedan hacerse son más elaborados que lo que efectivamente se piensa en la alianza, no es menos cierto que esta seguidilla comenzó a marcar un camino. Las propuestas de Milei - obviamente lo hacen extensivo al kirchnerismo, pero no es novedad - son mágicas, de efecto corto, sin una visión a largo plazo, que en el futuro van a complicar la vida y que incluso pueden ser un riesgo para el sistema que el año que viene cumplirá 40 años en nuestro país. La solución, entonces, sería avanzar con la construcción de un espacio opositor que aprenda de sus errores y que logre pensar fuera de la caja para poder ser gobierno y apostar a un cambio duradero.
Por ahora pareciera haber una idea compartida en la oposición. Que Milei no es un problema, más bien una respuesta al descontento social y que a la hora de votar primará lo racional. En paralelo, también está la advertencia interna: si nadie hace nada para mejorar la actualidad o si nadie propone un atractivo camino de mejora hacia futuro, con un plan ejecutable, la extrema derecha sí podría ser un factor seriamente preocupante. Algo así como que la pelota está en la cancha de la política tradicional y el resultado del partido dependerá de lo que esta haga.
Entonces, dos formas de plantear que el populismo de derecha no es una opción. Por un lado, la falta de novedad. Ese valor que asustó al macrismo cuando vio que otro emergente le quitó el concepto de "lo nuevo". Si bien para el PRO es algo a recuperar, más bien lo será desde el contenido y las formas de plantearlo discursivamente. Marcar que los Milei aparecen ante cada crisis es una forma de decir que no es disruptivo sino un canalizador emocional. Sobre todo porque la política no es estanca y para quienes algo suena a viejo, para otros suena a nuevo. Ejemplo de eso es un focous group de la CABA, a nivel nacional, que arrojó al ex ministro de Economía de la Alianza (2001) Ricardo López Murphy como un emergente.
La metáfora del edificio
Por otro lado, la falsedad de las soluciones mágicas. La oposición, particularmente el macrismo, se abrazó a la estrategia del edificio. Sentar los cimientos en el próximo gobierno para generar una continuidad de veinte años. Eso claramente contrasta con la velocidad propuesta por el extremo. Entonces, para no perder terreno, aparece la idea de que esas promesas son la manzana tentadora que en un primer momento es deliciosa pero después te expulsa del Paraíso.
Sobre esto, Macri habló bastante en los últimos días. Dijo que en 2015 prometió más de lo que se podía hacer. Incluso hasta cuestionó al Círculo Rojo y a las tensiones internas que frenaron el cambio pregonado. También sobre esto se explayó Bullrich al cuestionar el 70% de consenso buscado por Larreta porque "nadie quiere cambiar", por lo tanto te estanca. Con este diagnóstico, el ex presidente criticó su propia narrativa. Analizó que generó más expectativas de las que podía cumplir y que no supo explicarle a la ciudadanía que todo iba a demorar más de lo previsto.
Párrafo aparte, en este razonamiento, para las "100 horas" iniciales de Gobierno que planteó Larreta. Según el mandatario porteño, la nueva gestión no tendrá una centena de días sino solo de horas para marcar el rumbo. Un rumbo que en su plan incluye reformas profundas en materia laboral, previsional y reducción del déficit. Por lo tanto, el cambio paulatino sería drástico en el comienzo para construir sobre él después.