A Mauricio Macri nunca le interesó el debate interminable que plantea la política, no se metió ni se mete en cuestiones de estrategias y mucho menos de armado de listas que, para él, saca lo peor de cada persona. Sin embargo, más allá de estar apartado y concentrado en cuestiones personales, no se resigna a dejar el liderazgo del PRO que hoy, en cuestiones operativas, quedó relegado a Horacio Rodríguez Larreta en la zona del AMBA y sin discusiones internas y Patricia Bullrich, más confrontativa, en el interior del país. Con apariciones quirúrgicas en la campaña para retener el núcleo duro y el uso del partido para defensa propia, desde Estados Unidos dijo "acá estoy y muevo el aparato cuando quiero". Que eso implique rupturas es otro tema. Conquistados por la posibilidad de poder, la estrategia pasa por los movimientos en bloque.
Cuando la Justicia lo llamó a indagatoria y le prohibió salir del país en el marco de la causa que investiga el espionaje ilegal a familiares de los submarinistas del ARA San Juan, los referentes del PRO salieron a defenderlo en redes sociales y medios de comunicación con un guion bajado desde las más altas esferas y que reveló El Destape. Luego, Bullrich presentó una nota para dejar en claro la buena voluntad del ex mandatario y su respeto por las instituciones aclarando que no podría presentarse en tiempo y forma por estar de viaje, algo que continuará haciendo amparado en su rol de titular de la Fundación FIFA. Las cuestiones formales, de fondo, acarrean otra discusión: el liderazgo del espacio opositor.
Después de la derrota electoral de 2019 - porque Macri fue, como dicen, el primer presidente no peronista en terminar su mandato pero también fue el primero que no logró reelegir -, la figura del jefe político de Cambiemos quedó desdibujada. Se peleó con los propios, quedó fuera de algunas reuniones de unidad, desapareció de la escena pública y en plena campaña 2021 estuvo en Europa, sin participar. Recién a su regreso, después de pedirle un perfil bajo, las palomas le solicitaron que participe activamente en lugares complejos para la interna. Así, apareció en Buenos Aires, la Capital Federal, Santa Fe y de forma virtual en Córdoba.
Ahora, fuera del país nuevamente, el PRO prefiere no romper. Con muchas referencias y ningún liderazgo, Larreta no confrontará con Macri, al menos hasta que comience formalmente la carrera por la presidencia. De momento, se moverán en bloque y recién podría haber chispazos cuando las candidaturas empiecen a perfilarse. Algunas internas ya arrancaron, como la del jefe de Gobierno, con discurso más conciliador, y Bullrich con un modo de choque. Mauricio, en tanto, analiza cómo decirles que él también puede sumarse a la travesía. Si hay un 1% de chance, la tomará.
Macri analiza tres factores. Por un lado, el posible descenso de la imagen positiva de Larreta, sobre todo dentro del núcleo duro, y el ascenso de su propia percepción en la sociedad. Algunos creen que el tiempo borra muchos capítulos oscuros y que podría volver. Por otro lado, como tercer punto, la funcionalidad de Bullrich. Ella, si bien lo enfrentó en la interna cordobesa, hoy juega a favor del ex presidente. Dos nombres contra uno. Macri y Bullrich contra Larreta.
En el fondo, el conflicto no se plantea dentro del PRO sino dentro de Cambiemos. El hombre FIFA no ve con buenos ojos la alianza entre Larreta y Martín Lousteau, a quien le prometieron abrir la interna por la jefatura de Gobierno porteña en 2023, porque considera que el radical es muy individualista. Entre ellos, la relación es correcta. Es una alianza de poder con diferencias políticas sobre el presente y el futuro pero, por ahora, en el marco del respeto.
Desde el radicalismo de Lousteau recuerdan, cada vez que pueden, que con Macri compitieron en dos distritos importantes y salieron airosos. En Córdoba, donde la lista de Luis Juez y Rodrigo de Loredo triunfó en la interna con Mario Negri y Gustavo Santos y, por otro lado, en Santa Fe donde la lista de Macri (la de Federico Angelini - Amalia Granata) salió tercera y la de ellos en segundo puesto, muy cerca de la punta. Por eso, los tiene sin cuidado si al ex presidente le gusta o no la alianza con Larreta porque no le van a pedir permiso a nadie para entablar relaciones.
Para el radicalismo, Juntos por el Cambio va hacia la conducción colegiada, una mesa redonda de toma de decisiones donde, al menos la UCR y el PRO, están en igualdad de condiciones. El macrismo, en esa ecuación, sabe dos cosas: necesita sí o sí aliarse con otras fuerzas y, por otro lado, pierden contra el radicalismo si van divididos. De ahí la estrategia del bloque.
En esa dinámica, en el PRO tampoco existe un modelo de conducción verticalista. En las reuniones, el núcleo duro y el núcleo blando conversan de igual a igual y Macri, analizan desde el partido, está en sus asuntos. Le dedica muy poco de su día a la política porque no le interesa y siempre fue así. Ni ahora ni antes aprobó o desaprobó estrategias ni se metió en discusiones interminables de campaña.
Por eso, sin su figura, el PRO se recostó en Larreta y Bullrich para marcar el camino de la unidad. El jefe de Gobierno estuvo con los dos bandos radicales en Córdoba el jueves. Sin meterse en la interna, a diferencia de Patricia, se sacó una foto con Negri y Lousteau. Con ambos mantiene una muy buena relación. Tal vez uno de los más grandes desafíos pase por erosionar la figura de Javier Milei en la Ciudad. Para eso, el mandatario de la CABA se reunió con jóvenes que lo votaron porque considera que el caudal de sufragios del liberal es blando. Un voto bronca que se puede robar fácilmente.
En medio de las definiciones, para Cambiemos el mapa de noviembre será parecido al del 12 de septiembre. No creen que puedan perder la provincia de Buenos Aires y sólo dos distritos podrían pintarse de azul: Misiones y Santa Cruz.