Después de tonificar su mente compitiendo en un torneo internacional de bridge Mauricio Macri volvió al país renovado. Después de brindar algunas entrevistas y de mostrarse en público con mayor asiduidad que nunca desde diciembre de 2019, esta semana, a través de algunas columnas en medios afines, hizo saber que está dispuesto a volver a candidatearse a la presidencia para tener el segundo tiempo del que viene hablando. Esta jugada reaviva antiguas tensiones en Juntos por el Cambio y despierta otras nuevas, que en buena parte surgen a partir del crecimiento en las encuestas de la ultraderecha, con la que Macri comparte necesidades tácticas y convicciones.
A continuación, las claves de la nueva ofensiva política del expresidente:
Alt-Macri
La foto con Donald Trump en uno de sus últimos viajes al exterior fue un mensaje político claro. Hoy, Macri se siente más a gusto en las filas del conservadurismo borderline en la que coinciden el exmandatario norteamericano con la familia Bolsonaro, los españoles de Vox y Javier Milei en la Argentina que en la derecha con pretensiones cosmopolitas y de modernidad que exhibió durante mucho tiempo.
Esa deriva por momentos lo aleja de su propia construcción política, donde por primera vez no es más que uno entre muchos, como quedó claro en el doble rechazo que sufrió en la reunión de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio que se celebró el miércoles. Allí no sólo tuvo que soportar que reboten su propuesta para acercarse al economista de ultraderecha; tampoco tuvieron eco sus reproches al radical Gerardo Morales.
El vuelco a la derecha de Macri mezcla convicción y conveniencia. Convicción porque esos dirigentes vociferan en la arena pública muchas cosas que el expresidente siempre pensó pero callaba por imperio de las encuestas. Conveniencia porque considera que él es el depositante ideal de los votos que se vuelcan hacia Milei cuando su nombre no aparece en la oferta, y los necesita si quiere competir en 2023.
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Should i stay or should i go
Se habla mucho por estas horas de que la Coalición Cívica y el radicalismo vetaron la incorporación del economista ultra a la alianza opositora. Hubo otro veto, más significativo, sobre el propio Macri. Elisa Carrió dijo con todas las letras que “no votaría” al ex presidente si fuera candidato. Desde la UCR hacen saber que tienen el mismo límite: no volverán a encolumnarse detrás de su proyecto personal.
Esa situación, de persistir, lo pone en una disyuntiva entre su proyecto personal y su legado político: luchar hasta las últimas consecuencias para conservar su liderazgo, aún a riesgo de perderlo todo, o dar un paso al costado con el fin de preservar lo que construyó en veinte años de carrera política. Quienes lo conocen dicen no recordar una sola ocasión en la que haya cedido poder por propia voluntad.
¿Puede romperse Juntos por el Cambio? Hoy, la posibilidad aparece en los cálculos de varios de los precandidatos presidenciales que tiene esa alianza, empezando por el propio Macri, que tiene el botón rojo. Para quienes están convencidos de un triunfo opositor en cualquier escenario de ballotage contra un candidato peronista, los estímulos para jugar la personal están servidos: la vara para llegar a la Rosada puede quedar baja.
El incómodo Rodríguez
Mientras el radicalismo, Carrió y hasta la mismísima Patricia Bullrich se le plantan a este Macri que intenta un regreso triunfal, el principal perjudicado por esta maniobra, Horacio Rodríguez Larreta, no consigue articular una respuesta. Él pensaba que a esta altura del partido el tiempo y los sponsors habrían acomodado la oferta electoral opositora para coronarlo sin necesidad de sudar demasiado. Cometió un grave error.
Esta semana el ex presidente decidió encabezar la tradicional reunión de gabinete del gobierno porteño, que suele conducir el alcalde; en las fotos se ve claramente que ocupó un rol secundario ante su jefe político de toda la vida. El encuentro no se llevó a cabo en la sede del GCBA en Parque Patricios sino en el viejo palacete de Bolivar 1, desde donde gobernaba Macri cuando HRL era su jefe de gabinete.
En su entorno confían en que el ex presidente finalmente no va a jugar el año que viene pero por las dudas aseguran que, si se presenta, lo enfrentará en internas. Cerca de Macri, por el contrario, dan a entender que no tiene el coraje para dar esa pelea, con otras palabras. Con o sin un Macri en la boleta, la polarización que impone el ex presidente es un tiro de profundidad contra la estrategia catch all de Rodríguez Larreta.
El nudo en el conurbano
El obstáculo más importante que tiene el ex presidente para ser candidato es el altísimo nivel de rechazo que todavía encuentra en el conurbano bonaerense, territorio crucial para cualquier elección de esta magnitud. El descrédito en esa zona del país, cuando es profundo, hace inútiles el resto de los esfuerzos para compensarlo: no hay zona núcleo que alcance a equilibrar la balanza si el score en el Gran Buenos Aires es muy abultado.
Es un problema mayúsculo porque ese déficit no solamente compromete las chances de Juntos por el Cambio para ganar la presidencia. La elección en el conurbano, además de resultar clave para dirimir la pelea presidencial, también pone en riesgo la estratégica gobernación de la provincia de Buenos Aires, la composición de la cámara de Diputados para la primera mitad del próximo período y un puñado de intendencias importantes.
Así se entiende que los renovados bríos de Macri, a quien muchos, demasiado pronto, ya daban por retirado, generen resquemores entre los propios, incluso entre aquellos que supieron ser sus aliados más cercanos. La incógnita, en todo caso, es hasta donde será capaz de imponer su liderazgo y cuánta será la resistencia que encuentre no solamente por parte de sus socios políticos sino también de la fuerza que él fundó.