Al filo de la veda electoral, Juntos por el Cambio cerró su campaña con una foto para generar la sensación de unidad. Patricia Bullrich, candidata presidencial, y Néstor Grindetti, postulante para la gobernación bonaerense, dieron la puntada final al recorrido electoral junto al recientemente incorporado Horacio Rodríguez Larreta, y el ex presidente Mauricio Macri.
Con casi todos los presentes con la voz agotada, Bullrich le dio espacio a los referentes que necesitó para intentar sostener un piso de electores. Macri, tal vez la figura más llamativa de la tarde, se llevó el mayor número de aplausos. Desde el escenario, siguió la letra del partido. Por un lado, pegarle a Unión por la Patria, desde lo personal, identificando al candidato. Por otro lado, atacar a La Libertad Avanza, como espacio, por su falta de estructura. Lo describió como un sector "fácil de infiltrar".
Hernán Lombardi fue el animador de la fiestita montada en Lomas de Zamora para polarizar con el kirchnerismo por el caso Insaurralde. Un mensaje bien claro para entrar al balotaje y dejar la pelea con Javier Milei para un segundo tramo, en caso de superar la prueba de este domingo.
Bullrich y Macri se llevan “bien”. Macri y Javier Milei tienen “cero relación” pese a los coqueteos constantes. Macri, se espera, será el primero en reconocer el liderazgo de Bullrich si gana. El futuro del PRO no se debatirá hasta, al menos, el lunes. Si no entran al balotaje, la fractura pareciera estar al caer, pero con el envión de la unidad prefirieron no pensar en ese escenario hasta que ocurra.
Es que ahora, con Mauricio en campaña, Horacio adentro y otros dirigentes de primera línea en pleno trabajo electoral, la alianza se ilusionó con la segunda vuelta. La situación económica fue la clave de un pensamiento racional: con más de 12% de inflación mensual y el dólar en $900, ningún ausente en las PASO votaría a Sergio Massa, tampoco los electores de Larreta.
El jefe de Gobierno porteño nunca dejó de charlar con Macri. Lo que no quiere decir que hayan mejorado en su relación. Los vínculos, que se extienden por dos décadas, los llevaron a estar muy juntos en una época pero distanciados en el último tiempo. “Nunca se quisieron”, aunque se respetaron hasta que Mauricio, en 2021, dejó de hacerlo.
Ese año fue importante para Juntos por el Cambio. Macri se plantó fuera de la cancha, no se metió en los cierres de listas legislativas, sus herederos lo empezaron a jubilar antes de tiempo y el jefe de Gobierno parecía comerse el mundo. Presidenciable hacía, al menos, dos años, Larreta pudo bajar a Bullrich, que resignó su candidatura para darle lugar a María Eugenia Vidal, y mudó a Diego Santilli a la provincia.
Larreta invalidó las PASO competitivas – en la CABA - a fuerza de acuerdos y, si bien ganó, no hizo la elección esperada en la Ciudad. Pero dio la sorpresa en Buenos Aires al ganarle al Frente de Todos. Pero lo que más le molestó a Mauricio fue el intento de jubilarlo.
Por eso, la ilusión de unidad. Macri colaboró para que Larreta perdiera en las PASO pese a haberse manifestado neutral en la interna y ahora, camino a las generales, se acercó más a Milei que a Bullrich, con quien activó campaña en las últimas semanas. Cuando las papas empezaron a quemar.
La incorporación de Larreta no fue menor. Bullrich apareció como la candidata con más dificultades para poder retener todos los votos obtenidos por su alianza en las PASO. Mientras los otros dos nombres competitivos conservaron más del 80% de los sufragios de su competencia o de su propia performance, los del jefe de Gobierno se perdieron en casi la mitad.
De esa fuga, una porción importante, según analizó Sentimientos Públicos entre fines de septiembre y principios de octubre, se fue con Milei mientras que otra fracción lo hizo con Massa, el rival más directo de Bullrich para entrar al balotaje.
Con esos datos sobre la mesa, Patricia encaró la misión de sumar dirigentes, no para ganar sino para evitar perder. Una de las grandes críticas a su manejo post PASO fue, además de la dificultad para reacomodarse, la demora en convocar a sectores que perdieron o más “blandos”. Se encerró en su equipo y sólo recurrió al resto cuando no tuvo más remedio.
El vencedor es, se interpretó, el que tiene la responsabilidad de llamar a los otros. Si no lo hace, nadie se acercará activamente. La mayoría se puso a entera disposición, a la espera de una convocatoria para sumarse a la campaña pero sin roles definidos. Ese fue, hasta hace casi dos semanas, el caso de Larreta. El jefe de Gobierno se manifestó al alcance de las necesidades de Bullrich pero no tuvo novedades en el corto plazo.
La incorporación del ex presidente, tampoco fue menor. En las PASO del 2019, Mauricio Macri conquistó casi al 32% de los votantes. Algo más de ocho millones de voluntades. Ese número creció en las generales de ese año, cuando pasó al 40%, cerca de once millones de personas. En las PASO actuales, Juntos por el Cambio obtuvo el 28% de los sufragios, más de seis millones y medio.
Según datos de la consultora Proyección, el 42% de las personas que eligieron a Macri en 2019 migraron, en 2023, hacia La Libertad Avanza. Eso explicaría por qué el ex presidente, además de su peso simbólico dentro de la alianza, se embarcó en la campaña. Muchas de los votantes identificados con él, optaron por Javier Milei. Comparándolo con los números de las elecciones generales de hace cuatro años, son cuatro millones y medio de sufragantes menos.
Dato no menor, la participación en 2019 fue más alta. Frente al 69% de este año, en aquélla fecha concurrió a las urnas el 81% del padrón. Se espera que este domingo haya un crecimiento en el número de personas que concurran a votar, sin llegar a esos valores de la histora reciente.