Mauricio Macri quiere volver a construir un PRO puro, quiere que el partido amarillo vuelva a sus orígenes, quiere que el espacio incomode a la política – lo que ahora se llama “casta” -. Eso lo acercará, indefectiblemente, a la posición de Javier Milei pero no necesariamente implicará la incursión en el gobierno. El ex presidente tiene más ganas de ser un aliado indispensable que de ocupar una silla que pueda serle perjudicial a futuro.
Por una cuestión matemática, en el PRO saben que La Libertad Avanza les robó gran parte de los votos. En las PASO del año pasado y en las generales de octubre quedaron terceros. En el balotaje, tuvieron que darle su base a Milei que hoy representa a ese sector de derecha antiperonista que supo llevar a Macri a la máxima jefatura del Estado y que encontró, para evitar al kirchnerismo, un referente en otro espacio.
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La diferencia dentro del macrismo radica en qué hacer con esa lectura. Patricia Bullrich y su equipo trabajan para que a Milei le vaya bien y absorba al PRO, convirtiéndose en el nuevo referente, cambiando las caras políticas del último tiempo. Mauricio quiere recuperar la representación que tambaleó el año pasado por, lo que entiende, fue el corrimiento del partido de sus bases. Incomodar a la política tradicional fue una acción adoptada por el economista y de la que no pudo echar mano Juntos por el Cambio por no ser novedad.
Esas posiciones respecto del futuro del PRO también definen la relación del partido con el gobierno. Bullrich no sólo quiere sino que está adentro y tal vez no sea la única. Macri tiene la intención de ser un socio indispensable pero no ser gobierno. Quiere que Milei lo necesite, pero su fortaleza pasará por el Congreso. Ahí, Mauricio apunta a fortalecer la idea de un PRO colaborativo, muy distinto a la actitud de la UCR línea Martín Lousteau–Facundo Manes, que ya votaron en contra del DNU y la ley ómnibus, respectivamente.
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Como presidente del PRO, Macri quiere fortalecer el federalismo del partido, volver a los orígenes, apuntalar una renovación dirigencial y evitar, lo más que pueda, los tironeos internos. En algo de eso avanzó al quedarse con la mayor parte de la nómina. El bullrichismo está preparado, sin embargo, para marcar la diferencia con Mauricio en el instante en que dificulte algunas acciones del gobierno.
El ex presidente ya movió las fichas y se reunió con su vice primera, Soledad Martínez, en sus oficinas de Olivos la semana pasada, no así con el vice segundo, el bullrichista Damián Arabia La intendenta de Vicente López, referenciada en Jorge Macri, no sólo es una cara nueva para la conducción sino que también es mujer y de los pocos jefes comunales que tiene el partido amarillo en el conurbano. Su pata territorial fue de peso a la hora de ser elegida.
Mauricio, que encarará en abril una agenda de la Fundación FIFA que lo llevará al exterior, todavía no se sacó la foto grupal con la nueva conducción del PRO. La semana pasada fue frenada por las inundaciones. Ahora, después de que se especulara con sacarla post Semana Santa, parece haberse postergado. El debate parlamentario del DNU, la ley ómnibus y el paquete fiscal no fueron interpretados como el contexto adecuado para una imagen así.
Aún con Macri al frente del partido, una parte de la UCR no le cerró las puertas a la posibilidad de diálogo con el PRO, incluso después de los chispazos del último tiempo. En el radicalismo cada vez más se profundizan las diferencias. Martín Lousteau, presidente boina blanca, cuestionó la demora de algunos dirigentes a la hora de reaccionar frente a provocaciones o iniciativas perjudiciales. Su intención es la de volver a acercar al partido a la lógica alfonsinista y alejarlo de la extrema derecha.
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Pero no todos se sienten identificados con sus acciones que, de momento, encontraron respaldo en la Convención y un sector del Congreso encabezado por Manes. Sin embargo, los correligionarios encuadrados en el Grupo Malbec, halcón y más cercano al macrismo, no comparten la visión de su presidente. Para este sector, Lousteau quedará en soledad y, en caso de querer aliarse con otro partido político, deberá hacerlo en la misma soledad. En la UCR, las alianzas se definen en la Convención y las expulsiones pueden caer sobre aquellos que sean candidatos junto a otros armados.
La posición de Lousteau se emparenta mucho, por estos tiempos, con la de Horacio Rodríguez Larreta que fortaleció lazos con un sector de la UCR en las últimas elecciones. La estructura del partido centenario es clave para cualquiera con aspiraciones. El ex jefe de Gobierno porteño, de viaje, construye desde el llano y si bien no le interesa mucho el rol legislativo, siempre está la puerta de la elección de medio término.
Desde el entorno larretista sostienen que Horacio todavía no encaró la fase hiperactiva de la construcción de un nuevo espacio, pero habla con todos. Aún no se conformó la fundación desde la cual aportará su know how, ni siquiera tiene nombre pero sí una orientación: el hacer.
Larreta se siente mucho más cómodo con la gestión – de ahí que prefiera lo ejecutivo a lo legislativo -, por lo que su nueva construcción hará foco en eso después del intento fallido del año pasado de intentar humanizarlo. Una imagen que lo mostró incómodo a él y no logró generar el efecto deseado en el votante, por lo que volverá a las bases.