El oficialismo se dio cuenta que no tenía los votos y no le quedó más que devolver el dictamen a comisión, con o sin conocimiento de su regreso a foja cero. Los rechazos a las bases de la delegación de facultades llamaron la atención. Se complicó lo que creyeron que podía salir fácil y, en un nuevo juego del 'todo o nada', retiraron la ley para buscar un enemigo y para justificar el ajuste sobre las provincias porque el objetivo pasaron a ser los gobernadores.
Los mandatarios provinciales de Juntos por el Cambio le propuse a Guillermo Francos, en la previa de la votación, quitar el artículo del Impuesto PAÍS para votar en favor de las emergencias y la delegación de facultades. Este grupo de gobernadores impulsó la idea de dejar sin este tributo tanto a Nación como a las provincias para que Javier Milei, necesitado de recursos, se siente a negociar un paquete fiscal beneficioso para los distritos del interior. Otros jefes prefirieron impulsar la coparticipación ahora, aún con la amenaza de veto presidencial.
Desde el grupo de los diez mandatarios cambiemitas se despegaron de la acusación oficialista de poner trabas y negar herramientas. Sus legisladores, dijeron, votaron en favor de los compromisos asumidos previamente. Es por eso, tal vez, que Oscar Zago, titular del bloque de La Libertad Avanza, apuntó contra Martin Llaryora de Córdoba, pero también contra Gustavo Sáenz de Salta y Maximiliano Pullaro de Santa Fe. Cerca de este último negaron que haya impulsado el rechazo y adjudicaron el goto negativo de algunos santafesinos a otros ascendentes políticos.
Una vez más, no se entendió por qué Javier Milei decidió confrontar directo con los jefes provinciales, metiendo a todos en la misma bolsa. El presidente que gestiona por Twitter anticipó alguna respuesta con sus likes: ajuste brutal y costo político en manos de los gobernadores. El round dos de esta pelea: el plano simbólico, quién se hace cargo del fracaso de una política o del mal pasar de la población.
La suerte del proyecto pasó por la imposibilidad de llegar a un acuerdo con gobernadores que, claramente, no se pudo concretar. Al menos no en todos los niveles. Milei tuvo apoyo en la declaración de emergencias, en la delegación de facultades pero se chocó contra una pared al encarar los alcances de esas facultades y, claramente, todo quedó empantanado en la puerta de las privatizaciones.
Cerca de un diputado que aportó una voluntad en contra desde el bloque dialoguista de Hacemos Coalición Federal se explicó que los gobernadores no quisieron seguir con el juego del desfinanciamiento absoluto.
Hubo, además, un momento llamativo en la votación, una suerte de antes y después que pudo ser casualidad o un plan que salió mal. Durante uno de los tratamientos, el de eliminación de fondos fiduciarios, Nicolás Massot planteó una objeción puntual con un fideicomiso, con la intención de removerlo del listado a retocar en manos presidenciales.
Al conceder esta solicitud, habiendo rechazado otras, se leyó una suerte de acuerdo previo a espaldas del resto. Ante esta situación, hubo un pedido para evitar tratos diferenciales y, desde entonces, los números empezaron a cambiar. El inciso de los fideicomisos fue rechazado y los bloques colaboracionistas empezaron a votar masivamente en contra de artículos clave. No pareció estar en los planes.
Se esperó, en la previa, que el artículo 5 de reorganización del Estado saliera aprobado sin inconvenientes pero en la primera prueba de fuego el gobierno perdió por 35 votos. Una diferencia abismal. Y desde allí todo fue declive. Cada vez más, los rechazos se acumulaban, algo que un oficialismo no puede sufrir, sobre todo en artículos clave.
El gobierno perdió la mitad de las votaciones y una de ellas salió 98 votos positivos a 150 negativos, el destino estaba sellado. Sin embargo, el oficialismo no asumió la desventajosa situación numérica en que se encontraba - no por el resultado sino por la cantidad de diputados -, según relató una diputada que puso sus votos negativos.
Desde los sectores amigables pidieron diálogo y modificaciones para avanzar con la ley. En realidad, con una ley. De haber accedido, La Libertad Avanza hubiera abandonado su proyecto para acompañar el del radicalismo y el de Hacemos Coalición Federal. Por eso, no hubo flexibilidad hasta que los jefes de bloques aliados les plantearon, en una reunión privada, que no tendrían el número garantizado si no empezaban a conceder algunas cuestiones.
La Libertad Avanza fue la que decidió retirar el dictamen ante la falta de un acuerdo pero, sobre todo, ante las nulas ganas de alcanzar uno. Frente a los ex Juntos por el Cambio, les pidieron los votos para volver a comisión.
Esto se decidió en un cuarto intermedio pedido por Miguel Ángel Pichetto. Su bloque fue uno de los que aportó una interesante cantidad de voluntades en contra de cada uno de los articulados, pero se intentó despegar al rionegrino de una suerte de traición al acuerdo - roto - con el gobierno. El ex senador votó a favor en cada uno de los desafíos. "Pichetto cumplió", se dijo ante los señalamientos.
Hacemos Coalición Federal fue creado por una conveniencia administrativa. Hay un núcleo duro en su conformación pero el resto fueron adhesiones hechas para ganar sillas en comisiones. De ahí la división total en cada instancia decisiva.
Lo cierto es que nada de lo ocurrido estuvo en los planes. Unión por la Patria había previsto podar las facultades extraordinarias, pero no tenía el número. También quiso complejizar el debate en torno a las privatizaciones, pero probablemente sin resultados favorables. Menos que menos, tan favorables. Ni Germán Martínez ni Myriam Bregman fueron invitados a la reunión que Martín Menem hizo junto a jefes de bloques colaboracionistas.
Para la UCR tampoco fue un escenario esperado. Se creyó, al menos desde quienes quisieron acompañar, que el gobierno podría aceptar cambios, negociar, hacer concesiones para avanzar con una ley completamente distinta pero, a fin de cuentas, avanzar. El gobierno jugó al todo o nada y no pudo ser.
Después de la jornada histórica, hicieron una reunión de bloque que funcionó más como una catarsis que como una instancia estratégica. Muchos se mostraron molestos por el destrato y maltrato del gobierno, sobre todo si se tiene en cuenta que acompañaron el fallido proyecto en general la semana pasada. Además, sólo seis diputados se opusieron a las emergencias, por lo que el apoyo fue casi total.
El PRO ratificó su apoyo - aunque se rumoreó que el espacio ya no quería seguir perdiendo, algo que Pichetto tampoco deseó, dados los resultados -. Mauricio Macri apuntó contra los falsos profetas del cambio y se empezó a generar un nuevo enemigo. Todavía no quedó en claro el detonante de los colaboracionistas, lo que ocurrió para que cambiaran de posición, pero se coincidió en que los errores en la ley y el maltrato oficialista empujaron el quiebre.