La Libertad Avanza tuvo una buena noticia a medias. En forma ajustada con el rechazo y casi al borde del fracaso, logró alzarse con el dictamen de mayoría con una cantidad de disidencias tan importante que pareciera anticipar, en el recinto, el fracaso del proyecto ómnibus tal como fue presentado y, luego, modificado. En la estrategia cambiemita pesaron dos conceptos clave: evitar que Unión por la Patria triunfe e intervenir una gran parte de la ley cuando se debata en el pleno de la Cámara.
El gobierno se alzó con 55 firmas, 34 en disidencia parcial. El número se alcanzó con votos de La Libertad Avanza y aliados; el PRO, ocho radicales, cuatro de Hacemos Coalición Federal y dos de Innovación Federal. Unión por la Patria conquistó 45, constituyéndose como primer dictamen de minoría.
La debilidad parlamentaria del oficialismo se hizo sentir, como también la necesidad de un sector de votar en contra del kirchnerismo. En el plenario de comisiones, el gobierno necesitó de todos. Con solo seis diputados en Asuntos Constitucionales, cinco (más José Luis Espert) en Presupuesto y cuatro en Legislación General, no pudo no echar mano de los potenciales aliados que mostraron divisiones.
Recién a la 1:30 consiguieron los votos necesarios para avanzar. El peronismo ensayó una jugada que los puso contra las cuerdas. Por reglamento, para poder impulsar el dictamen se necesita que la mitad más uno del plenario haya estampado su firma. Unión por la Patria guardó su propia iniciativa para forzar al oficialismo a conseguir ese número complejo que, por momentos, pareció imposible pero finalmente se alcanzó.
El debate dejó al descubierto la inexistencia de nexos entre los bloques del ex Juntos por el Cambio para adoptar posiciones comunes. Cada uno de los espacios que supo integrar la alianza adoptó estrategias diferentes, desde la unanimidad hasta la división pasando por la ficción de la nula fisura interna pese a las visiones disímiles respecto del proyecto de ley y sus tiempos.
Todos esos casos fueron llamativos, por sus propias particularidades. El PRO, que enfrentó una sangrienta PASO electoral el año pasado, fue el que mostró mayo cohesión interna. Si bien algunos diputados puedan tener visiones un poco más críticas respecto a determinados puntos que otros, larretistas, bullrichistas y macristas mostraron la intención de acompañar con observaciones a tópicos como retenciones o jubilaciones.
Un diputado macrista confesó, durante el debate, que hacía tiempo no se veía tanta unidad dentro del bloque. Cada uno se acercó a las reuniones con observaciones puntuales que no impidieron llegar a acuerdos y caminar todos para el mismo lado. Toda una novedad. Lo que no hicieron fue militar el proyecto de La Libertad Avanza.
El oficialismo pudo tener a Cristian Ritondo como presidente de la Cámara pero el gobierno decidió ir por otro lado, por lo que la tarea de recolectar los votos pasó a ser pura y exclusivamente del partiendo gobernante. El PRO se encargó de alinear a los propios pero no de buscar por fuera del espacio amarillo. De hecho, en la previa a la decisión final, se dedicaron bastante a mirar las acciones de los vecinos, pero no a convencerlos.
Para Hacemos Coalición Federal, el camino no fue sencillo. Pasada la una de la mañana y con el dictamen en riesgo por firmas ajustadas, tres legisladores de este espacio dieron por concluidas las negociaciones con Martín Menem, en el despacho presidencial, para garantizar la inclusión de los puntos exigidos por los jefes provinciales. Los encargados de hacerlo fueron Nicolás Massot, Oscar Agost Carreño e Ignacio García Aresca.
Con fuerte incidencia de las provincias, cada uno defendió lo suyo, lo que creyó más conveniente para sus gobernadores y el bloque, armado hace poco gracias a la reunión utilitaria de espacios políticos con identidad propia, no pudo evitar las autonomías.
Los primeros que adelantaron un dictamen aparte fueron los lilitos de la Coalición Cívica. Con una representación menor – un voto por comisión -, la incidencia no fue abrumadora pero anticipó un debate conflictivo en el recinto. Retenciones, jubilaciones y delegación de facultades, además de la incorporación de modificaciones al régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego, fueron los puntos centrales que llevaron a diferenciarse del oficialismo.
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“Vamos a ofrecer nuestra propia herramienta al país y al Gobierno, nuestro propio Dictamen, que creemos que va a ser más serio, más ordenado y más justo que el que nos propone el oficialismo. Hay mucho por mejorar, sobre todo porque vemos una injusticia intolerable para nosotros”, dijo Juan Manuel López, quien supo oficiar de jefe de bloque de la Coalición Cívica hasta el 10 de diciembre, para referirse a la eliminación de la fórmula de movilidad jubilatoria.
En algún momento se especuló con la posibilidad de que Margarita Stolbizer, del GEN, y Mónica Fein, del socialismo, ambas también parte de Hacemos Coalición Federal, se sumaran al dictamen de los lilitos, pero no se pudo evitar la fragmentación y fueron con uno propio. El hecho de no conseguir plegarse para sumar músculo debilita las opciones alternativas. Pero las disidencias fueron importantes en este contexto.
El caso del radicalismo fue particularmente interesante. A la unidad del PRO y la división de Hacemos Coalición Federal, se le sumó la unanimidad ficticia de la UCR. “Brillante, no hay dictamen propio” del bloque, analizó un diputado después de tomar la decisión de que una parte mayoritaria acompañe con disidencias y otra se abstenga de firmar el texto.
Después de una reunión de bloque de más de dos horas, convocada antes del plenario de comisiones para definir una posición, los radicales resolvieron que un grupo pueda oponerse al proyecto del oficialismo pero con acuerdo de no firmar y evitar un dictamen propio para mostrar que, más allá de las diferencias internas que puedan tener, no quedaran como un bloque dividido.
El peso de los diputados más críticos no fue mayor dentro de las comisiones pero será central en el debate en el recinto que, todavía, apunta a hacerse en forma apresurada. El radicalismo contabilizó 175 disidencias sobre alrededor de 500 artículos. Un número más que abrumador que podría haber motivado un dictamen aparte pero no lo hizo.
Lo que los diputados esperan es modificar, en el debate en el recinto, una gran cantidad de los contenidos abarcados en el proyecto, ya sea con cambios o con rechazos como en el caso de las retenciones. Este punto no fue incorporado en la negociación encabezada por los gobernadores, actores clave para el acuerdo, durante la tarde del martes.
Los mandatarios abarcaron la coparticipación de la CABA, coparticipación de lo recaudado por el blanqueo o la no eliminación de algunos fondos fiduciarios. Pero retenciones no se incorporó porque, esperan, serán rechazadas en el recinto. “Pueden irse con un dictamen pero quedarse sin ley”, anticipó el crítico radical formoseño Fernando Carbajal en la comisión, por la falta de acuerdos políticos.
"Hemos decidido acompañar el dictamen de mayoría para que se trate en el recinto pero tenemos serias disidencias con el proyecto, será una larga sesión en la Cámara", anticipó Atilio Benedetti, de la UCR.
El debate será desordenado. Si la intención de los colaboracionistas es votar en general pero hacer cambios en particular, la persecución de los números será difícil para todos. La modificación de cualquier artículo tiene que ser propuesta por un diputado y autorizada por el miembro informante de la comisión que propone el texto, en este caso oficialista. Por lo tanto, podría negar la acción y, en ese caso, forzar el tratamiento de cada artículo tal y como llegó al recinto.
En ese caso, el rechazo debería ser la norma si en Juntos por el Cambio no están de acuerdo y Unión por la Patria mantiene la posición. Pero en caso de habilitar las modificaciones, quien las solicite también deberá encontrar aliados. El debate no podrá ser exprés y cada artículo demandará horas de tratamiento porque cada artículo es una ley en sí misma.