Lo que a principio de año parecía claro, dejó de serlo. Con el paso del tiempo y la cercanía de las elecciones, los distintos actores empezaron a tomar posicionamientos más claros, tanto en relación a los armados generales como a sus aspiraciones personales. El candidato natural del PRO empezó a desdubujarse y los que parecían ser aliados indiscutidos comenzaron a mostrar sus cartas. Lentamente, ya no todos juegan con todos. Empezaron los agrupamientos, las alianzas estratégicas para el año que viene y las consecuencias de las decisiones se verán más adelante. Hasta ahora, todos creen tener la capacidad para enfrentar la carrera hacia las urnas, se celebra la competencia y se mira con cierta preocupación, aunque sin desesperación, y el desorden cara vez más grande. Momentáneamente, el más perjudicado pareció ser el jefe de Gobierno, al que se le alborotaron las fichas pero, dicen, no pierde el eje.
Pareciera que Jorge Macri se cansó de esperar el apoyo explícito de Horacio Rodríguez Larreta y empezó a jugar fuerte para demostrar que cosechará las distintas bancas del PRO tras su candidatura en la Ciudad de Buenos Aires. El primero que le dio el espaldarazo fue su primo, Mauricio, luego le siguió la foto con Patricia Bullrich, que lo abrazó como su nombre en la Ciudad y, ahora, sumó una recorrida con Cristian Ritondo, postulante en la provincia de Buenos Aires.
Lo llamativo es que los tres dirigentes están fuera de la órbita del jefe de Gobierno porteño. Con Mauricio, Larreta encabezó un enfrentamiento cruento que se profundizó con el correr de los meses. El ex presidente se encargó de marcarle la cancha, una y otra vez, con la intención de que abandone el dialoguismo y se ate a la estrategia de la profundización de la grieta. De hecho, fue el propio líder amarillo el que se empecinó en crearle obstáculos al capitalino al generar nuevos candidatos para la Casa Rosada. La semana que viene, Mauricio y Horacio podrían verse.
Frente a una carrera casi natural del mandatario de la Capital, hizo crecer al menos a otros dos contrincantes, en lo simbólico y en lo estructural, como Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal. A la primera, le dio equipo, le cedió armado en la provincia de Buenos Aires y la levantó como la figura más cercana a su forma de pensar. De hecho, se transformó en el primer plan B de aquellos que quisieran a un Macri presidente pero, ante la posibilidad de que eso no ocurra, empezaron a buscar alternativas. A la ex gobernadora, Mauricio también la subió al ring con un tono más paternalista.
Ambos tuvieron un cortocircuito en la relación después de la derrota electoral del 2019 y lograron recomponer los lazos. Si bien el ex presidente la considera una dirigente valiosa, todavía la ve como una figura en recuperación post trauma en los comicios de hace tres años. Según los sondeos, la diputada empezó a medir muy bien en el interior del país pero nadie se animó a verla en un juego fuerte para el 2023, más bien parte de una construcción hacia el 2027.
Otra de las figuras con las que Jorge Macri se sacó una foto fue Patricia Bullrich. La presidenta del PRO es la principal contrincante de Horacio Rodríguez Larreta. Si bien las diferencias empezaron a sentirse hace tiempo, desde la pandemia, la división entre ambos recrudeció en los últimos dos meses. El inicio del conflicto fueron las vallas en la casa de Cristina Kirchner, momento en que la ex ministra acusó al jefe de Gobierno de tibio. A partir de ahí, se sucedió una serie de episodios de indirectas, tanto en redes sociales como en medios de comunicación y la batalla terminó con una amenaza directa de Bullrich al jefe de Gabinete de Horacio.
En ese entonces, Bullrich buscó condicionar a Larreta a la hora de tomar decisiones. Lo quiso obligar a hacerse cargo, en soledad, de sus idas y vueltas, o contar con el apoyo de sus socios siempre y cuando mantenga una posición dura. Eso generó mucho enojo dentro del larretismo, incluso el propio Jorge Macri no había estado de acuerdo. Pero ante la falta de definiciones y el paso del tiempo, el ministro de Horacio se sacó la foto con Patricia. Ellos dos siempre tuvieron buena relación.
La última foto fue con Ritondo. También llamativa. Ritondo es el principal competidor de Diego Santilli en la provincia de Buenos Aires, por lo tanto del proyecto larretista. El ministro de Larreta había resistido, el año pasado, el desembarco del porteño en el territorio bonaerense pero después de varios meses de negociaciones, accedió y su candidatura en la CABA en 2023 formó parte del gran acuerdo.
Ritondo, por su parte, es el candidato de María Eugenia Vidal, trabaja con Néstor Grindetti, de Mauricio Macri y ya tuvo su acercamiento con Patricia Bullrich, que también tiene a sus nombres bonaerenses. El gran nexo entre todos ellos, el ser locales. El otro gran nexo, estar frente al proyecto de Horacio, que vio alborotado el avispero en los últimos días.
En el enorme armado larretista se escondió la señal de crítica, enojo o sentimiento de traición. Las jugadas fueron interpretadas como parte de la lógica electoral con la salvedad de que, en política, todas las acciones tienen consecuencias y cada actor decide qué y con quién quiere mostrarse. Algunos gestos que, evidentemente, quedarán en la memoria amarilla porteña a la hora de tener que inclinar la cancha.
En el aire porteño flota un sentimiento de malestar. Si bien se respira una aparente paz, se hizo notoria la incomodidad. Para el PRO porteño, Jorge quiso mostrar su capacidad para aglutinar apoyos desde distintas latitudes amarillas. Para otros actores del macrismo, también se volcó hacia el individualismo, el juego propio.
El gran objetivo del PRO es lograr un solo candidato en la Ciudad de Buenos Aires. Si hubiera una PASO entre cuatro opciones, una radical y tres amarillas, el macrismo podría perder. Si sólo hubiera una contienda entre la UCR y el macrismo, la diferencia a favor de este último sería muy grande. Pero, con un escenario aún fragmentado, se hizo necesario acelerar movimientos.
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En ese contexto, no se comprendió la estrategia de Larreta. El jefe de Gobierno está en contra de la designación de candidatos a dedo y optó por dejar jugar a todos los que quieran jugar, sin beneficiar ni perjudicar a ninguno, incluso con aquellos que no están dentro del universo macrista. El mandatario se abocó a buscar mantener la coalición en la Ciudad y se mostró con todos, con mucha cercanía con Martín Lousteau. Eso generó mucha molestia porque para las filas amarillas es inaceptable la ambivalencia entre los espacios.
El capitalino, por su parte, está convencido de que su nombre será PRO pero que todavía no es momento de designarlo. En potencial, Jorge es el candidato de Larreta y, en potencial, Jorge es parte de la construcción de Larreta. Pero nunca hubo un pacto sellado. Fue algo tácito que, ahora, podría estar menos claro. Para el mandatario, los nombres son el ministro, el titular de Salud, Fernán Quirós, la jefa de Educación, Soledad Acuña, y el vidalista Emmanuel Ferrario. Fuera de las fronteras amarillas, Martín Lousteau por Evolución y Roberto García Moritán por los liberales cambiemitas.
Hasta el momento, Jorge Macri contabilizó los apoyos de su primo Mauricio, de la presidenta del partido Patricia Bullrich, de los diputados nacionales Ritondo, Waldo Wolff, Gerardo Milman y María Sotolano, de los intendentes Néstor Grindetti, Julio Garro, Soledad Martínez , Ezequiel Galli, Pablo Petrecca, Mariano Barroso, Javier Martínez y los legisladores bonaerenses Cristian Gribaudo, Verónica Barbieri y María Paula Bustos.
En Buenos Aires también se intentará algo similar. La gran diferencia es que, en ese distrito, los distintos postulantes ya tienen padrinos designados. Allí, Larreta no dudó en acompañar a Santilli; Vidal lo hizo con Ritondo; Macri con Grindetti; Bullrich con Javier Iguacel y Joaquín de la Torre. Frente a semejante dispersión, que se potenció con la aparición activa del ex presidente, el macrismo todavía apuesta por una suerte de acuerdo que permita una lista de unidad amarilla. Sin divisiones, Juntos podría llegar a hacer una elección competitiva.