Seis mesas diferentes orbitan la campaña de Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gobierno que no tiene problemas en mostrarle su compleja estructura a Patricia Bullrich, el polo opuesto, casi una freelancer con ímpetu de la travesía constante y las reuniones. Ambos estarán de viaje el fin de semana, ambos tienen intenciones de jugar en 2023, el primero desea la presidencia como quien espera un café con medialunas después de un análisis de sangre. Camino a ello, armados. Nacionales, locales, federales, de coordinación, de estrategia y de cuidado de gestión entendiendo que su nombre puede ser fundamental para cualquier otro postulante del espacio. En el medio, otra mesa, esta vez la nacional, que pospuso su encuentro presencial para intentar encontrar un camino unificado en el debate por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Larreta y Gerardo Morales tienen un problema que Facundo Manes y Bullrich no poseen, la gestión. Los dos tienen algo que perder, la gestión de la CABA y de Jujuy. Cualquier error puede enterrar sus pretensiones presidenciales, de ahí la necesidad de caminar con pie de plomo y cuidar cada aspecto. Para cuidar el futuro, tienen que cuidar el presente pero sin olvidar la construcción del 2023. El jefe de Gobierno armó una compleja estructura a su alrededor. Tiene una mesa ocupada del armado en la provincia de Buenos Aires, otra centrada en la Ciudad, una tercera para las 22 provincias restantes y una cuarta, más que mesa es un banquito, de coordinación. Todas están dirigidas por personas del núcleo larretista más cercano al mandatario de la CABA, hombres que le pidieron que hiciera un paso al costado en la conducción del entramado.
Diego Santilli se convirtió, en ese grupo, en una figura importante. Coordinando la construcción general, el diputado se propuso colaborar con la campaña porque sin Nación no hay provincia de Buenos Aires en 2023. La PBA será fundamental pero el candidato a la presidencia será clave en el juego de arrastre. En ese rol, Santilli ya habló con una gran cantidad de dirigentes del interior para federalizar los cimientos larretistas y levantar una estructura más allá del AMBA.
Pero el jefe de Gobierno tiene más mesas. Por un lado, la que integran Santilli, Jorge Macri y Cristian Ritondo, con la posibilidad de sumar a Emilio Monzó, que por ahora sólo se juntó a charlar de política pero tiene la intención de pensar la campaña. Desde Uspallata le bajan un poco el precio, aunque una mesa no se le niega a nadie. La más importante de todas, sin embargo, no es nueva, tiene seis años, nunca dejó de funcionar y se reunirá esta semana, la llamada "mesa estratégica".
Ese espacio está formado por varios dirigentes cercanos a Larreta y nació cuando llegó a la jefatura de Gobierno. Está Santilli, también el armador Eduardo Macchiavelli y Fernando Straface, un hombre con la mirada puesta en la construcción porteña y el armado de la agenda de Horacio, en especial la internacional aunque este fin de semana viajarán a Mar del Plata. Dentro de los convocados están Christian Coelho de la de la Secretaría de Medios, Federico Di Benedetto, pieza central en la campaña bonaerense 2021, el jefe de Gabinete Felipe Miguel y comenzó a sumar presencia Juanjo Méndez, asesor general del Gobierno, que esta semana viajó a Córdoba. Ellos se volverán a reunir esta semana.
A un año y medio de las elecciones, en la Ciudad no hay confianza ciega pero sí cierta tranquilidad por la posición de Larreta en la carrera hacia las urnas. Por el momento, se entiende que Bullrich sigue en la línea de largada - de hecho, esta semana se reunió con Mauricio Macri - pero que no llegará al final del recorrido presidencial por falta de estructura. Este viernes, por ejemplo, se mostró con Ricardo López Murphy en una foto casi de campaña. Dos porteños que le hablan al mismo electorado. En ese contexto, no se descarta que termine jugando por la Ciudad aunque sin un futuro certero.
Hasta el momento, el Gobierno porteño se encargó de cumplir con la Teoría del Metro Cuadrado de Jaime Durán Barba que indica que las personas subordinarán sus decisiones a cómo viven la Ciudad, con qué se encuentran de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. El pasto corto, las plazas con juegos o máquinas para hacer ejercicio, distribuidores de tránsito, veredas en condiciones y muchos ejemplos más que el PRO intentó cuidar. Ahora, por una cuestión casi de tiempo, se dejó ver el temor por la posibilidad de un cambio de signo. Una suerte de cansancio ciudadano frente al pasto corto, con exigencias más progresistas. En ese escenario, no se descarta una buena performance de Martín Lousteau.
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Pero la mesa más inmediata será la nacional de Juntos por el Cambio. Pautada para el miércoles, la reunión presencial se pasó para el jueves con el acuerdo con el FMI en la agenda. En principio, la oposición entiende que no hay material sobre el cual debatir, no llegó el entendimiento al Congreso de la Nación y se aguardan las recomendaciones o mejoras que le puedan hacer los diputados oficialistas en la antesala. Esta semana que terminó, la oposición dejó ver diferencias internas en torno al pacto, desde los que plantean la responsabilidad hasta los que quieren o amagan con obstruir cualquier avance.
La Coalición Cívica y el radicalismo se mostraron proclives a esperar, a analizar y actuar con criterio frente a un acuerdo tan importante. El PRO se puso la camiseta de la confrontación y ya sostuvo que el oficialismo debería votar de forma unánime para lograr el acompañamiento macrista. Sin definiciones, se analiza la posibilidad de abstenerse para no bloquear el pacto pero no sumar voluntades positivas.