Así como Javier Milei tiene que garantizar, para el balotaje, los votos conseguidos en las generales, Mauricio Macri y Patricia Bullrich se embarcaron en la tarea de sostener argumentos que sirvan para convencer, a su electorado, de que el libertario - a quien no votaron ni en agosto ni en octubre - es la mejor opción. Cada uno encaró una dinámica diferente y un público aparte.
Camino a las generales, Bullrich mostró el equilibrio dirigencial. Con Macri cerca, necesario pero peligroso debido a su mala imagen, intentó moverse junto a él para no perder votos halcones pero buscó no tenerlo muy presente para no espantar voluntades.
Cerca del balotaje, algunos prefirieron guardarse en la previa para no militar la prescindencia, como es el caso de Horacio Rodríguez Larreta o los gobernadores, que pujan por el poder pero públicamente no eligieron bando. Los halcones tienen, en cambio, otros desafíos.
Después de haber acaparado la comunicación de campaña, las primeras jornadas después del pacto con Milei, los referentes halcones del PRO bajaron sus apariciones mediáticas. La ausencia momentánea en pantallas y diales empezó a generar suspicacias que ambos campamentos negaron.
Cerca del ex presidente aseguraron que Mauricio nunca hizo demasiada presencia en medios de comunicación y que la semana pasada, con cinco apariciones diferentes, dejó bastante en claro su posición. Por el momento, no tenía nuevas incursiones públicas programadas.
Bullrich, por el contrario, tendrá apariciones esta semana, lo que sirvió para desmentir cualquier teoría sobre silencios cuidados para no perjudicar a Milei ni quitarle protagonismo o fomentar la huida de legisladores electos.
Patricia será la protagonista, este jueves, de una charla destinada a explicar el concepto de "libertad para el cambio". Es que la estrategia del PRO no es la misma que la de La Libertad Avanza. Los macristas no apostaron por un apoyo ciego a un externo sino por la idea del cambio.
Los ejes de campaña de ambos sectores encararon para lugares diferentes. Al ser otra fuerza política, quienes optaron por acompañar a Milei no hicieron gala de una banca incondicional sino que prefirieron ubicarse conceptualmente fuera del gobierno pero claramente en contra del peronismo.
Por eso negaron, en varias oportunidades, que se hayan cerrado cargos en un gabinete o que pueda haber una confluencia en el Congreso. Ambas cosas podrían suceder pero el mensaje a transmitir fue otro.
Los duros de Juntos por el Cambio se abrazaron al antiperonismo, a la necesidad de transformar el signo político gobernante y llevarlo hacia el liberalismo. La campaña no es por Milei sino por la vuelta de página.
Por eso, negaron que haya habido un silencio orientado a no perjudicar a Milei. De ambos campamentos se negó una situación semejante pero, sobre todo, se rechazó la idea de que cualquiera de las dos tribus le haya pedido algo a la otra.
Si bien Bullrich se puso a disposición de las necesidades de Milei desde el inicio, las campañas encararon carriles separados. El libertario le habla a su electorado, mientras que Macri y la ex candidata intentan atraer al propio hacia las filas de La Libertad Avanza.
Por eso, los macristas se abrazaron a los conceptos de pactos parlamentarios y garantía de la gobernabilidad, o la serie de once puntos presentados por Bullrich el día del anuncio del acuerdo. El hecho de haber descartado propuestas poco votables, como la venta de órganos, la libre portación de armas o el exterminio de la educación pública fue clave para convertir a Milei en una figura más aceptable.
Pero, en paralelo, el libertario no declinó sus pretensiones de eliminar el Banco Central o avanzar hacia la dolarizacion (parte del proyecto le resulta interesante al PRO duro). Cada uno buscó atraer a los propios en un escenario en el que el centro pareció quedarles lejos