Horacio Rodríguez Larreta está en modo campaña hace mucho, aunque en general las actividades se incluyen dentro del gran concepto de "agenda política". La intensidad irá en aumento con el correr del tiempo y el discurso también tomará un tinte cada vez más electoralista. Regresado de su gira por Israel, hizo pie en el conurbano bonaerense y en los próximos días se concentrará en la gestión. El jefe de Gobierno encaró la actividad de equilibrista y camina la delgada línea que separa el comandar un distrito y postularse para otro. La misma que también separa el riesgo que implica la responsabilidad de gestión y el gran megáfono que es la Ciudad.
Larreta se mueve entre cuatro ejes fundamentales. El primero, la gestión. No abandonar la conducción porteña. Este punto incluye dos factores importantes: la visibilidad, muy positiva y amplia desde la Ciudad, y los imponderables, en menor medida. El incendio de la semana pasada en Recoleta estuvo dentro del último grupo y si el operativo porteño no hubiera respondido de forma veloz, podría haberle puesto fin a su carrera política.
Pero la visibilidad es lo más destacable de la gestión porteña. Las doce conferencias de prensa hechas durante la pandemia junto a Alberto Fernández y Axel Kicillof le dieron mucho volumen nacional al jefe de Gobierno. Fue su mejor momento en las encuestas, un tiempo al que todavía no pudo volver.
Otro de los ejes de la construcción larretista es la unidad de Juntos por el Cambio pese a los tironeos de los últimos meses. El tercero es el fortalecimiento de los dirigentes con visitas al conurbano todas las semanas, generalmente jueves y fines de semana y, por último, los viajes al interior del país cada 15 días con una agenda muy ajustada y esquemática. Apariciones cortas y precisas, solo para la cita programada.
Después de sus viajes a Madrid e Israel, probablemente la agenda internacional pueda calmarse un poco para concentrarse en el territorio nacional con anuncios cada vez más ligados a lo electoral, como lo fue el proyecto de "listas abiertas" para atraer a desencantados con la política. La iniciativa presentada por Jorge Macri, que se acomoda como el posible elegido para disputar la Ciudad, tuvo el visto bueno de Mauricio y también funcionó como un guiño hacia el ex presidente. A su vez, abrió la puerta a una campaña por fuera de los límites legales de la campaña con afiches y propagandas.
La gira de Larreta por Israel fue analizada de forma positiva, tanto para la gestión como para la campaña. Sin embargo, no tuvo tantas repercusiones como un viaje de Macri a Estados Unidos para dar clases. Horacio, como jefe de gobierno, ya visitó 22 ciudades de 16 países lo que lo colocó, según la visión interna, como una persona con visión global y buenos vínculos internacionales. En las últimas dos semanas se reunió directamente con dos presidentes, el de Israel y el de Uruguay, y todavía tiene un vuelo previsto con destino a China para el 2022. En octubre, en tanto, la CABA será anfitriona de la Cumbre Global de Alcaldes con más de 40 caciques de todo el mundo.
Sobre la visita a Israel, la Ciudad quedó conforme por dos cuestiones. Una, la escucha de un plan antiiflacionario que calificaron como exitoso porque, desde los '80, el país de Medio Oriente redujo el índice del 500 al 2,3%. La segunda, el concepto del consenso. La necesidad de un amplio acuerdo político para lograr resultados económicos. Este es, tal vez, el eje fundamental de la campaña.
El jefe de Gobierno pregona, hace tiempo, la necesidad de lograr un consenso del 70% que excluya al Kirchnerismo. Según se equipo de campaña, a diferencia de la estrategia de Patricia Bullrich, Larreta no busca caminar por el centro sino ampliar desde la derecha hacia el centro. La jefa del PRO buscaría la extensión pero hacia la extrema derecha.
Estratégicamente, para el equipo del jefe de Gobierno, Javier Milei está bien posicionado donde está. Cayó en las encuestas, le sigue comiendo más votos a Juntos por el Cambio que al Frente de Todos, pero ya es una figura conocida que no los inquieta como dirigente. Siempre y cuando no crezca, por supuesto. El temor es que pueda aparecer alguien más preparado y que apunte al mismo electorado. Por lo tanto, mejor que sea él. Y, en caso de consolidarse como tercera fuerza, que aporte sus votos en un eventual balotaje con el oficialismo.
El comando de campaña no frena un segundo. Las oficinas ubicadas en la zona norte de la Ciudad concentran los pensamientos, diagramas y análisis. En su entorno están convencidos de que Mauricio no será candidato, que Bullrich acordará y se bajará de la carrera electoral y que el jefe de Gobierno tiene equipo, aportes y estructura para encarar la travesía presidencial.
Los números no son tan buenos como en otro momento pero tampoco dejan que los inquieten en público. Están bajo cuatro llaves, no los mandan a difundir en los medios y, en caso de hacerlo, jamás serán los malos. Miran dos indicadores, la imagen positiva y los pisos y techos. En el análisis, Larreta es el único con techo alto. Por mucho.
Por eso, el jefe de Gobierno tiene la cabeza puesta en el armado de consensos. Él dice que su objetivo no es llegar a la presidencia sino llegar y poder gobernar. Por eso arrancó con la ronda de diálogo con distintos dirigentes, entre los que también se incluyen reuniones sin foto con dirigentes de la CGT, y piensa en un gabinete de coalición. Un vice radical y un jefe de gabinete peronista no kirchnerista. Un gabinete con alrededor de cuatro ministros PRO. Entre ellos, Hernán Lacunza se posiciona como el posible ministro de Economía. Hoy es el coordinador económico del partido y el asesor de Larreta en la materia.
Hasta el momento, los números larretistas les marcan que es el mejor posicionado del PRO en el resto de las provincias, que sólo en dos lidera Patricia Bullrich y que la reaparición de Macri la complica más a ella que a él. El ex presidente y su ministra comparten electorado, ella ocupó el lugar que Mauricio dejó vacante y ahora volvió para reclamar.