El viernes a las 14, la UCR elegirá su nueva conducción por los próximos dos años. En pleno momento de redefiniciones, tras la ruptura formal de Juntos por el Cambio, el radicalismo apostará por fortalecerse y generar una articulación sólida entre los gobernadores y el Congreso, los dos lugares donde las esquirlas de la alianza aún mantienen poder.
Martín Lousteau apareció como el nombre con los delegados necesarios para poder convertirse en el nuevo presidente del Comité Nacional. Si bien el 2023 no fue un gran año para ninguna de las fuerzas políticas tradicionales, el espacio del senador porteño pudo ganar un gobernador – Maximiliano Pullaro en Santa Fe – e instalar otras figuras importantes.
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Una de ellas, Rodrigo de Loredo en Córdoba que, además, es jefe de la UCR en Diputados. En algún momento, se barajó la posibilidad de que Evolución pueda resignar la titularidad de ese bloque para quedarse con el Comité, pero el Congreso será demasiado clave como para abandonar cualquier pretensión.
Además del cordobés, Lousteau cosecha apoyos en Buenos Aires, con el senador y líder del partido provincial, Maximiliano Abad. El dirigente oriundo de Ranchos fue cabeza de lista legislativa de Patricia Bullrich, mientras que el porteño acompañó a Horacio Rodríguez Larreta. De hecho, no participó de la foto de la derrota el 22 de octubre pese a haber estado en el búnker, aunque con una invitación tardía para, solamente, delinear una estrategia que se desdibujó rápidamente.
La Capital Federal es una tierra clave para Lousteau. Con los apoyos de Emiliano Yacobitti, diputado nacional, y Mariana Coletta, titular del partido en la CABA, la ecuación apareció muy fácil en el distrito donde también manejan la Juventud Radical. Los principales distritos mostraron, entonces, una tendencia en favor del senador.
A ellos se les suma el respaldo de Gerardo Morales y su provincia, Jujuy, después de haber entablado una buena relación con el porteño en este año electoral, y otras tierras emparentadas con el jujeño, como La Pampa con su dirigente local, Martín Berhongaray, o Neuquén con Pablo Sergi.
Morales, que no tuvo el mejor año después de apostar a una fórmula presidencial y perder en las PASO o convocar al inexistente voto en blanco en el balotaje, podría quedar dentro de la estructura para colaborar de alguna manera. Tal vez como coordinador con las provincias, pero estaría presente en la nueva etapa.
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Si bien no pareció haber objeciones para tal deseo, la decisión todavía se maneja con cautela. No se trata de una resolución de arriba hacia abajo sino de una aclamación de abajo hacia arriba. Básicamente, una solicitud para que acepte lo que los distritos piden.
Lo que sí pareció quedar claro es que tendrán que tener una mesa amplia, representativa y equilibrada donde Gustavo Valdés, por ejemplo, ocupe la secretaría general. El correntino es el otro nombre posible para la conducción del partido pero los números no acompañan. Las tres vicepresidencias quedarían para las otras tres provincias comandadas por la UCR. De todos modos, todavía todo está sujeto a negociación.
Más allá del status y el poder propio de ocupar la máxima silla del partido, la gran pregunta pasa por la funcionalidad de ese lugar institucional en un contexto donde todo pasará por el Congreso y las gobernaciones. El hecho de haber conseguido la titularidad del bloque en Diputados (en el Senado quedó en manos de Corrientes, que responde a Gustavo Valdés), es un punto a favor para cubrir todas las posibilidades.
El presidente del partido podría articular la actividad de los gobernadores, con organización, recursos y gestión, con una pata en el Congreso. Pero si los mandatarios provinciales y el titular del Comité fueran por separado, la estructura boina blanca sólo podrá servir como herramienta electoral. En principio, por la buena relación con Jujuy y Santa Fe, esos dos distritos estarían coordinados con la jefatura. La clave pasará, especialmente, por Mendoza, gobernada por el Malbec Alfredo Cornejo, además de Corrientes y Chaco.
La reunificación de los bloques en Diputados ya funcionó como una suerte de anticipo de lo que, se espera, sucederá el viernes. En la Cámara baja, los gobernadores – salvo Gerardo Morales – apoyaron la designación de Rodrigo de Loredo como titular del bloque unificado, lo que generó ciertas resistencias en un sector con ascendente jujeño. Pero duró poco. A las 24 horas, el espacio había logrado el acuerdo necesario para no funcionar dividido en dos.
Con Diputados hiper fragmentado, y todos los sectores lejos del quórum, el número de integrantes de cada bloque pasó a ser fundamental. De hecho, con 34 legisladores, la UCR quedó en tercer lugar, empatada con La Libertad Avanza que perdió cuatro bancas en el camino producto de las divisiones internas.
Los números serán los que definan, por sistema D'Hont, la composición de las comisiones. Una fragmentación interna sería perjudicial para los bloques que, según se resolvió, no podrán usar ni interbloques ni agrupamiento de bloques para poder ganar volumen, salvo que, con nuevas mayorías, se resuelva lo contrario.
En fuerza, Unión por la Patria se quedó con la primera minoría, con 100 legisladores, seguida del PRO con 37 y, en empate, el radicalismo y el oficialismo. Por eso, la decisión de la UCR de dejar atrás las diferencias para ganar en poder, cargos, representatividad y colaboración con los gobernadores apareció como un gesto clave.
El partido había visto la fractura en Diputados en diciembre del 2021, cuando los autopercibidos renovadores pidieron jefaturas y vocerías, sin éxito. Esto llevó a cuestionar el rol de “los mismos de siempre” que estuvieron para delinear estrategias en la primera experiencia de gobierno de coalición con el PRO.