La derrota electoral de las dos grandes coaliciones que se disputaron el país en los últimos años obligó a un reacomodamiento del mapa político que aún está en pleno desarrollo. Movimientos iniciales. El PRO, al menos el sector de ideas más duras, mostró una clara tendencia hacia una alianza con La Libertad Avanza mientras que la UCR empezó a pensar, también en una de sus vertientes, en la necesidad de construir una opción de centro que represente a una franja social no identificada con las posturas de los extremos.
El macrismo y la UCR sellaron un pacto, allá por el 2015, para enfrentar al kirchnerismo en las urnas. En aquel entonces, los dos partidos encontraron una posición común, la de ser oposición del Frente de Todos y la intención de ganarle en las elecciones. Con el peronismo fuera del gobierno y con las diferencias crecientes ente los boina blanca y los amarillos, para una línea interna de los centenarios ya perdió sentido el hilo conductor con el PRO. Si bien Juntos por el Cambio terminó el 10 de diciembre del año pasado, todavía se está asimilando y por eso se repite, cada tanto, que “no hay alianza”.
Desde el sector renovador de la UCR, incluso, se preguntaron qué tipo de cambio representa el gobierno y celebra el PRO. Los funcionarios son los mismos que hace décadas, el presidente pidió facultades delegadas y se defendieron con la excusa de que siempre se otorgan. Nada pareció novedoso, salvo el discurso. Y hasta ahí nomás.
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El radicalismo tiene tres líneas internas. Una que responde a ideas más cómodas con las del gobierno y del macrismo, cercanas a gobernadores halcones del grupo Malbec como Alfredo Cornejo, Gustavo Valdés y Leandro Zdero. Otra que está ligada a Martín Lousteau y una tercera vinculada a los Manes – Facundo y Gastón – con influencia de Gerardo Morales y líneas con gobernadores como Maximiliano Pullaro y Carlos Sadir. Estas dos islas del archipiélago encontraron coincidencias en el último tiempo.
Para este sector que, por ideas, se va acercando aunque no trabaja en conjunto ni tiene un plan sino una visión, el radicalismo tiene que ser oposición y marcar diferencias con el gobierno. La popularidad inicial y lógica del presidente – que cada vez lo acompaña menos – no debería ser un impedimento para marcar esa distancia, permitiéndole a la UCR seguir su camino sin correrse de él.
“Lejísimos” de Javier Milei y del PRO, esa es la idea junto a la planificación de un proyecto de país a largo plazo. Ante la extrema derecha macrista y libertaria, y frente al extremo del kirchnerismo, el radicalismo quiere encontrar un espacio para sí mismo, el del centro. Una franja de la sociedad quedó huérfana, sin una representación genuina y es el público al que intentarán conducir o interpelar.
La intención es la de construir un centro popular que tenga votos y un programa a largo plazo, pero la publicidad no acompaña por estas épocas. Los extremos prevalecen en las pantallas y la moderación no tiene rating pero eso no quita, se entusiasman, que pueda aparecer como un objetivo deseado en un tiempo, cuando las otras actitudes agoten. Es un poco la idea planteada por Horacio Rodríguez Larreta, que no abandonó su pretensión de diálogo y consenso. Hay quienes creen que más adelante esta postura podría tener éxito. También los hay más pesimistas.
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El ex jefe de Gobierno porteño se encuentra con un clima hostil en el PRO, lleno de tensiones entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich, pero con la pretensión de mejorarlas, y una intención concreta de dejar sólo a los verdaderos promotores del cambio. La alianza de centro con sectores del peronismo no K y radicales fue una de las propuestas de Larreta, por eso no se le cerró la puerta a una construcción novedosa en este contexto de reconfiguración.
Los liderazgos todavía no están claros, pero se asume que deberían surgir algunos para representar las ideas del centro. Ese liderazgo debería tener llegada a la sociedad para que la ciudadanía logre cierta identificación con el candidato. Fue lo que se intentó con Facundo Manes el año pasado pero el partido decidió conformar, en segundo lugar como vices, fórmulas presidenciales encabezadas por el PRO.
En las bases, que no necesariamente se traducen en votos, se empezó a reconocer que eso fue un error, por eso la intención, nuevamente, será pelear por la presidencia en 2027 o cuando se consiga un lugar en el mapa político. Se espera que esa posibilidad decante.
Todos estos movimientos van a impactar en los territorios, al menos en el plano del pensamiento. Las provincias y municipios son gobernados, en gran número, por la coalición de Juntos por el Cambio, con el PRO y la UCR como protagonistas. Los gobernadores tienen la voluntad de mantener esa alianza pese a los acuerdos nacionales, también la liga que los engloba para negociar con la Nación.
Se descuenta que las coaliciones provinciales tienen una agenda diferente a la nacional y que podrán aislarse de lo que se pacte en ese nivel, por lo que continuarán trabajando juntos con el ojo puesto en las elecciones del año que viene, que serán provinciales. Se elegirán diputados y senadores pero será distrito a distrito, dándoles más tiempo para asimilar los temblores.