Cuando perdió la presidencia, Mauricio Macri se encargó de dejar en claro que no quería transformarse en un jubilado de la política. Después de vacaciones extensas, viajes al exterior y una fuerte ausencia en gran parte de la campaña electoral del año pasado, resurgió como un referente de consulta pero, sobre todo, como un líder de la oposición. Sin haber confirmado una participación en la carrera hacia las urnas el año que viene, tampoco está confirmada su ausencia, acogió a los propios en su casa para delinear la estrategia ante el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, se reunió con el embajador norteamericano, volvió a las redes sociales de la mano de María Eugenia Vidal y abrió la puerta a una posible interna PRO entre tres contrincantes y no sólo dos.
Pese al paso del tiempo y a su desaparición mediática, con breves regresos quirúrgicamente elegidos, Macri sigue siendo considerado, dentro del universo de electores de Juntos por el Cambio, como el líder indiscutido de la oposición, se explicó desde Proyección Consultores a El Destape. Horacio Rodríguez Larreta recién aparece si la pregunta se amplía hacia los votantes de otras fuerzas políticas, pero la segmentación cambiemita - con todos los socios involucrados - todavía tiene en alta estima al ex presidente pese a que la alianza decidió optar por una conducción colegiada.
La falta de referencias en Juntos por el Cambio se transformó en un problema. Por primera vez, la oposición no construyó alrededor del hombre del PRO y, si bien no perdió caudal de votos el año pasado, se generaron muchas desprolijidades tanto en declaraciones públicas como en estrategias parlamentarias. En 2007, la estrategia macrista se armó alrededor de Mauricio, en 2015 la construcción de Cambiemos giró en torno a Mauricio, en 2019 también - aunque varios se quisieron separar - pero fracasó. El año pasado casi no participó de la campaña y si bien algunos consideraron que pudo empujar candidatos débiles como Vidal, otros entendieron que fue un escollo para la elección de la coalición. Después de eso, se guardó y su silencio le sumó valor interno.
Desde el PRO referenciado con Macri, aseguran que el ex presidente está creciendo en las encuestas y no quiere ser prescindible. El ascenso numérico, sin embargo, está más vinculado al núcleo duro que a la ampliación, lo que le permitiría ganar una PASO dentro del partido pero se le complicaría el panorama a la hora de encarar una elección general, donde los núcleos duros solos no alcanzan. Es cierto que ese grupo de votantes cautivos será la primera instancia de cualquier convencimiento electoral, pero no podrá ser la única y ante esa demanda, Horacio Rodríguez Larreta se mostró como el dirigente que pudo abrirle la puerta a un posible acercamiento de otros sectores de la sociedad no referenciados con su espacio.
Por poner solo una referencia, desde el larretismo miran con cercanía las encuestas. Según una de ellas, de Poliarquía correspondiente al mes de enero, el jefe de Gobierno porteño es el único, frente a Macri y Patricia Bullrich, con diferencial de imagen positivo. El mandatario tiene 44 puntos de visión favorable y 22 desfavorable, mientras que la presidenta del PRO cosecha 34 positivos y 36 negativos y el fundador del partido alcanza los 22 verdes y 52 rojos a nivel nacional. Lo de Mauricio es todo núcleo duro, de ahí que todas sus intervenciones hayan sido para criticar al Gobierno por el acuerdo con el FMI o la política exterior.
Un dato curioso. En los últimos dos años, Macri no logró romper el techo de la imagen positiva y tampoco lo pudo hacer con el piso de la negativa. Está estancado, con leves movimientos siempre cercanos al 60% de rechazo y al 25% de aceptación. Desde Proyección Consultores explicaron a El Destape que el ex presidente, junto a Cristina Kirchner, es el dirigente con mayor estabilidad en las encuestas desde que dejó la Casa Rosada, al menos así lo reflejó un seguimiento realizado en el tiempo en la provincia de Buenos Aires.
Si algún episodio político destaca su figura, sólo sube de uno a tres puntos y vuelve a bajar cuando la espuma deja de burbujear. Este sería un momento de ebullición. Patricia Bullrich, tal vez la apadrinada por Macri por estas horas, es compatible con el perfil de Mauricio pero con mayor imagen positiva, superando los 30 puntos, y se mantiene por debajo de los 55 en la negativa. Más allá de sus vaivenes, ningún dirigente del PRO se animó romper con el ex presidente, ni siquiera aquellos que fueron víctima del espionaje ilegal armado desde su gestión. Todos fueron a su casa en Acassuso después de abandonar el recinto cuando Alberto Fernández abrió las sesiones ordinarias, todos le mostraron su apoyo cuando fue citado a indagatoria en Dolores.
En materia electoral, el caso de Larreta es diferente al de sus compañeros de fuerza. Hoy es uno de los pocos dirigentes con diferencial positivo, rompiendo el 50% favorable en la provincia de Buenos Aires y una percepción negativa baja. Tendencia que también manejan en la calle Uspallata a nivel nacional. El jefe de Gobierno no engorda los números rojos pero sí los naranjas o amarillos, aquellos colores correspondientes a una percepción "regular" que podría englobar votantes de otros espacios, incluso del kirchnerismo desencantado. Aquellos que no se referencian en el PRO pero tampoco en otros sectores. Esa ventaja serviría en caso de lograr ganar la interna y pasar a las generales el año que viene, la famosa apertura para atraer a los indecisos, algo que sus contrincantes partidarios inmediatos no tienen.
La gran incógnita será quién logrará, en una eventual interna entre los tres, conquistar la mayor parte del núcleo duro PRO. Por ahora, la PASO partidaria pareciera ser la opción para elegir un candidato definitivo, pero todavía quedan muchos meses para intentar negociaciones que eviten una división beneficiosa para el radicalismo. Tanto Gerardo Morales como Facundo Manes mantienen un buen diferencial pero no logran bajar el altísimo nivel de desconocimiento. Con un 40% para el primero y un 50% para el segundo, el gran desafío será la instalación para poder pensar en jugar el partido de manera competitiva.