Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta llegaron a este 13 de agosto creyendo que cualquiera de los dos puede ganar. En realidad, que cada uno de ellos se llevará un triunfo. Pero la medalla de oro, el pase a los comicios generales, no será para dos. Este domingo se sabrá cuál de las estrategias fue la más acertada y cómo será la convivencia interna después de conocida una victoria y una derrota.
Para la madre de los halcones, la sociedad necesita una dirigencia que pueda transmitir y ejecutar la firmeza, no administrar los problemas sino cortar de raíz con ellos. Por eso, porque entiende que no es una elección “normal” donde el “aparato” puede resultar determinante, apeló a lo emocional. Ante la falta de dinero – al menos en forma comparativa -, se aferró a su pasado de militancia peronista.
Bullrich se concentró en caminar, abrazar, besar, gritar, llegar a las provincias antes, irse después, generar vínculo, mostrar capacidad de concentración. ¿Alcanzará eso? En el equipo consideran que esta elección será emocional, porque la gente está enojada con el sistema y va a ir a votar con las tripas más que con la razón. Y ella pudo tocar esa fibra.
A partir del 14, en caso de ganar, el corazón del discurso será el mismo pero sin tantas exageraciones. En esta primera etapa, se enfocó en hablarle al núcleo duro. De pasar a la segunda, buscará ampliar. Esa ampliación la llevará a buscar votos de Javier Milei que, según sea el resultado, puede quedar ante la sociedad como una opción electoral sin capacidad de construir gobierno. Entonces, para efectivamente “terminar con el kirchnerismo”, la estructura de poder estaría en otro lado.
Para eso será clave que el ausentismo previsto impacte de lleno en el libertario y le reste votos. Que algunos, sobre el final, decidan abandonarlo y bajo esa catarata Patricia abra la red para pescarlos. Pero también será clave que el ausentismo no sea del núcleo duro al que Bullrich supo interpretar. Una tesis indica que los molestos se quedan en sus casas. ¿El núcleo duro son “los molestos”? Una incógnita. Si fuera así, la ex ministra tendría un problema.
Por su parte, Larreta también vio una victoria. O al menos eso prefieren decir en público. No cómoda, pero victoria. El jefe de Gobierno apostó a otra estrategia. Intentó la humanización y “tocar el corazón” pero no pudo. Su “fuerte” es la gestión, ser un “robot” y un poco volvió a eso. Se encargó, por el contrario, de construir una base sólida en materia de estructura.
Logró sumar a los presidentes y principales referentes de todos los partidos políticos de Juntos por el Cambio salvo el propio, cooptado por el macrismo – bullrichismo. Por eso, construyó por afuera. El huevo o la gallina. La voluntad de ser aperturista o la necesidad de transformarse en uno.
Lo cierto es que las estrategias podrían cambiar rotundamente después del asesinato de Morena y la represión seguida de la muerte de Facundo, en el Obelisco. Ningún dirigente se animó a hacer un análisis cerrado del impacto del caso aunque se creyó que probablemente quede circunscripto a los límites de Lanús sin perjudicar el desempeño bullrichista en la provincia. Sobre todo porque Patricia y Cristian Ritondo, dos nombres fuertes de la boleta, son interpretados como caras de la lucha por la seguridad.
Podría suceder que el voto halcón encuentre un nuevo impulso en el enojo generado en la sociedad después del trágico episodio, algo que podría capitalizar Bullrich pero también Javier Milei. O podría suceder que esa bronca se transforme en ausentismo y que los molestos se queden en sus casas, perjudicando a estos dos. O que los indecisos, los que permiten que el “techo” crezca, sean los que no se movilicen, lo que golpearía al larretismo y al peronismo.
Por lo pronto, el domingo será el primer escalón de una larga subida. Juntos por el Cambio tendrá su búnker en el Parque Norte y será un espacio reducido. Los dirigentes tendrán habitaciones separadas, Patricia y Horacio con capacidad de albergar a equipos de entre 50 y 70 personas. Cada uno con una sala de prensa propia, por lo que la comunicación será individual. Si bien habrá un espacio para un mensaje conjunto, será sólo para cuestiones protocolares.
Las fórmulas tendrán lugares separados y cada una seguirá los boca de urna propios en su cubículo, alejada de la otra. El que gane, será el que determine los modos del mensaje que se dará desde un escenario apostado en una sala contigua donde aguardarán unas mil personas, 50% bullrichistas y 50% larretistas, desde dirigentes a empresarios.
También habrá algunas habitaciones para otros dirigentes importantes, como Mauricio Macri, aunque más pequeña que las recibidas por los candidatos. Lo acotado del espacio se debió a un pedido de Bullrich de mostrar austeridad y no alquilar un salón enorme como el de Costa Salguero, con predio, sala de prensa, de conferencia, de catering y espacios reservados. Pero se estimó que mucha gente quedará afuera y que no entrarán todos los candidatos. Néstor Grindetti, por ejemplo, hará base en Lanús y se acercará cuando tenga una tendencia.
Superadas las PASO, se empezará con otra etapa. La de ampliar el universo de posibles votantes y la de pensar equipos. Por el momento, los nombres en danza son muchos pero las que aparecen como certezas son pocas. Ambos tendrán que dejar a los socios contentos, repartir espacios para todos, generar lugares de representación para todos los que pusieron su granito de arena y lograr una simbiosis entre los equipos de los dos precandidatos.
Las listas, después del 14, se unificarán y los equipos deberían mostrar cierta unidad. Hasta ahora, los dos mostraron que el radicalismo se ganó un segundo lugar importante en la fórmula, ya que ambos tendrán un vice de la UCR. Restará ver las próximas incorporaciones. Mientras Larreta apostará por conquistar al peronismo desencantado con el kirchnerismo, Bullrich probablemente amplíe sus fronteras hacia los extremos.
Sin embargo, Patricia encaró una batalla fuerte para intentar ganar la PASO con una exageración de su discurso que, todavía es una incógnita el cómo, buscará moderar o matizar después del 14 para buscar sufragios no sólo en la pecera de Javier Milei. Para Larreta sería mucho más sencilla esa transición pero para llegar a necesitarla, debe triunfar el 13.
Un atisbo de eso se empezó a ver cuando ella, hace un par de semanas, le dio la bienvenida al diálogo pero sin resignar el cambio. Charla con quienes apunten a una transformación de raíz y, a diferencia de Larreta, planteó una conversación con el 70% de la sociedad y no de la dirigencia. Abrazada, una vez más, a su discurso de cercanía versus el del aparato.
De darse una victoria halcona, el discurso apuntará a la épica. Al haber conseguido, con tres empanadas, ganar una interna imposible. Sin presupuesto gubernamental, contra el gobernador de Buenos Aires, la presidencia de la Nación y la jefatura de Gobierno. No sin plata, con menos plata.
Durante la campaña, más allá de que el bullrichismo apuntó a la “persecución política”, se desplegó una investigación sobre su asociación civil destinada a brindar charlas de seguridad que, según la hipótesis manejada por la Inspección General de Justicia, sirvió para recaudar fondos para solventar gastos de campaña y pagarle a personas vinculadas a la misma. Sumas millonarias.
En medio de tanta incertidumbre, se empezaron a pensar equipos. Larreta siempre quiso, como en la Ciudad, un gobierno de coalición que incluya a todas las partes. En su ideal, un vice radical (cumplido), un jefe de Gabinete peronista y ministerios para distintos socios. Lo del peronista le trajo algunos problemas, sobre todo cuando quiso sumar a Juan Schiaretti. Una carta que todavía sigue sobre la mesa pero es pura especulación.
Por ahora, el jefe de Gobierno sólo tendría confirmado un ministro: Fernán Quirós para Salud. El actual ministro fue tentado para ser candidato a diputado nacional en 2021 pero prefirió seguir al frente de la gestión de la pandemia. Luego fue una de las prendas de negociación de Larreta a la hora de poner al postulante a jefe de Gobierno. Finalmente, ascendería a lo nacional en caso de darse el resultado.
Otro nombre que empezó a dar vueltas es el de Miguel Piedecasas, de corte radical. Llegaría de la mano de Gerardo Morales para Justicia. Si bien no está confirmado, el hombre de perfil bajo se maneja en el Consejo de la Magistratura y podría ser una ficha.
Patricia Bullrich también empezó a pensar su equipo. Como con Larreta, los confirmados son pocos pero en lugares clave. Luciano Laspina sería el primer ministro de Economía de la postulante. Según anticipó, elevará un paquete de proyectos de ley al Congreso para garantizar seguridad jurídica a los inversores, generar una reforma laboral. También propuso una salida abrupta del cepo, el endeudamiento con el Fondo Moneteario Internacional para generar un período de estabilización, y un fuerte ajuste fiscal en paralelo a la promesa de reducción de presión impositiva sobre los sectores concentrados.
Entendió que habrá conflicto con ciertos sectores, puntualmente con los sindicatos kirchneristas, pero vaticinó ante el Wilson Center, que la actual oposición tendrá los números en el Congreso para avanzar con cualquier plan. Según pudo saber El Destape, los halcones intentarán avanzar por ley, por consulta popular o por decreto, según la necesidad del momento.
Federico Pinedo apareció como el mejor ubicado, a la fecha, para ocupar la Cancillería. En un documento llamado “Nuestra visión del mundo”, el equipo comandado por el senador señaló que la “Argentina debe tomar un camino de la mayor interacción posible con el mundo exterior, reemplazando la mirada de la sustitución nacional y generalizada de importaciones por una mirada de agregado regional de valor exportable".
Dentro de los muchos puntos, se propuso buscar un acuerdo para “integrar y abrir el Mercosur” como plataforma de exportación de alimentos, energía, minería, industrias competitivas y servicios con la intención de sumar 30 mil millones de dólares provenientes de la energía y otros 40 mil millones de la minería. En ese plan están el acuerdo con la Unión Europea y el ingreso a la OCDE.
Lo que la precandidata dejó en claro es que, en caso de ser gobierno, “a los BRICS no vamos” porque “el mundo tiene dos dimensiones. Una tiene que ver con la democracia” donde estarían englobados Estados Unidos, Europa, Israel y una parte de América Latina. La otra “tiene una mirada más autocrática”, según explicó en AmCham Summit hace unas semanas.
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