Horacio Rodríguez Larreta es, probablemente, el dirigente que más pone en juego este domingo. Su parricidio político contra Mauricio Macri quedó peligrosamente incompleto y a esta altura deberá resolverse en las urnas. Si los resultados no ratifican sus decisiones estratégicas, el alcalde porteño será señalado como responsable de esa mala performance. Macri no es el único que, en ese caso, intentará bajarlo: una decena de figuras de la oposición aspiran a ocupar su lugar en la pole position de cara a 2023, radicales, macristas y hasta de su propio equipo.
Rodríguez Larreta planea su llegada a la Casa Rosada desde muy joven y cada paso que dio desde entonces fue en pos de ese objetivo. La estrepitosa derrota de Macri y de María Eugenia Vidal en 2019 le dejó en bandeja la jefatura de la oposición y todos los números para encabezar en el próximo turno. Contaba, para ello, con un acervo nada despreciable: la ciudad de Buenos Aires, distrito con presupuesto europeo que resulta una fuente inagotable de recursos políticos y tiempo de aire en tevé, además de haber sido la plataforma de lanzamiento de dos presidentes en el último cuarto de siglo.
Y sin embargo. Es septiembre de 2021 y su liderazgo está lejos de quedar ratificado. En el mejor de los escenarios, si Diego Santilli se impone en la interna contra Facundo Manes y en noviembre hace una buena elección bonaerense y María Eugenia Vidal, por su parte, ratifica la hegemonía amarilla en territorio porteño, diluyendo el desafío que representan los radicales por un lado y los libertarios por el otro, a esta altura parece difícil que salde el debate sobre su primacía dentro del PRO, después de un final de campaña en el que quemó todos los barcos de la moderación.
Cuando diseñó la estrategia de endurecerse en las PASO para limitar el crecimiento de otros candidatos que le disputan el voto por derecha, y luego girar al centro de cara a noviembre, Rodríguez Larreta no imaginó que llegaría al momento de tomar la curva con Macri y Patricia Bullrich en lugares de protagonismo y discutiendo la casta política (¡justo él, hijo y sobrino nieto de funcionarios que llevan su mismo nombre y apellido!) y la agenda neurótica de Javier Milei (¡justo él, que construyó trabajosamente, a través de años de mercadeo aplicado, su preciada imagen de moderado!).
Un ejemplo alcanza para pintar su desconcierto. En la noche del martes, en una entrevista junto a Vidal y buscando evitar la fuga por derecha de su base electoral, HRL propuso eliminar la indemnización por despido, “como sucede en el gremio de la construcción”, para fomentar la creación de trabajo en blanco. Sin embargo, esa es una de las tres ramas de la economía, junto al servicio doméstico y el comercio, en donde el trabajo informal es mayoritario, según un informe de CIPPEC en diciembre de 2020. La directora del think tank era Julia Pomares, hoy jefa de asesores del GCBA.
Los números que manejan en Parque Patricios son buenos en la provincia, donde Santilli, según esos sondeos, se impone con holgura a Manes y la sumatoria de ambos no queda lejos de la candidata peronista Victoria Tolosa Paz. Se sabe, en territorio bonaerense, los tejes y manejes municipales a veces imprimen a las elecciones de dinámicas imprevistas. Macri estuvo activo en su vínculo con intendentes en las últimas semanas y no necesariamente pidiendo el voto para el vicejefe de gobierno porteño. La fiscalización, en el interior profundo, también es un desafío.
El escenario es más delicado en la ciudad de Buenos Aires, primer y último bastión del PRO, que gobierna sobre los tres poderes del Estado desde hace una década y media y supo asimilar exitosamente a Martín Lousteau, el único dirigente que significaba una amenaza directa a esa primacía. La vara es alta: el oficialismo superó el 55 por ciento hace dos años y el 50 por ciento hace cuatro. Para repetir esa performance, HRL necesita arrimar a esa cifra en la suma de votos de su interna y a la vez encontrarse con que las proyecciones de intención de voto de Milei estuvieron equivocadas.
Es posible que la dispersión de la oferta de la derecha en CABA, sumada a una campaña errática y el desgaste que arrastra dejen a Vidal con menos de 40 puntos el lunes que viene por la mañana. Será un golpe duro para una candidata que hizo una maniobra acrobática para saltar de un distrito al otro y se encontró con todo servido para hacer una elección arrasadora. En el macrismo imaginan, con cierta maldad, que una buena elección de Leandro Santoro podría, incluso, dejarla en un impensado segundo lugar, que aunque se revierta en noviembre puede dejar secuelas.
Otro cálculo preocupa más al jefe de Gobierno, que cree que un poco de paridad con el Frente de Todos puede servir para arrimar voto utilitario en las elecciones generales. Por el contrario, si la sumatoria de los votos que coseche Milei y los que elijan a Ricardo López Murphy en la interna de Juntos por el Cambio emparda o se acerca al caudal electoral de Vidal, puede haber una fuga de sufragios del electorado que se autopercibe como liberal que termine lastimando la performance final de la candidata que él decidió poner a cuidar su propio capital político.
La historia tiene repliegues insospechados. Una mala performance este año no garantiza un triunfo en el 2023 y un triunfo en medio término no significa, necesariamente, un buen prospecto para la presidencial. En concreto, ninguno de los últimos presidentes en la Argentina era favorito dos años antes: ni Néstor Kirchner en 2001, ni CFK en 2005 (se descontaba la reelección del pingüino) ni en 2009 (Julio Cobos superstar), ni Macri en 2013 (tras el triunfo de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires) y muchos menos Alberto Fernández en 2017.
El alcalde no tiene margen para especular. Si sus candidatos consiguen un buen resultado, tendrá credenciales para discutir su candidatura con cualquiera de los que busque destronarlo, llámese Macri, Vidal, Manes, Lousteau, Bullrich, Gerardo Morales y siguen las firmas. Si este domingo no dan la talla, lo espera una picadora de carne, dispuesta a sacrificar al primero que asoma la cabeza en nombre de todos los que aguardan para ocupar su lugar. Rodríguez Larreta se juega, en un día, la ficha que guardó toda su vida. Un momento que imaginó infinitas veces, pero nunca así.