Cerca de las once de la mañana, antes de empezar la sesión, el interbloque de Juntos por el Cambio se reunió para alinear planetas. De ese encuentro salieron con una certeza, todos votarían en contra de la eliminación de la cuarta categoría del impuesto a las Ganancias. Pero hubo debate. ¿La negativa era el mejor posicionamiento o se podría hacer otra cosa? ¿Los radicales de la Universidad pública no habilitarían – otra vez – una sesión para crear casas de altos estudios? Fueron dos posturas que se saldaron aunque eso no implique una relación de confianza ciega.
Dentro de Juntos por el Cambio, y no exclusivamente con el radicalismo, hubo una diferencia sobre Ganancias. Por un lado, quienes pensaron que al interbloque le hubiera venido mejor armar un dictamen superador al actual. Un proyecto que baje impuestos pero que compense esa reducción con un recorte del gasto público en otro lado, o mayor recaudación. O sea, no abrazarse al rechazo por el antikirchnerismo característico de la alianza sino encontrarle una vuelta para quedar bien con la mayor cantidad de sectores de la sociedad. Electores.
Esa disyuntiva quedó saldada por la negativa. Se entendió que lo mejor era unificar un dictamen de rechazo porque, en caso de hacer lo contrario, serían acusados con la misma vara con la que se apuntó contra el Gobierno, la demagogia. Entonces, prefirieron evitar ser tildados de legisladores electoralistas para simplemente no hacer nada. “Nadie quiere votar a favor”, se repitió desde distintos bloques cambiemitas en medio de la confusión. Aunque, sin embargo, se especuló con abstenciones o ausencias.
Votar a favor apareció como una posición improbable, pero sí se dejó la ventana abierta para eludir dejar el nombre marcado en contra de los trabajadores. De todos modos, la abstención se buscó desincentivar esto para no ir “detrás de Javier Milei” que apostó por acompañar el proyecto pese a las críticas a las dos grandes coaliciones.
Así, hubo ausencias o abstenciones elegantes. Formas de, por razones diferentes, mostrar el rechazo al proyecto pero también a la postura de la alianza. Ya sea por problemas personales, compromisos profesionales – como el caso de Facundo Manes que está en la conferencia de Naciones Unidas – o simplemente el hecho de considerar que Juntos por el Cambio tuvo una mala estrategia, hubo 16 ausentes solo de parte de la principal coalición opositora.
Un diputado, cuya razón no necesariamente es extensible al resto, explicó que JxC planteó la necesidad de reformar los tributos y deberían haber tenido un proyecto alternativo. La discusión interna mencionada previamente. Una propuesta que nunca existió y que solo se basó en oponerse al oficialismo.
Milei y La Libertad Avanza, con muchas contradicciones en este tiempo, acá no la tuvieron. A diferencia de Juntos por el Cambio, que pregonó la quita de impuestos y votó en contra, el libertario quiso sacarlos y acompañó. Porque a JxC le pesó más la oposición al Gobierno y a las medidas del ministro candidato Sergio Massa que la línea argumental de sus propuestas. El hombre de la peluca les dijo en la cara que tal vez sólo están dispuestos a tocar ciertos bolsillos y no otros.
Entre ambas derechas se echaron lazos con el kirchnerismo. Milei dijo que Juntos por el Cambio lo necesita – casi como una cuestión básica para su identidad – mientras que la alianza apuntó a una especie de pacto entre el Gobierno y el libertario. Algunos interpretan, dentro del oficialismo, que tal vez habría que salir con más fuerza a cruzar determinadas ideas del diputado porque al balotaje llegan una opción y su contraria, no una amigable.
El otro debate en la previa estuvo atravesado por el quórum. Juntos por el Cambio decidió mostrarse en contra de la sesión y no solo de Ganancias. El orden del día contempló, entre otras temáticas, creación de Universidades y fomento a las Pymes. Difícil no habilitarla. Pero decidieron no hacerlo, salvo por cuatro legisladores de Evolución radical, el espacio de Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti.
Es sabido el vínculo de este sector con las Universidades y la educación pública. Su interés, se dijo, estuvo centrado en la necesidad de garantizar la sesión para crear Casas de altos estudios, particularmente la de Río Tercero. Ante la posibilidad de que el oficialismo no alcance el número de 129, algunos bajaron al recinto más rápido que otros.
Hubo una discusión sobre eso, pero se tornó abstracta – contó un diputado opositor – cuando se agarró la calculadora y se entendió que los números estarían. La presencia de Milei y del interbloque Federal, por ejemplo, garantizaban el quórum. Por lo tanto, no tendría que haber habido debate alguno sobre el tema.
La sesión se abrió con 132 presentes y Leandro Santoro y Máximo Kirchner parados, sin ser contabilizados. Carolina Píparo llegó tarde y tampoco se la sumó para el quórum pero estaba, lo mismo que dos diputados schiarettistas – Carlos Gutiérrez e Ignacio Aresca – y dos socialistas – Mónica Fein y Enrique Estévez -. O sea, si todos ellos se sentaban, cosa que iban a hacer a los pocos segundos, sobraba.
Pero los cuatro de Evolución estuvieron en sus bancas por las dudas. Quórum precoz. Fueron Emiliano Yacobitti, Mara Brouwer de Koning, Dania Tavela y Marcela Antola. No les gustó quedar tan expuestos. Sobre todo porque la habilitación de la sesión fue holgada. Esto no cayó bien dentro del interbloque. Una importante fuente lo calificó como “grave”, no sólo en referencia a la actitud de los referentes de Evolución sino también del bloque SER, de Claudio Vidal, el candidato apoyado por Cambiemos en Santa Cruz y próximo gobernador. También se sentaron en sus bancas.
Tanto Vidal como el riojano Felipe Álvarez, del SER, votaron a favor del proyecto. Por el contrario, los cuatro de Evolución, donde se esperaban abstenciones, lo hicieron por la negativa. Eso llamó la atención. Un legislador del interbloque resumió el juego de la siguiente manera: “El arreglo de él (por Yacobitti) fue el quórum” y se adjudicó la posición a un encono por la interna porteña que dejó a la UCR con participación limitada.
“Cuesta pero seguimos juntos”, dijo una fuente parlamentaria sobre la conclusión de esta jornada que, siempre supieron, fue una especie de trampa para ver si Juntos por el Cambio llegaría o no al quiebre. ¿Cómo explicarle a los trabajadores que votaron en contra? Un legislador aseguró que en su provincia no hay personas que cobren más de $700 mil, por lo tanto no se verían afectados políticamente por el rechazo.
También se analizó que los alcanzados pertenecen más que nada al sindicato de Camioneros o de La Bancaria, que jamás votarían a Juntos por el Cambio. Sin embargo, otros vieron que entre los beneficiarios habría electorado opositor. La verdad, la medida fue incómoda. Una diputada lo dijo, para ellos, no hay forma de votar correctamente.
Otra fuente entendió que lo mejor que le podría pasar a la alianza es mantenerse en su línea de déficit cero, cosa incompatible con la quita de impuestos sin reducción del gasto (o incremento en la recaudación, dependiendo de qué lado de la mecha te encontrás).
Lo cierto es que, al menos en los planes, el objetivo de Juntos por el Cambio será no “votarle nada a Sergio Massa de acá hasta que sean las elecciones” por la simple razón de la competencia en las urnas y, además, por ser un paquete “inconsistente, deficitario y que acelera la hiperinflación”.