"Cero". Ese fue el número que la oposición le puso al nivel de expectativas generado por los cambios en el Gabinete nacional y la incorporación de Sergio Massa como ministro de Economía. La modificación de nombres no terminó de convencer a un Juntos por el Cambio que entendió que, sin un plan, no habrá corrección de rumbo posible. Última oportunidad. La responsabilidad y la prudencia se convertirán en las herramientas dispuestas sobre la mesa de la alianza, aunque con dificultades, junto a la diferenciación y alejamiento de cualquier concepto vinculado a un co-gobierno.
Massa se convirtió en la última carta del Gobierno. Si no llegara a encarrilar la economía, no quedará ninguna opción en el menú. Sólo la de las elecciones anticipadas para conseguir una suerte de transición ordenada. El razonamiento, extendido en los últimos días, se consolidó con los movimientos en el gabinete y fue compartido por sectores duros y presuntamente blandos. También se coincidió, mayoritariamente, en la conveniencia de que el Frente de Todos llegue a terminar su mandato, pierda en los comicios y entregue el poder el 10 de diciembre de 2023. Las razones son varias pero podrían resumirse en cuatro puntos: ganar tiempo para armar un plan, para ordenar las internas de la alianza, eludir ser una gestión de emergencia por la crisis y, sobre todo, evitar caer en la bolsa del desprestigio de la clase política. El descontento con la dirigencia todavía no golpeó a JxC pero, en caso de llegar a una situación extrema, podría darle de lleno y complicar a la coalición.
Aún con estos movimientos en el Gobierno, la oposición creyó que el oficialismo no tendría chances de revertir el escenario electoral, dar el batacazo y ganar el año que viene. Sin subestimar al FdT, le costó ver un contexto de repunte total. Más que nada porque los problemas actuales no se deberían limitar a una discusión de personas sino de rumbo, a la existencia de un plan. “Vi el volantazo del Gobierno con mucha preocupación, es todo muy improvisado y falta un rumbo. No es un tema de personas", resumió el razonamiento Horacio Rodríguez Larreta en La Rural el viernes. Algo similar también dijo Mauricio Macri en las últimas horas: "Son todos parte del mismo gobierno. Un gobierno que ha perdido noción de dónde está parado y está totalmente inmovilizado, lamentablemente”. La idea de la falta de novedad, de que todos son responsables de la situación actual y que no hay dirección clara en el manejo del país, se convirtió su muletilla.
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Sin demasiados elementos que permitan opinar o sentar posición sobre las medidas que tomará el Gobierno, el gran desafío de la alianza pasará por mantener una estrategia unificada, sobre todo retórica, para no caer en la trampa Massa. Por ejemplo, en Diputados hubo quienes criticaron, hace meses, a algunos legisladores opositores que fueron confrontativos hasta que Sergio Tomás los convocó a dialogar. Esa es la mancha venenosa que buscarán evitar.
Massa conoce bien a varios dirigentes de la oposición, sabe de las internas de la alianza y podría conseguir una ventaja en caso de usar esa información a su favor. Por eso, para Cambiemos será fundamental no mostrar fisuras en la relación con el nuevo ministro. "Massa tiene las mejores intenciones para el país", una frase de Gerardo Morales que no estaría en la línea de lo deseado, por ejemplo. La búsqueda pasará, lejos de esa declaración, por conseguir un equilibrio entre la responsabilidad necesaria en este contexto y el distanciamiento obligado frente a un Gobierno que creen que no tendrá chances el año que viene.
El objetivo de mantener la prudencia y la responsabilidad será difícil, más que nada por la existencia de un sector halcón que saldrá a confrontar desde el inicio. Pero los presidenciales no deberían caer en ese juego, básicamente para evitar darle un protagonismo mayor a Massa. El funcionario, un poco en línea con lo que planteó Macri, debería ser ubicado como uno de los máximos responsables de la gestión de Gobierno, culpable del contexto actual y de la supuesta imposibilidad de mejora. Los indicadores negativos podrían llegar a suavizarse un poco, pero en la alianza no se vislumbró la posibilidad de un repunte sobresaliente. Incluso también se generó expectativa por la duración del acuerdo en la coalición gobernante. ¿Qué podrá hacer Massa? ¿Cuál es el margen que tendrá?
Antes de la confirmación en el cargo, en la alianza se creyó que Massa podría llegar a tomar medidas para calmar los ánimos del mercado y ordenar un poco las cuentas, dándole un respiro al Gobierno. Hoy, esas expectativas se plantearon más acotadas, como una oportunidad pero no como una salvación a nivel país, aunque tal vez sí como un salvavidas en Buenos Aires. "El Gobierno juega su bala de plata, es la última alternativa que le queda para ordenar las cosas y actuar con responsabilidad para el país", dijo Morales en Radio Perfil.
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Diálogo. Dentro del gran universo de la responsabilidad ingresó la posibilidad de un diálogo con el oficialismo, algo que ya empezó a debatirse internamente en las últimas semanas. La respuesta será, en caso de que haya una convocatoria por parte del súper ministro, que el llamado debería hacerlo el presidente y que el único ámbito para llevarlo adelante es el Congreso. Con esto, una estrategia inaugurada post derrota del oficialismo en la PASO del 2021, la oposición buscará gambetear cualquier foto que la pueda ubicar como una ayuda al Frente de Todos y, de manera más extrema, como co-gobierno.
Para Juntos por el Cambio, la sociedad no le exigió una respuesta a los problemas del país en este momento sino a partir de un cambio de Gobierno. Por lo tanto, ya dentro de la estrategia de la diferenciación, no tendría ningún sentido abrazar a una gestión que, así, sería la única responsable de lo bueno y lo malo que pueda pasar, con un horizonte de supuesta derrota electoral. ¿Para qué hundirse con el FdT?, sería la pregunta interna. Vinculada directamente a la supuesta intención de que el oficialismo termine correctamente su mandato: una crisis total de la dirigencia política también perjudicaría a la alianza. Esos dos puntos serán, variables más, variables menos, los rectores.
Por eso, más allá de que todavía no hubo charlas para instaurar un discurso y posición unificados, la oposición podría hacer lo posible para no darle herramientas de victimización al gobierno. Pero tampoco querría caer en la tentación de Massa. No subirlo a un ring mediático en el que el tigrense se mueve bien, no ponerlo como protagonista en la agenda política, no convertirlo en un candidato para el año que viene.
Para la oposición esta será - además de la última oportunidad del Gobierno - la gran ventana para un Massa presidenciable. Una buena gestión con buenos resultados (algo que hoy no creyeron posible) podrían catapultarlo para estar al frente de una boleta. Su incorporación al Gabinete, siempre latente, fue mirada de cerca en cada coqueteo. Cuando renunció Martin Guzmán, se creyó que Sergio podría llegar a dar una buena señal y tomar las medias necesarias para enderezar la situación. Las que Cambiemos considera necesarias. Pero sin nada que pudiera asegurar que efectivamente las tomaría. Ahora, con una inclusión tardía, podría haber algunas mejoras pero no las suficientes. Por eso, las expectativas se señalaron como nulas, por la falta de un plan y de consecuencias concretas de las políticas que pudieran adoptarse. Las expectativas, entonces, empezaron a girar en torno a evitar el escenario de elecciones anticipadas y, en el mejor de los casos, que el peronismo pueda retener Buenos Aires.