La cercanía de las elecciones apresura los pedidos de cumplimientos de promesas. De un lado y del otro, se ofrecen beneficios para conseguir apoyos mutuos que se puedan materializar para la hora definitiva, la de armar estructura, garantizar acompañamientos y consolidar las alianzas. A veces, sea por malos entendidos o cambios producto del contexto, esos pactos comienzan a flaquear y a traer problemas. Lo que no es contradictorio, por supuesto, con movimientos lógicos para negociar más y mejor, acorralamientos, amagues y amenazas de abandono que podrían, o no, encontrar un apretón de manos al final del recorrido.
Hace tiempo, en la Ciudad de Buenos Aires se armó un gobierno de coalición con fuerte incidencia de Evolución. En este 2023, los radicales porteños participarán de la PASO dentro de Juntos por el Cambio y según se prometió – o se interpretó – la boleta de Martín Lousteau, el hombre de la UCR para el territorio, podría colgar su papeleta de la nacional de Horacio Rodríguez Larreta. Sin embargo, las versiones se mostraron encontradas y contradictorias.
Versión uno. El acuerdo sólo implica la apertura de las internas dentro de la alianza. Versión dos. Lousteau también podría ir con la lista presidencial de Larreta. En caso de darse la segunda opción, el jefe de Gobierno actual tendría dos canillas de votos porteños para capitalizar. El candidato del PRO – sea Jorge Macri o, como se busca instalar, Fernán Quirós – y el de la UCR aportarían sufragios al mismo postulante para la Rosada. Para optar por otra propuesta, como la de Patricia Bullrich, debería haber corte de boleta. Eso pondría al capitalino en una situación de ventaja, hablando matemáticamente, dado que esta práctica suele representar un porcentaje minoritario.
Políticamente, el choque de versiones abre dos inconvenientes para el jefe de Gobierno, y de ahí su dilema. Si efectivamente permitiera que la UCR cuelgue su boleta de la que encabezará para una presidencial, el costo dentro del PRO sería muy alto. Lo acusarían directamente de entregar la Ciudad al radicalismo y podría generarse una situación muy incómoda dentro del partido. Hasta ahora, siempre se afirmó que, más allá de todos estos rumores, el nombre apoyado será amarillo, sin ningún lugar a dudas.
Por otro lado, si no se avalara la posibilidad de que Lousteau pueda ir en la lista larga de Larreta, se podría abrir un conflicto con el radicalismo, convencido de que el pacto incluye esta letra chica. Ambas opciones válidas sólo para el caso de elecciones no desdobladas de la nacional, algo que se conversó en algún momento para generar mayor condición de igualdad entre los postulantes porteños pero, al mismo tiempo, algo de poco probable cumplimiento por ser una ventana de votos clave para el macrismo.
De darse el primer el primer escenario, el PRO más duro apuntaría al jefe de Gobierno por entregar la Ciudad. En el segundo, la UCR podría optar por quitarle el apoyo prometido desde su bando. La estructura, el acompañamiento, la unidad a nivel nacional. ¿Qué podría pasar en un escenario así? Si bien por ahora fue negado rotundamente, se puede usar la imaginación. Martín Lousteau podría generar un desafío presidencial con un candidato mediáticamente conocido pero todavía con mucho camino por recorrer en Buenos Aires, Martín Tetaz.
Si el radicalismo lousteauista lograra verse competitivo en la provincia más populosa del país, con un piso de dos dígitos, competiría y podría generar un problema. Otra opción para imaginar: un pacto con Bullrich. Hace no muchos meses, en un encuentro de equipos de gobierno de la titular del PRO, Tetaz participó en forma virtual. La jefa de los amarillos todavía no definió quién será su nombre en Buenos Aires y tiene a varios en danza, con tiempo para elegir. Incluso, el diputado radical podría quedar bien como compañero de fórmula de la ex ministra. Estos problemas parten de una lectura inicial errónea, la de creer que se iba a llegar a un acuerdo y que "hache" iba a ser el único amarillo en una lista presidencial.
Ahora bien, para no ser ingenuos, los movimientos también obedecen a otro objetivo, el de presionar para negociar y conseguir las mejores condiciones posibles. No necesariamente podrían implicar la ruptura de un pacto sino jugadas obvias para meses de definiciones. Ante la chance de quitarle aliados y estructura, lo que se busca es un ablande del sector más reacio.
Es, también, lo que se vio con los acercamientos de un bando boina blanca a Bullrich. Poner huevos en todas las canastas para, cada uno, lograr lo mejor posible. De este modo, Gerardo Morales dejaría de ser el dueño del partido para tener una porción más reducida del mismo y, por consiguiente, menos para ofrecerle al jefe de Gobierno. La presidenta del PRO logró buenos movimientos en los últimos meses y empezó a "comer" correligionarios.
Las fotos de Rodrigo de Loredo, otro exponente de Evolución, con la ex ministra macrista, también fueron en ese sentido. Si bien el vínculo se mostró como obvio y muchos empezaron a dudar que el diputado siga respondiendo a Lousteau para emparentarlo más a Mauricio Macri, no es menos cierto que buscó defender su territorio, Córdoba, y mostró los dientes cuando Larreta se acercó a su competidor, Luis Juez, de pésima relación con el ex presidente. Finalmente, se encaminó un acuerdo en la provincia este fin de semana.
Por el momento, el radicalismo no mostró un candidato presidencial fuerte más allá del lanzamiento a todo trapo que hará Morales esta semana o el resurgimiento de Facundo Manes de la mano de los halcones amarillos. Por lo tanto, se espera que haya nombres para gobernaciones, intendencias y cargos legislativos. Para lo otro, acuerdos. Más o menos beneficiosos. Y todos quieren formar parte. De ahí que las negociaciones sean mano a mano, uno a uno. No hay vocero ni verticalismo.
Y en ese juego, dos se mostraron interesados en mantener sus candidaturas pese a que nadie cree que efectivamente se sostengan. Manes y Morales siguen en carrera, el primero quiere PASO y el segundo no. Pareciera que jugar para perder puede dar mucha más ganancia que pactar de antemano. Por eso todos quieren animarse a una interna. Habrá que ver si efectivamente el gran número de nombres en danza llega al final del camino.
Esos movimientos también se vuelven más complejos si se contempla un presunto incumplimiento radical. No sería Larreta el único rebelde frente a lo prometido (o lo interpretado) sino también su contraparte. En los últimos meses, el macrismo empezó a notar que el radicalismo le jugó en contra en varias definiciones importantes. ¿La conducción del partido centenario tiene poca influencia en los territorios o la tiene pero no la quiere usar? O sea, ¿La dirigencia más notoria tiene el poder que dice tener o los traicionó?
En La Pampa, por ejemplo, no hubo acuerdo. No se logró una lista de unidad, el radicalismo irrumpió con un candidato poco esperado, Martín Berhongaray, y triunfó en las internas abiertas para afiliados e independientes. Un batacazo. La derrota PRO fue achacada al larretismo que, según voces disidentes, se encaprichó y no fomentó el acuerdo. Esto fue entendido al revés por los apuntados con el dedo.
En Trelew pasó algo similar. Después de muchas semanas de negociación, en la tierra chubutense se logró acordar la realización de internas abiertas en toda la provincia y cerradas en esa localidad. Con riesgo de ruptura de la alianza, se pactó algo que no gustó del todo al sector amarillo pero fue el sapo a tragar para mantener la unidad. Allí, el radicalismo nacional apoyó al candidato del arcionismo en un gesto a Sergio Massa. Morales viajó y bancó al nombre propuesto por el partido, pese a sus negativos antecedentes, y Lousteau no voló hasta ese distrito pero mandó un video y Emiliano Yacobitti se mostró en la zona. Ganó el PRO. Bah, ganó un candidato de la UCR apoyado por el PRO.
En Córdoba, lo dicho. La cercanía de De Loredo con Bullrich y Macri no generó ningún tipo de confianza. Según el plan más lógico para armadores nacionales, el diputado debería ir por la capital provincial y dejarlo a Juez para la gobernación. El primero, con altísimas chances de ganar y construir a futuro. El segundo, mucho más complicado al enfrentar al schiarettismo.
Otro de los casos de abandono o presunta traición al pacto se dio en Neuquén. También aquí la situación se mostró particular. En cada caso, todo pareciera estar sujeto a la interpretación de los actores. Juntos por el Cambio se dividió en partes iguales, el hombre de Evolución, el candidato Pablo Cervi, se quedó con el nombre de la alianza en pacto con el ARI mientras que el PRO, otro sector de la UCR y Nuevo Compromiso Neuquino optaron por ser colectora de Rolando Figueroa, un ex Movimiento Popular Neuquino. El conflicto escaló a niveles astronómicos y terminó en sede judicial. Aún a la espera de una resolución. Hubo, incluso, acusaciones de presión a una magistrada y de intentos de proscripción.
El nuevo gran conflicto es el de Tierra del Fuego. El larretismo apostó por un hombre de Evolución - Federico Sciurano - que, después, terminó dentro del sector de la UCR, adversaria al sello amarillo. La situación en la provincia es compleja. La alianza está formada por cuatro espacios, el mencionado radicalismo, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), la Coalición Cívica y el PRO.
El PRO está intervenido producto de conflictos internos que podrían haber hecho perder una elección clave para la conducción del espacio. La persona puesta para ordenar la fuerza responde al larretismo, Mariano Gallegos. Este sector estaría enfrentado a los otros tres que tienen vínculos con el ala halcona del macrismo. La Coalición Cívica posee a Tomás Bertotto como presidente, un lilito bullrichista. El MID está encabezado por Federico Frigerio, sobrino de Rogelio, también alineado con la jefa del PRO. La UCR está comandada por el senador Pablo Blanco. Todos estos sectores estarían unidos y el conflicto pasaría por conocer el camino que tomará el macrismo local.
En la provincia no hay PASO pero sí un sistema legal de internas, por lo que las diferencias podrían resolverse en esa instancia entre los tres posibles nombres para ir por la gobernación. Héctor “Tito” Stefani, del PRO, y los citados Blanco y Frigerio por la UCR y el MID, respectivamente. Si bien todavía se apuesta por la unidad, el miércoles debería haber una resolución porque es el día señalado para la presentación de frentes y alianzas.
Para que el radicalismo cumpla con el compromiso de acompañar a nivel nacional y dejar contento al larretismo en el pacto de caballeros, debería lograrse un acuerdo en Tucumán y Tierra del Fuego, como gesto de buena voluntad. En la primera provincia, esta semana cerraron los frentes electorales pero la UCR y el PRO se anotaron en forma separada. Todavía se apuesta a que el 12 de abril, cuando presenten las listas, se logre una unidad para los cargos de gobernación.
Esos acuerdos no implicarían que el radicalismo no compita sino que lo haga en el mismo espacio y no en frentes diferentes, como pasó en Neuquén, estaría sucediendo en Tucumán y podría ocurrir en Tierra del Fuego donde se inscribieron o podrían inscribir las alianzas sin el PRO. Nuevamente la pregunta, ¿Falta poder de influencia o la dirigencia nacional lo tiene y no lo usa? Y, en ese caso, ¿Por qué un actor respetaría un acuerdo si el otro no lo hace? Dudas que flotan en el aire.