El radicalismo dejará atrás el episodio del vaso volador y de divisiones formales para encaminarse a un período de unidad. La elección del nuevo presidente del Comité Nacional de la UCR tendrá un fuerte peso simbólico pero, dado el contexto, no necesariamente práctico. Si bien la conducción será clave, se especula con que la política pasará, principalmente, por los gobernadores y su articulación con el Congreso.
A las 14, en la calle Alsina, los delegados radicales llegarán para votar al nuevo conductor. El senador porteño, Martín Loustaeu, aparece como el favorito pero quienes promueven a Gustavo Valdés, gobernador correntino, todavía ven un escenario “palo y palo”, de poroteo extremo. Pese a la existencia de dos sectores claros, se espera que el resultado de las negociaciones deje a todos contentos.
Lousteau contabiliza 75 delegados, sobre 109, a su favor, casi un 70-30%. Pero el espacio rival ve un escenario de 60-40% en favor del porteño, teniendo en cuenta que tres provincias no pueden poner representantes y el número total de electores estaría por debajo de los 100. Por el momento, cualquiera de las dos versiones pone al senador en la silla máxima del partido, aunque todavía se contempla el factor volatilidad.
Hace sólo dos años, Lousteau y Gerardo Morales, actual presidente del partido, se trenzaron en una discusión que terminó con el revoleo de un vaso de vidrio en el Comité. Para esa misma época, un sector de la UCR rompió el bloque en Diputados para marcar otro rumbo. Con el paso del tiempo y la llegada del año electoral, las asperezas quedaron limadas, ambos trabajaron en conjunto y el jujeño – junto a otros referentes provinciales en todo el país – apoya al porteño.
Sin embargo, algunos movimientos recientes pusieron un manto de sospecha sobre la relación entre ambos. Antes de la unificación en Diputados, que ocurrió hace diez días, hubo un amague de nueva ruptura. Doce legisladores respaldados por Morales se abrieron del bloque de la UCR en rechazo a la propuesta de Rodrigo de Loredo como conductor. A las 24 horas, eso cambió y volvieron a estar todos juntos. ¿El jujeño y el porteño se distanciaron en el Congreso pero se amigaron fuera de él? No terminó de quedar claro. Lo cierto, es que todo se movió muy rápido.
Pero el lousteauismo muestra tranquilidad. Además del apoyo de delegados, por estas horas trabajan en la integración de sectores minoritarios para tener un mayor respaldo en la elección que terminará de conformar una mesa amplia.
El objetivo es evitar cualquier tipo de enojo posterior para encarar un periodo histórico, con 10 gobernadores de Juntos por el Cambio, cinco de los cuales son radicales. Por eso, se espera que, de triunfar Lousteau, Gustavo Valdés ocupe un lugar central, que Morales siga con una silla en la estructura partidaria y que las provincias de la UCR tengan un espacio preponderante en la mesa de conducción.
Valdés, se dijo, aportaría gobernadores, territorio y responsabilidad de gestion. Pero también se cuestionó que un jefe provincial no puede ocupar ese rol porque tendrá que atender su territorio en tiempos difíciles.
Lousteau prepara un discurso ante la pronosticada victoria. Ya se convocó a la militancia para darle el marco apropiado siempre con la salvedad de que los planes pueden fallar. En la proclama prevista, manifestará los lineamientos de la gestión que busca encabezar. El Destape pudo reconstruir algunos de los puntos más destacados de un plan partidario para esta nueva etapa, resumidos en tres item.
Por un lado, colaborar con la garantía de la gobernabilidad de los jefes provinciales e intendentes de la UCR. El presidente del partido debería, o esa es la intención, funcionar como representante de los mandatarios, sus intereses y tratar de movilizar y coordinar los recursos que sean necesarios con el gobierno nacional. De no lograrlo, el rol será meramente simbólico.
Otra cuestión fundamental será el proyecto de expansión del poder. Básicamente, analizar en qué provincias el radicalismo puede ser desafiante y buscar o conseguir la gobernación en los próximos años mientras, en paralelo, se intenta incrementar el volumen partidario parlamentario. A fin de cuentas, dirigir la estrategia del radicalismo en términos de crecimiento, en términos de ampliación del poder territorial.
Finalmente, con esos puntos en desarrollo, con un partido en crecimiento, que dispute espacios en otras provincias, que procure llegar a la elección de medio término con más diputados y senadores, ganar municipios y gobernaciones, construir un candidato a presidente. Promocionar mandatarios o figuras nuevas hacia arriba para poder colocar un jefe de Estado eventualmente.