La campaña cruzó la línea de largada con la publicación de los primeros spots electorales y la continuidad de los cruces picantes entre los distintos candidatos de Juntos por el Cambio, sin importar su ubicación. La construcción de proyectos discursivamente opuestos abrió el gran interrogante, ¿será posible que el ganador de una PASO pueda retener los votos de su contrincante, parte de la misma alianza? Para intentar evitar problemas, se empezarán a ensayar algunos pasos que puedan garantizar cierta supervivencia con el siempre presente asterisco que habilita salir a interceptar al otro en caso de una "barbaridad".
El cambio más notorio en las últimas horas la tuvo como protagonista a Patricia Bullrich. Si el domingo 9 de julio planteó, a los gritos, que el diálogo, el consenso y los acuerdos no son suficientes para garantizar un cambio profundo, el lunes intentó mantenerse alejada de la profundización de la interna con Horacio Rodríguez Larreta.
En una entrevista con TN después de una recorrida por el conurbano norte bonaerense, reafirmó el concepto de esa venta política - el de ir más allá que el cambio "a medias" - pero en un tono más calmo y, acto seguido, le pidió a los periodistas no ahondar en las peleas cuando, en realidad, el verdadero problema es la inflación. O sea, buscó mantenerse al margen.
Lo mismo hizo con el caso de Santa Fe, tal vez la interna más cruenta de la oposición. Después de acompañar a Carolina Losada a los estudios del mismo canal para darle espalda política y bancar su postulación frente a la de Maximiliano Pullaro, la ex ministra de Seguridad se distanció de los modos utilizados en la contienda electoral y no se hizo cargo de la metodología.
En la carrera hacia las urnas, la senadora acusó al ex funcionario santafesino de ser cómplice de una red narco que involucró a la policía local. Después de varias semanas, este sector apoyado por Martín Lousteau y Horacio Rordíguez Larreta salió a responderle para marcarle su desconocimiento de la realidad provincial y, sobre todo, su doble discurso porque, hasta hace pocos meses, la relación era diferente.
La actitud zen de Bullrich no fue casual y la modificación de su posicionamiento público, en tan sólo horas, tampoco fue azarosa. La precandidata presidencial va a bajar un poco el tono agresivo que supo mantener hasta ahora porque entendió que ya ganó ese espacio, que se consolidó, que se transformó en una referente, que es natural en ese ambiente - a diferencia de Larreta - y que no hace falta llegar a los extremos para reafirmarlo. Sobre todo cuando el jefe de Gobierno decidió incursionar en un territorio conocido para ella y nuevo para él.
Por lo tanto, la ex ministra será menos agresiva en los términos en que ella lo entiende. Porque el concepto será el mismo, sólo que con menos gritos. Va a continuar con el discurso de que no se puede negociar con personas corruptas y que el cambio debe hacerse con fuerza, determinación, coraje y nitidez, sin medias tintas.
En esta primera etapa, de cara a las PASO, Bullrich concentró todas sus fuerzas en hablarle a los peces de la pecera de Juntos por el Cambio, no a otros. No buscará conquistar a centristas ni a ultraderechistas sino a los cambiemitas. Lo demás, será yapa. Por eso, su spot inicial estuvo concentrado en eso, en los valores o los gustos y preferencias más taquilleros para el elector de la alianza. Por el contrario, el de Larreta quiso hacer lo mismo pero más sutil, más aterciopelado y con una clara línea apta todo público.
Ahora bien, el cambio discursivo de Bullrich - o el cuidado de garganta, al gritar menos - no la hará más blanda. Se concentrará no en su oponente de interna sino en el sindicalismo, con especial foco de atención en la familia Moyano, también habrá mucha mención a Juan Grabois y Sergio Massa, los dos precandidatos presidenciales de Unión por la Patria.
Algo similar a lo que decidió Larreta hace tiempo. Ignorar a Bullrich. No habrá una concentración total ni parcial en su oponente sino simplemente el seguimiento de un camino propio, sin importar demasiado lo que puedan decir otros. Sin embargo, en las últimas horas, en medio de un raid de entrevistas, se refirió al spot de su contrincante.
Para el jefe de Gobierno, “el camino de querer imponer los cambios a las trompadas y de que el que no piensa como yo es el enemigo" no es el más acertado porque el "construirse sobre el anti del anterior, nos condujo a inflación, inseguridad y frustración". Esto, para el larretismo, no fue una crítica sino como una diferencia entre ambos proyectos.
Cada uno se concentró, entonces, en su propia campaña y territorialidad. La ventaja bullrichista es que hace años la jefa del equipo se dedicó a viajar por todo el país y hacer contacto humano con la militancia frente a vuelos más fugaces del jefe de Gobierno, limitado por la gestión. Un dato que puso una y otra vez en valor, como gran diferencia, entre ambos.
Con más austeridad, Bullrich se embarcó en una campaña "económica" - de hecho una curiosidad destacable es que no hace transmisiones por Youtube de sus actos sino que depende de la convocatoria de la prensa -. Pero los dos se dedicaron a estar presentes en esta etapa.
Larreta inició su semana en Buenos Aires, la madre de todas las batallas, con Diego Santilli, un candidato muy bien posicionado, perdido en el medio de una boleta demasiado grande y destacado con colores para llamar la atención y generar un nuevo espacio para traccionar votos. Se mostraron en Pilar y Tigre. El martes será el turno de San Isidro - tierras del candidato a vice bonaerense, Gustavo Posse -, San Fernando y Malvinas Argentinas, donde estuvo Bullrich la semana pasada.
El miércoles, a casi diez días de la elección de la intendencia de Córdoba capital, el jefe de Gobierno viajará a Río Cuarto. Ya se había mostrado en la provincia del centro la semana pasada para acompañar a Rodrigo de Loredo. Larreta fue y sigue siendo cuestionado por la "confusión" generada al intentar sumar a Juan Schiaretti en plena compulsa electoral cordobesa por la gobernación y Bullrich se mostró más cómoda en ese distrito aunque, más allá de estar "en las buenas y en las malas", se llevó una foto de derrota ejecutiva aunque le sumó una buena noticia legislativa.
Patricia estará en esas tierras la semana que viene ya que este jueves irá a Santa Fe en las horas previas a una elección caliente que servirá de anticipo de la interna nacional y le permitirá tener una foto victoriosa a una de las fórmulas presidenciables y una de derrota para la otra.
El mismo día, Larreta viajará a Mendoza, que recién tendrá sus comicios generales en septiembre. La provincia del sol y el vino fue una de las primeras que mostró la interna al rojo vivo en la alianza. Tanto que culminó en una ruptura y en una PASO que dejó incómodos a los dirigentes de Cambia Mendoza. Omar de Marchi, con un amplio currículum que va desde formar parte de las filas bullrichistas hasta integrar las larretistas, decidió buscar nuevos horizontes por fuera de la coalición, armó una propia, quedó segundo a menos de diez puntos de Alfredo Cornejo y se entusiasmó. De acá al 24 de septiembre, cuando efectivamente se sufrague al próximo gobernador, todo será especulación.