“Sostengo la unidad de Juntos por el Cambio”, dijo Cristian Ritondo, diputado PRO y posible presidente de la Cámara Baja en un eventual gobierno de Javier Milei. La declaración del ex ministro de Seguridad bonaerense apareció para abrir una puerta, la de la continuidad de una alianza, a priori, despedazada por la derrota electoral. Una persistencia que, según el resultado del 19 de noviembre, tendrá diferentes conclusiones pero, en todas ellas, sin una convivencia cómoda.
El llamado de unidad se leyó como una estrategia válida para cualquier final electoral. Ante la posibilidad de que el libertario pierda las elecciones y el sector halcón de Juntos por el Cambio deba deshacer los pasos, apareció necesario cuidar el nido. Pero también se convirtió en un ítem obligatorio en caso de que La Libertad Avanza triunfe. Si la coalición opositora se dividiera en malos términos, Milei podría no tener los números para designar al presidente de la Cámara, silla para la que suena Ritondo.
En un eventual gobierno libertario, quien sea propuesto para comandar Diputados necesitará, no sólo los votos de La Libertad Avanza y algunos extra, sino los del bloque del (ex) Cambiemos. Si se rompiera el armado ficticio e institucional en el Congreso, podría ser difícil llegar al número necesario, perdiendo la titularidad de la Cámara.
Hasta ahora, la Coalición Cívica fue el único espacio que se opuso a la conducción ritondista del interbloque, no de Diputados. A partir del diez de diciembre, las filas de los lilitos se verán reducidas por lo que su negativa será menor. Pero, en caso de una ruptura estridente, podrían no ser los únicos enfrentados al ascenso de Cristian.
Si Milei triunfara en las urnas, la convivencia de Juntos por el Cambio se tornaría imposible. Los más duros – quienes se pronunciaron y otros nuevos – migrarían a las filas libertarias triunfalistas. “Van a gobernar con él y le van a votar el 90% de las leyes”, se analizó.
Los moderados, en cambio, avanzarían en la conformación de un bloque de centro, siendo oposición desde el día uno. Las charlas existen e incluyen al larretismo, el radicalismo, la Coalición Cívica, el espacio de Emilio Monzó, el de Miguel Ángel Pichetto y las ganas de sumar cordobeses. En ese caso, los anti-Milei mostrarían los dientes en favor de la emancipación.
Por el contrario, si llegara a triunfar Sergio Massa, la historia podría ser diferente, manteniendo el estado actual de las cosas. En este escenario, “el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen”.
Los combativos podrían buscar un retorno al nido por ser una herramienta política más potente. La supervivencia de Milei y de La Libertad Avanza, sin estar en el poder, pasaría al terreno del enigma. La de Juntos por el Cambio, con problemas, quedó demostrada
Pero no sería lineal. La distancia de votos entre el candidato de Unión por la Patria y el libertario influirá en la negociación. Si Massa ganara en forma ajustada, los halcones culparían a las palomas por no haber permitido el cambio. Si se consagrara de manera holgada, los más dialoguistas saldrían victoriosos por no haber apoyado a ninguno y jugarían el rol de opositores al 100%.
Habrá, probablemente, algunas fugas. Pero, hacia adentro, la lucha será por el poder. Los “democráticos” intentarán sacarle el poder de decisión a quienes pusieron en riesgo la alianza, sobre todo porque quedarán en minoría. Algo que tendrá su impulso si, efectivamente, la UCR se reunificara a fin de año.
Ante la posibilidad de una ruptura en caso de una victoria libertaria – lo que pondría en riesgo la presidencia de la Cámara -, y ante la negociación interna a cara de perro frente a un triunfo peronista, Ritondo prefirió bregar por la unidad y la convivencia (juntos o separados). En una entrevista con La Nación, el diputado analizó que, a partir del 10 de diciembre, habrá “un bloque importante de La Libertad Avanza y estaremos nosotros de Pro en Juntos por el Cambio”.
Como ya contó El Destape, la intención de los más duros, de aquellos que decidieron apoyar explícitamente a Milei, es no romper la alianza. Mantener la unidad institucional y formal, con ciertas libertades de negociación. Romper con la corporatividad para permitir el vuelo de los socios según el tema a tratar. Sostener los puentes de diálogo en caso de necesitarlos.
Las negociaciones, entonces, no serían entre oposición y oficialismo sino dentro, también, de la misma oposición. Para eso, no debería haber enojos. En esa línea, Ritondo deslizó que sus socios difícilmente estén en contra de la “modernización laboral”, del cumplimiento obligatorio de los “190 días de clase en la educación, la baja en la edad de imputabilidad de los menores de edad o una reforma tributaria seria” propuestos por Milei.
Detrás de la batalla, estará la discusión por el cambio y la transformación. Quienes no acompañen, serán blanco de crítica por mantener el estado actual de las cosas. Quienes acompañen, tendrán el problema de las consecuencias pero celebrarán la vuelta de página.