La dictadura cívico-militar que tuvo lugar entre 1976 y 1983 fue una época siniestra en la historia nacional, donde los militares cometieron crímenes de lesa humanidad: secuestraron, violaron, amenazaron, torturaron, mataron y desaparecieron gente. Pero, a diferencia de lo que ocurrió con otros Golpes de Estado perpetrados en Sudamérica y otras partes del mundo, Argentina fue un verdadero ejemplo, ya que juzgó y encarceló a cientos de represores. Uno de ellos fue Jorge Rafael Videla, genocida que debió dar explicaciones ante la Justicia y que, hace exactamente ocho años, falleció en la cárcel.
Videla fue uno de los protagonistas más sombríos de la dictadura que desapareció a 30.000 personas y que, al día de hoy, siguen siendo buscadas. Junto a otros represores, encabezó el golpe militar del 24 de marzo de 1976 y fue el primero en ocupar la presidencia hasta 1981. En 1985, y tras el histórico Juicio a las Juntas Militares realizado durante el Gobierno de Raúl Alfonsín, lo condenaron a prisión perpetua.
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Sin embargo, en 1990, Carlos Saúl Menem indultó -por medio de una serie de decretos- a los genocidas. Videla fue uno de los tantos que gozó de la libertad -al menos- durante ocho años. Luego, el juez federal de San Isidro Roberto Marquevich lo detuvo en 1998 por sustraer menores, delito que había quedado fuera de aquel indulto, por lo que volvió a ser encarcelado.
Durante un tiempo, el represor tuvo arresto domiciliario en su casa de la Avenida Cabildo, barrio porteño de Colegiales, aunque le duró poco: como no respetó el beneficio que le proporcionaron, fue enviado nuevamente a la cárcel. En 2008, Norberto Oyarbide -juez federal que estuvo a cargo en aquel entonces de la causa de robo de bebés- ordenó que Videla dejara de gozar del arresto domiciliario para pasar a la Unidad 34 de Campo de Mayo.
En julio de 2010, por decisión de Víctor Hortel -jefe del Servicio Penitenciario Federal- Videla dejó la Unidad 34 de Campo de Mayo y fue enviado a la cárcel común de Marcos Paz, donde también estuvo preso junto a otros represores que cometieron delitos de lesa humanidad. Y un mes más tarde, la Corte Suprema de Justicia declaró "inconstitucionales" los indultos de Menem a los represores.
Finalmente, el 5 de julio de 2012, fue condenado por el Tribunal Oral Federal 6: se lo encontró responsable de llevar adelante un plan sistemático de detención y secuestro de menores en centros clandestinos, ser responsable de homicidios calificados, privaciones ilegales de la libertad, torturas, extorsión y robos agravados. Como consecuencia, y teniendo en cuenta que también tenía una causa en Córdoba y otras dos condenas, se le unificó las sentencias anteriores y le dieron 50 años de reclusión perpetua.
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Pese a que tenía una inmensa cantidad de causas en su contra, Videla aún debía dar más explicaciones ante la Justicia. Por ejemplo se lo acusaba de haber desarrollado el "Plan Cóndor", alianza represiva de las dictaduras en Latinoamérica y el secuestro de los empresarios Gutheim, entre otras.
Cómo fueron los últimos días de Videla en la cárcel
En plena segunda semana de mayo de 2013, el hogar de Videla era en una de las celdas de la cárcel de Marcos Paz. Allí, y de acuerdo a lo que indicó Juan Pablo Salas -juez federal de Morón que investigó su muerte- y pese a que tenía 87 años, el dictador caminaba con normalidad, pero era trasladado a las audiencias de juicio oral -dos veces por semana- mediante una silla de ruedas.
El juez sostuvo que Videla solía quejarse de los dolores de espalda y de columna que tenía. De hecho, para poder aliviar dichas molestias, debía utilizar un arnés. Precisamente el 12, 14, 15 y 16 de mayo, el represor manifestó que tenía diarreas cuando debía ir al baño. Así lo indicó su historia clínica.
La noche del 16 de mayo, el dictador decidió no cenar. Se sentía mal. Al día siguiente, el viernes 17 de mayo de 2013, se fue de su celda para asistir al baño a las 8 horas. Las cámaras de seguridad del penal de Marcos Paz reflejaron el hecho. Minutos después, y al advertir que no había salido del sanitario, un guardia lo encontró muerto en el inodoro.
Tras la llegada de los médicos que constataron su muerte, el cuerpo de Videla fue trasladado a la Morgue Judicial del Cuerpo Médico Forense de la Capital Federal, ubicada en la calle Viamonte y Junín. La radióloga de dicho sitio señaló: "En las radiografías que se le tomaron, los trazos no son nítidos para determinar que había fracturas. Las imágenes leves y sutiles no eran evidentes y manifiestas respecto de fracturas".
Días más tarde, la autopsia arrojó que el represor "murió por pequeñas fracturas internas que derivaron en hemorragias, una embolia pulmonar y luego un paro cardíaco".
Argentina, uno de los pocos países que juzgó a represores que cometieron crímenes de lesa humanidad
A diferencia de países de Latinoamérica y otros del mundo, Argentina fue un verdadero ejemplo. En 1985, tras apenas dos años de la vuelta a la democracia y con un clima caldeado, se desarrolló el Juicio a las Juntas Militares. Se creó la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas), que recogió pruebas, testimonios y denuncias para averiguar sobre el paradero de personas desaparecidas, secuestros, torturas y ejecuciones ejercidas por la dictadura militar.
Por otra parte, en Chile, el dictador Augusto Pinochet fue senador vitalicio pese a la masacre cometida en su país y recién en 1998 fue detenido en Inglaterra. En Uruguay mantuvieron durante varios años la auto amnistía de los militares; mientras que en Brasil, Perú, Paraguay y Guatemala recién hace algunos años intentaron generar consciencia sobre los crímenes cometidos en sus respectivos territorios.
¿En España? Según la Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas por el Franquismo (entre 1939 y 1975), hubo 140.000 desaparecidos, entre víctimas de la Guerra Civil Española y de la posterior dictadura franquista. Pese a que la ONU y un sector de la sociedad ha pedido -en reiteradas oportunidades- que se investiguen los crímenes cometidos en aquella época, hubo pocos avances en el reclamo de Memoria, Verdad y Justicia, tres palabras cuyos significados se han entendido a la perfección -en la Argentina- para que nunca más se repita.