El reciente debate parlamentario sobre la ley para regular el juego online en Argentina dejó al descubierto el patrón que guía el accionar del gobierno de Javier Milei: la defensa férrea de intereses privados por encima del bienestar público. La norma, diseñada para regular una actividad que crece exponencialmente y que representa riesgos significativos como la ludopatía, incluye una previsión presupuestaria para destinar fondos a la prevención de esta adicción. Siempre sensibles al lobby de los dueños del dinero, el oficialismo de La Libertad Avanza votó en contra, mientras que el PRO y la UCR optaron por la abstención. Aunque no lograron bloquear su aprobación, quedó claro -de nuevo- que Milei y su espacio no ven la salud pública como una prioridad.
El guiño al mercado del juego no sorprende en un gobierno cuyo discurso libertario se reduce a un simple mantra: menos Estado, más negocio. En su pretendida lógica de "libertad absoluta", el oficialismo ignora adrede que la proliferación del juego sin regulación adecuada genera externalidades sociales graves, entre ellas el endeudamiento masivo, el deterioro de la salud mental y, en última instancia, la desigualdad estructural. En lugar de abordar estas problemáticas con políticas preventivas, el gobierno opta por un ajuste presupuestario despiadado que deja al sistema de salud pública sin recursos para hacer frente a los costos de la crisis infringida por las políticas oficiales.
Nadie resumió mejor el terraplanismo de negocios que caracteriza al gobierno que la diputada Lilia Lemoine en su intervención durante el debate parlamentario. “El dictamen de mayoría es una colección de buenos deseos no solo impracticables, sino que proponen violentar libertades individuales” afirmó la legisladora, que integra el círculo íntimo fundacional de Milei. “¿Es un problema? Sí. Meté controles parentales, sé responsable” desligó Lemoine, quien con la impunidad de la ignorancia completó: “¿El dictamen de UxP sirve para prevenir el problema? No. ¿Qué sigue, prohibir el acceso a redes sociales?”.
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El rechazo a la regulación del juego y la falta de financiamiento para prevenir la ludopatía no son decisiones aisladas. Responden a un modelo más amplio que prioriza los negocios por sobre las personas. El modelo se manifiesta también en los recortes sistemáticos en áreas como salud, educación y programas sociales, bajo el pretexto de “achicar el Estado”, como celebra el presidente desde la portada de The Economist. “Mi odio al Estado es infinito”, dice Milei en una entrevista donde repitió su habitual rosario de frivolidades intelectuales y sandeces económicas.
En la teoría austro-cósmica que Milei pasea por el mundo, su gobierno constituye el primer experimento de anarco capitalismo liberal libertario. En la práctica, lo que se achica es la capacidad del Estado para proteger a los sectores más vulnerables mientras se favorece la avanzada de los dueños del dinero y el poder.
Lo que ocurrió con la Ley del juego es un buen ejemplo de la farsa en curso. Mientras Milei declama su rechazo al “Estado omnipresente”, su gobierno maniobra para que intereses corporativos dominen áreas clave de la economía y la sociedad. El terraplanismo económico del presidente niega las complejidades del mercado y reduce los problemas sociales a decisiones individuales. Según esta visión, la ludopatía no sería más que el resultado de una falta de autocontrol, y no un fenómeno social que requiere regulación y contención.
Con astucia, temeridad y convicción -que no necesariamente es una virtud: contra toda evidencia, los terraplanistas están convencidos de que la tierra es plana- Milei se juega un pleno político en la ruleta rusa del humor social. Por el momento la minusvalía opositora le da margen para manipular el estallido con inversión social directa -como la tarjeta Alimentar Comunidades, con la que pretende reemplazar a los comedores- y caramelos de madera “anti casta” espolvoreados de crueldad.
Mientras tanto, se amplía la brecha de ingresos a fuerza de lucrativos negocios financieros y beneficios fiscales para los más ricos. Es un juego con larga tradición en la Argentina: en la timba que propone Milei, los únicos que ganan son los dueños de la mesa.