La República Argentina está tomando posiciones en su política exterior, qué lejos de contribuir a un entorno de relaciones internacionales que coadyuden a los graves problemas de la política interna que tiene nuestra nación, parecen empujarla en un destino incierto, en un contexto internacional con conflictos crecientes y complejos.
Si bien no hay una declaración formal de alianza, sí hay una serie de gestos que indican que la Argentina está camino a una alineación geopolítica con Ucrania, aceptando completamente la posición de esta nación en el conflicto que se lleva a cabo en Europa oriental, alentados por la influencia de EEUU y los países de la OTAN.
No solo el presidente Javier Gerardo Milei invitó al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy a la ceremonia de su investidura presidencial, sino que había manifestado su vocación de concurrir a una difusa conferencia por la paz en el conflicto con la Federación Rusa, conferencia que no va a tener ningún poder ejecutivo, sino meramente declarativo, y a la que debió declinar su participación a causa de la crisis política y económica desatadas a nivel local.
Pero más grave es la información que el periodista Gustavo Sierra ha hecho pública en estos días, al decir que en Ucrania "Ya recibieron nuevas tecnologías durante la guerra de otros países y que están dispuestos a compartirlas, en este caso con Argentina, para crear un tipo de industria que no solo se quede en estos armamentos que se necesitan en este momento, sino que sea de gran tecnología para el futuro".
Esto puede ser un precedente gravísimo, porque ya no solamente sería una declaración de apoyo diplomática, sino una intromisión directa en la guerra, un compromiso que podría bloquear cualquier posibilidad de tener buenas relaciones en el futuro con la Federación Rusa, país que, recordemos, tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y por ello podría afectar cualquier desarrollo futuro del Tratado Antártico y por ende, de nuestras pretensiones soberanas en el continente blanco.
Y esa alianza podría llevar inclusive aceptar contingentes de refugiados ucranianos en la República Argentina. Situación que no resolvería nada en concreto porque, dada la logística de tamaño desplazamiento, no estaríamos hablando de números significativos de personas, y además porque corresponde a un tipo de diplomacia de gesto simbólicos que la Argentina ya ha llevado a cabo sin ninguna incidencia en la región, que fue la política de recibir refugiados, para ayudar a los Estados Unidos a concluir del modo más honorable posible, su intervención militar en el sudeste asiático.
En el año 1979 en la República Argentina aceptó recibir un número de refugiados laosianos y de otras naciones, lo que al mismo tiempo le permitiría a la junta militar, lavar la cara en el escenario internacional, así: "Si bien la Junta Militar ofreció recibir 1000 familias, solo 293 arribaron al país, según consta en el Informe Narrativo sobre el Programa para Refugiados Indochinos en la República Argentina del ACNUR y en el documento Programa de Refugiados del sudeste asiático. Análisis y evaluación, período 1979-1981 de la DGPD. La mayor parte provenía de Laos (266 familias) y el resto de Camboya (21) y Vietnam (6). Si bien no se puede decir con exactitud la cantidad de personas correspondientes a estas familias, se puede estimar que fueron cerca de 1270, teniendo en cuenta los expedientes de los archivos de la Comisión Nacional de Refugiados (CONARE) y la información de los documentos anteriormente citados". Eso le permitió a los Estados Unidos a salvar algunos colaboracionistas o empleados que tuvieron activos en ese teatro de operaciones durante su campaña militar.
Pero ese programa de implantación totalmente artificial y con fines propagandísticos, terminó en un fracaso, es decir, no fue hecho con el fin de ayudar a esas personas, sino que se empleó a esas personas con fines de política y de imagen pública, tal que algunos de los propios laosianos declararon “En repetidas oportunidades hemos afirmado que no se han cumplido las promesas que se nos hicieron antes de trasladarnos a la Argentina en cuanto a las condiciones de reasentamiento. Hoy podemos afirmar que hemos sido trasladados a la Argentina engañados, al no respetarse las condiciones previamente acordadas para nuestro reasentamiento. En el exterior se nos hicieron determinadas promesas que no han sido cumplidas en absoluto. Es decir que hemos viajado a la Argentina bajo falsas expectativas.".
La misma fuente señala como resultado final de todo ese proceso: "Este trabajo ha narrado el paso por la provincia de Mendoza de 25 familias refugiadas políticas laosianas, con políticas estatales de integración que no fueron exitosas, haciendo que a los pocos años solo quedaran tres, que además no hablan bien el español. A nivel nacional, este fracaso se debió al oportunismo de la diplomacia de la dictadura argentina, que vio como un beneficio la aceptación de estos refugiados, pero no planificó de forma adecuada su integración".
Las dinámicas migratorias y de implantación de nuevas poblaciones son fenómenos complejos que involucran poblaciones precedentes, vínculos familiares, pertenencia identitaria común, etcétera. El mover una pequeña población con fines propagandísticos, tiene un alto costo, porque supone una implantación prácticamente financiada en forma completa por el estado nacional a fin de que se vea en el exterior que ese operativo ha sido exitoso; pero ello no cumple con las condiciones de los flujos migratorios en el presente. Además, en una situación nacional en donde los indicadores de pobreza e indigencia son crecientes y alarmantes, ya hay razones mucho más urgentes para aplicar los recursos del estado que en una tarea puramente publicitaria, no diferente a la que intentó la junta militar trayendo unos pocos cientos de refugiados laosianos.
Ante un conflicto tan complejo como el que tiene lugar en Europa oriental una nación como la Argentina, periférica en todo modo respecto a esa región del planeta, y con otra agenda político cultural propia de su continente, la hoja de ruta es muy clara: Neutralidad absoluta. Este es la hoja de ruta de la Concordia, la otra es una hoja de ruta beligerante y que aparte daña a la sociedad argentina al someterla a operaciones y alianzas extrañas e inconvenientes que Milei intenta forjar desde su llegada a la presidencia, y que a ciencia cierta desconocemos sus motivaciones y sus objetivos, que conociendo la figura del primer mandatario, lo más probable es que sean de índole personal y dirigidos por sus nuevas relaciones y amistades con EEUU y con Israel.