En abril del año que viene van a cumplirse 200 años del final de la guerra de la independencia y el comienzo de las relaciones bilaterales entre España y el país que luego pasaría a llamarse Argentina. Nunca, desde entonces, el vínculo estuvo en un punto tan bajo como ahora, cuando las agresiones reiteradas del presidente Javier Milei a su par Pedro Sánchez motivaron el retiro permanente de la embajadora en Buenos Aires. La política exterior de Milei, o mejor dicho la falta de una, ya es una de las características salientes de su gestión, y amenaza con volverse un problema para él pero también para el país.
Durante sus primeros cinco meses y medio de gobierno el presidente salió del país en seis ocasiones. Hizo un viaje espiritual a Israel y el Vaticano; participó en el foro de Davos, en Suiza; estuvo tres veces en Estados Unidos, donde también concurrió a actividades de carácter religioso, fue premiado, disertó en una convención de ultraconservadores y en una organizada por un delincuente financiero, se sacó dos fotos con Elon Musk y una Donald Trump y por último visitó España para otro encuentro con ultraderechistas. Se cuentan con los dedos de una mano las actividades oficiales que tuvo en su agenda exterior.
La seguidilla de viajes sin actividad de Estado, y el costo fiscal que conlleva, en época de recortes generalizados, causó algunas preguntas en la oposición y hasta en los aliados del gobierno. La diputada Karina Banfi, radical, mandó una nota a la Oficina Anticorrupción para que dictaminen si los viajes violan la ley de ética pública. Gabriel Solano, del Frente de Izquierda, hizo una denuncia penal. Sus pares Oscar Agost Carreño y Margarita Stolbizer, de la Unidad Transitoria de Escaños Hacemos Coalición Federal, tienen un proyecto para intimar al Poder Ejecutivo a dar más información sobre el uso de recursos públicos en el exterior.
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La nutrida sucesión de encuentros con empresarios top que recomiendan invertir en Argentina pero no dan el ejemplo, sectas religiosas y fanáticos de ultraderecha tienen una contracara poco comentada en los medios pero igualmente llamativa: el presidente no solo no tiene encuentros con otros jefes de Estado (Benjamin Netanyahu, el papa Francisco y Giorgia Meloni, en febrero, fueron los últimos) sino que tampoco recibe invitaciones para tenerlos. Aunque se considera un líder mundial por haber ganado el concurso de popularidad en una convención de neonazis, Milei no es más que un líder excéntrico que casi todos prefieren mirar de lejos.
En esa deriva, pone en riesgo relaciones significativas para el país, con consecuencias difíciles de predecir. Brasil es el primer socio comercial de la Argentina, del que depende, entre otras cosas, toda la industria automotriz nacional. China el segundo, y además tenía proyectos de inversión en infraestructura estratégica por más de 10 mil millones de dólares, incluyendo represas y centrales nucleares. Además, es el principal comprador del campo argentino. A causa de la distancia política que tomó el gobierno de Milei, ya relocalizó algunas de esas compras a Brasil. Ese proceso puede profundizarse.
España es el segundo país con mayor cantidad de inversión extranjera directa en la Argentina, con más de 20 mil millones de dólares de compañías ibéricas en proyectos locales. Sólo el año pasado, en un marco de alta incertidumbre, empresas españolas invirtieron 180 millones de dólares en el país. Después del conflicto con Sánchez, y a pedido de La Moncloa, las principales firmas condenaron las palabras de Milei. Pero además, el conflicto con Madrid puede ampliarse a toda la Unión Europea, que no solamente representa el 20 por ciento de la economía mundial sino que también es el segundo destino de las exportaciones argentinas.
Vale recordar también que el gobierno de La Libertad Avanza decidió darle la espalda al BRICS, otro bloque que representa el 30 por ciento del PBI global, el 20 por ciento del comercio y el 20 por ciento de la inversión en todo el planeta, y que además maneja el Nuevo Banco de Desarrollo, con una cartera de más de 100 mil millones de dólares para inversiones estratégicas. También puso en riesgo colaboración con los países árabes a partir de la decisión de mover la embajada argentina a Jerusalem, y se peleó con los presidentes de Chile, Gabriel Boric, de Colombia, Gustavo Petro, y de México, Andrés Manuel López Obrador.
En las próximas semanas Milei tiene planeado volver a viajar a Estados Unidos para reunirse nuevamente con Elon Musk (y esta vez también con el dueño de Facebook, Mark Zuckerberg) y en junio volvería a España para recibir una condecoración de un think tank libertario. Este último viaje está en duda porque desde el gobierno español dieron a entender que podrían impedirle la entrada al país a causa de sus declaraciones sobre la supuesta actividad ilícita de la mujer del presidente Sánchez. Demasiado pronto, el presidente argentino empieza a encontrar, en la política exterior, los límites que a la dirigencia nacional tanto le cuesta ponerle.
Hace más de un mes Milei pidió una reunión con Lula Da Silva. Después de haberlo llamado en la campaña “zurdo salvaje” y de haber prometido que no tendría relación con él, finalmente entendió que era necesario establecer un vínculo. Lula recibió el pedido pero todavía no contestó. Más que las declaraciones, no olvida la invitación a Jair Bolsonaro a participar de la ceremonia de asunción, en diciembre. Tampoco deja pasar que forme parte del equipo de gobierno argentino el consultor Fernando Cerimedo, investigado por la justicia brasileña como parte del dispositivo que intentó dar un golpe de Estado después de la última elección.
Otro ejemplo, quizás el más notorio, es el vínculo con China. Hubo de todo: destrato verbal, amenaza de ruptura de relaciones, interrupción de obras financiadas por Beijing, mentiras sobre la base aeroespacial, guiños reiterados a Taiwan y hasta chistes de mal gusto de la canciller Diana Mondino. Ante el vencimiento, a partir del mes que viene, de 5 mil millones de dólares por la ejecución del swap de monedas, el gobierno argentino comenzó las gestiones para normalizar la situación. Es probable que el gobierno de Xi Jinping finalmente acceda a refinanciar la deuda, pero pedirá a cambio una carta de puño y letra de Milei solicitando esa gestión.