Para “bajar la psicosis” e informar los últimos movimientos, el Consejo Directivo del PRO se reunió en un Zoom consensuado por todas las partes no para avanzar en los temas conflictivos sino para bajarle la espuma a la disputa que estalló el domingo a la noche con un tuit de Horacio Rodríguez Larreta que sorprendió a más de uno. De la mesa nacional, aún no hubo noticias pero debería encontrarse antes del miércoles que viene, cuando cerrarán las alianzas. El lunes, como preludio, la Convención de la UCR abordará esta cuestión.
En el mitin virtual del macrismo no se trató el tema puntual de Juan Schiaretti sino que se planteó la necesidad de que cada uno resuma las charlas mantenidas con los sectores a incorporar, o a querer incorporar, sin que eso signifique realmente dar un paso en esa dirección. Hasta ahora, el dirigente con más chances pareciera ser José Luis Espert, el liberal resistido por el bullrichismo en caso de querer disputar la presidencia.
Su incorporación se intentó en 2021, para las elecciones legislativas bonaerenses, pero hubo sectores que se opusieron y no pudo ser. El larretismo manifestó que este año no permitiría que le pase lo mismo, pero el liberal abandonó su plan bonaerense para competir a nivel nacional. Este martes el PRO buscó empezar a “avanzar en el tema” pero “sin que eso signifique que ingresa” sino que simplemente se encontraron “para informar y bajar la psicosis”.
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Después de la fallida reunión presencial del lunes, el presidente del PRO, Federico Angelini, y el escuadrón del jefe de Gobierno arrancaron con la ronda de consultas a sus pares del interior para ver cómo, como partido, podrían solucionar el problema de la incorporación o exclusión de dos figuras queridas por el larretismo, la UCR, la Coalición Cívica y el Peronismo Republicano: Juan Schiaretti y José Luis Espert. El consenso pareció difícil de encontrar entre las filas bullrichistas, las enemigas de estas adhesiones.
Schiaretti, un centrista que podría robarle votos a Horacio Rodríguez Larreta, sería menos perjudicial si estuviera dentro de Cambiemos y también dispersaría menos el voto, algo central ante el crecimiento de Javier Milei. El liberal Espert erosionaría la figura de Patricia Bullrich aunque, según el argumento que esgrimieron quienes optaron por sumarlo, le quitaría votos al referente de La Libertad Avanza, asunto que los halcones pusieron en duda.
Hace una semana se reunieron el Consejo y la Asamblea del PRO. Allí se definió que toda alianza debería llevar las firmas de dos figuras contrapuestas dentro del macrismo, Angelini por el bullrichismo y Eduardo Machiavelli por el larretismo. Se podría volver a convocar, la pregunta es cuándo, para intentar que el jefe de Gobierno capte votos a su favor. La pelea está en las provincias y el capitalino considera que es factible alcanzar la mayoría.
En caso de suceder, se proyectó un escenario similar al de la última gran batalla entre los dos polos del macrismo, cuando Bullrich decidió interferir en las intervenciones de Salta y Tierra del Fuego y el jefe de Gobierno, en uso de la mayoría en el Consejo, se reunió para ponerle límites sin presencia de referentes del ala dura. Sin embargo, ese no es el órgano seleccionado para tomar las decisiones sino que deberá convocar a la Asamblea Nacional donde los números no están tan claros.
Los halcones se mostraron molestos por la jugada del jefe de Gobierno que, se creyó, presionará a fondo para realizar las incorporaciones sin respetar las formalidades institucionales y cualquier proceso terminará judicializado, como ya ocurrió. Todo eso pese a que el año pasado, cuando la adhesión de Javier Milei se transformó en el tema de agenda, firmó un documento, junto a Gerardo Morales, para que haya unanimidad en la mea nacional a la hora de tratar estos ítem.
La gran pregunta que flotó por los aires desde el domingo a la tarde es si Juntos por el Cambio puede llegar a romperse. Mauricio Macri, en la Bolsa de Córdoba, esperó que eso no suceda porque, dijo, tomaron el compromiso de mantenerse como una opción política que garantice una modificación sustancial del rumbo de la Argentina. Sin embargo, no garantizó que el quiebre pueda evitarse aunque pidió recapacitar pese a no haber visto autocrítica respecto a la propuesta independentista del jefe de Gobierno.
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Estas horas serán cruciales. Gerardo Morales, presidente de la UCR, marcó el amplio acuerdo – pero aún insuficiente – para avanzar, y no descartó una ruptura aunque remarcó que la “vocación” es consolidar el espacio. Angelini descartó el quiebre y otra alta fuente del PRO coincidió con que no se fisurará el partido ni la alianza. Sin embargo, se empezaron a construir proyectos políticos excluyentes aunque lleven el mismo plan de gobierno. La discusión sobre quién ocupará el máximo puesto en el Poder Ejecutivo desvirtuó la interna y se olvidó del kirchnerismo como competidor. De hecho, el propio Macri lo dijo, en Córdoba, al hablar de transición hasta el 10 de diciembre. Se vieron ganadores.
Hasta ahora el único partido que trajo inconvenientes serios a JxC fue el PRO. No logró ponerse de acuerdo en las incorporaciones pero que también tuvo que llevar adelante intervenciones de partidos, judicializaciones, presentaciones a elecciones por separado y el preludio de una guerra total en la provincia de Buenos Aires. La pelea entre el bullrichismo y el larretismo impidió síntesis donde podría haberse conseguido. Esa, en principio, pareciera ser la ruptura de la alianza.
El plan de Larreta con Schiaretti se planteó como muy similar al conversado con José Luis Espert. No se trataría de la sumatoria de fuerzas políticas a una alianza ya conformada sino el desarme y la configuración de una nueva coalición que incorpore, en igualdad de condiciones, a los nuevos actores. Al menos esa fue la condición que puso el gobernador de Córdoba que dijo, después de agónicas horas de silencio, que su intención no es generarle problemas a nadie.
Desde que empezó a sonar su nombre, aunque nadie puede decir que la intención de incorporarlo fue novedosa, no sólo entró en riesgo Juntos por el Cambio sino que también implosionó el intento de conformar una tercera – o cuarta – alternativa electoral, en este caso peronista antikirchnerista. Una cualidad que Schiaretti manifestó tener y remarcó en un contexto en el que también aparecieron algunos dirigentes del Frente de Todos con la intención de recuperar los vínculos políticos con esa provincia.
Tal vez, para el oficialismo, la oreja o la posibilidad de trabajar en conjunto no esté en la figura de Schiaretti sino de su sucesor, Martín Llaryora, a quien Cambiemos se encargó de señalar como “la puerta de entrada del kirchnerismo” a la provincia e incluso le interpuso una denuncia en plena capaña electoral.
Schiaretti no le cerró la puerta a una alianza con Cambiemos, sólo dijo que no pertenece ni pertenecerá a esa coalición aunque remarcó que es necesario generar “un gobierno de unidad nacional”, una suerte de “frente de frentes”, como ocurrió en Santa Fe – una experiencia que funcionó bien al principio hasta que empezaron los chispazos pre PASO -. Con ese nuevo armado, propuso el cordobés, “ir a las elecciones y luego hacer un gobierno de unidad nacional o un gobierno de coalición”.
Esa situación generaría una igualdad de condiciones entre los socios fundadores y los incorporados. Ya lo dejó demostrado Miguel Ángel Pichetto que ingresó en 2019 y se ganó un lugar en la mesa nacional, exclusiva para los presidentes de los partidos que inauguraron la alianza. Por lo tanto, habría más votos para tomar en cuenta a la hora de adoptar determinadas decisiones. La misma silla es la que quiere Espert. Que el liberalismo se acople institucionalmente a Juntos por el Cambio.
“No es que uno pasa a formar parte de otro partido. Simplemente significa que una fuerza política, acuerda un programa con otra fuerza política y se arma una coalición política nueva, una alternativa política nueva, que se presenta a las elecciones, o sea, sin perder la identidad. Acá no hay pase de nadie a nada”, explicó Schiaretti sobre su propuesta.
Esto, claramente, no fue bien visto por Mauricio Macri que, casi en paralelo, no rechazó un acuerdo político con Schiaretti, tampoco con Javier Milei, pero no antes de las elecciones sino después de asumido el nuevo gobierno. Un acuerdo parlamentario para avanzar en las leyes de reforma que Cambiemos ya insinuó en público.