Para Horacio Rodríguez Larreta el parricidio político de Mauricio Macri no es una opción. Por lo pronto, parte de la tarea propuesta pasará por administrar su ego, sus pretensiones de protagonizar los destinos de la oposición, sus coqueteos con una posible candidatura el año que viene y su sentido de la propiedad respecto a todo. El ex presidente entra a una habitación y se asume dueño, líder de y en ella, de quienes están adentro y, por lo tanto, cualquier postulante 2023 pareciera no tener la independencia de elegir si correrá la carrera electoral. Mauricio entiende que es él quien debe definirlo. Eso no va a ser cambiado ni puede ser cambiado, por lo que será gestionado aunque implique ceder en lo comunicacional.
La jugada de Macri casi que se entiende como lógica cerca del jefe de Gobierno. Debe mantener su capital político bajo el complejo título de ser ex presidente. Si todos, sobre todo él, se encolumnaran detrás de un solo nombre, no tendría historia que protagonizar. Al mantener la duda sobre su futuro, sobre si estará o no en una boleta o si será el gran elector, también mantiene su centralidad. Por eso, no llamaría la atención una definición casi horas antes del cierre de listas.
Todo eso forma parte, además, del ego propio y de su necesidad de "reivindicarse" como jefe de Estado. En su cabeza, su gestión no fue tan mala como se analizó. Una visión comparativa frente al gobierno de Alberto Fernández. Este deseo es tenido en cuenta en un larretismo que cree que no se concretará la candidatura M porque, para ello, varios factores deberán conjugarse al mismo tiempo.
Por un lado, mejorar las mediciones en las encuestas. Macri es una de las figuras políticas más estables en imagen negativa y positiva, sin embargo la primera es muy alta y la segunda está prácticamente acotada al núcleo duro. Frente a esto, las encuestas que miran hace años en Uspallata marcan que Larreta siempre se mantuvo estable en un lugar cómodo ante la sociedad. Que no bajó ni subió.
Otros escenarios que deberían darse, analizan en Uspallata, para que Macri efectivamente concrete su candidatura son un rumbo desastroso del gobierno y dos aclamaciones, la política y la social. O sea, que la dirigencia y el pueblo le pidan un segundo tiempo. Todo esto, sumado a las encuestas, no podría concretarse al mismo tiempo. A esa imposibilidad se le suman cuestiones personales, como que su familia no quiere una vuelta al ruedo en la gestión, y de competencia. Si aceptará ir a una interna o no. Porque, aunque todos se bajen, Larreta seguirá en carrera no importa lo que haga Mauricio.
Es que para el jefe de Gobierno, ni Macri ni Patricia Bullrich ganan cien a cero dentro del núcleo duro. Eso le otorga cierta tranquilidad porque piensa que parte del votante cautivo del PRO también podría elegirlo a él y, junto a su ambición aperturista, darle parte del 40% necesario en una PASO. El sector más duro está lejos de ese número, más cercano al 20% por lo que las alianzas con otros espacios, donde el kirchnerismo y la izquierda quedarían excluidos, serán importantes en la contienda.
La interna pre PASO, una interna partidaria, entienden que no existe. Que es una instancia creada por los halcones amarillos para generar confusión y cierto clima de disputa. Por otro lado, Larreta también está más concentrado en generar las alianzas necesarias para, con consenso entre todas las partes, llegar a un gobierno con espalda política. Su preocupación no es la construcción meramente electoral sino, sobre todo, la gubernamental. Está pensando en la gestión más que en los comicios porque, dicen cerca suyo, quiere llegar para "transformar" el país y no llegar por llegar. Esa transformación incluye reformas laboral, previsional y "estabilización" de la economía