La mesa de conducción colegiada fue uno de los grandes orgullos de Juntos por el Cambio. Con la intención de alejarse lo máximo posible del verticalismo, la alianza conformó, después de la derrota del 2019, un órgano de toma de decisiones con reglas claras y encuentros periódicos. Sin embargo, y pese a que hubo varios eventos que demandaron de una coordinación general a la hora de tomar posición respecto de determinados temas, dejaron de reunirse hace más de dos meses. Frente a las especulaciones, empezaron a trabajar en un intento de acercamiento para intentar calmar las aguas.
Una alta fuente de la oposición confirmó a El Destape que el martes habrá una reunión de mesa nacional después de casi dos meses sin instancias de este nivel. El temario aún no fue definido. Según sostuvo la misma persona, no pudieron encontrarse antes por estar concentrados en tareas de ordenamiento internas referidas a cambios en las leyes electorales en algunas provincias y por haber estado abocados a reuniones organizacionales, dada la cercanía de algunas fechas de comicios.
Más allá de eso, la relación entre la dirigencia opositora no es la mejor. Las primeras personas que tuvieron que evitarse en las reuniones fueron Mauricio Macri y Gerardo Morales, que no volvieron a compartir encuentro después de varios cruces entre ambos. Ahora, con múltiples internas desatadas en todos los frentes, la alianza no logró canalizar un mecanismo para resolver los problemas puertas adentro.
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La última mesa nacional se desarrolló en agosto, antes del atentado contra Cristina Kirchner, en medio de un clima caldeado producto del huracán Elisa Carrió. En ese momento, la líder de la Coalición Cívica apuntó contra varios dirigentes de Juntos por el Cambio por supuestos vínculos con el massismo durante la gestión de Mauricio Macri. Los socios le dejaron en claro que ya no soportarían su impunidad verbal pero, reunión de por medio, decidieron dar por cerrado el tema y no se volvió a hablar de ello.
Después de ese encuentro tenso, cambió todo. A los tres días, Horacio Rodríguez Larreta puso vallas en la casa de Cristina Kirchner y, a la noche, reprimió manifestantes. Eso le valió un enfrentamiento público con Patricia Bullrich en medios de comunicación y redes sociales. Fue, de hecho, el episodio que desató, dos meses más tarde, el cruce violento entre la dirigenta del PRO y el jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel, a quien amenazó con romperle la cara si seguía refiriéndose a ella como “funcional al kirchnerismo”.
De hecho, el episodio vallas tampoco motorizó una reunión de la mesa nacional de Juntos por el Cambio pero sí un almuerzo del PRO, una instancia que solía celebrarse cada 15 días y después de ese episodio quedó en una parálisis. La represión en la casa de Kirchner fue el acto que terminó de dividir a los amarillos en dos bandos irreconciliables. Desde entonces, la relación entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta no volvió a los cauces habituales. Y Mauricio Macri decidió no inclinar la cancha por ninguno ni calmar los ánimos.
A partir de entonces, las batallas no cesaron. Por el debate por el Presupuesto, el radicalismo pidió un encuentro de mesa nacional para unificar posturas pero no hubo caso. Los encargados de convocar son los presidentes de los partidos políticos y no lo hicieron. Poco después, desde la Coalición Cívica lanzaron una especie de proclama a favor de la paz para intentar calmar los ánimos frente a una escalada feroz. Maximiliano Ferraro, presidente de ese espacio, reclamó que la alianza “debe parar con el internismo feroz y concentrarse en el acuerdo programático que le vamos a ofrecer a los argentinos, prepararse para los grandes desafíos que tendremos por delante, fortalecer su unidad y construir amistad política”.
Elisa Carrió, en tanto, intervino “como fundadora de Juntos por el Cambio” para pedirle a sus socios “que bajen el nivel de las agresiones. No se trata sólo de las formas, tendrían que reunirse en algún lugar y acordar”. Para ella, el grave error de la alianza fue anticipar los debates por las candidaturas, no sólo por el enorme tiempo que resta hasta las elecciones sino porque la ciudadanía está preocupada por otros asuntos muy alejados de la pequeña discusión política.
Sin embargo, aunque no quiera que suceda, todos empezaron a debatir sus propios destinos electorales. En la presentación de su libro, Macri habilitó el juego para que cada uno compita, identificó los dos bandos en pugna y no tomó partido por ninguno. En provincia, de hecho, alborotó el avispero al hacer crecer la cantidad de postulantes.
En Buenos Aires, el PRO tiene al menos cinco candidatos para la gobernación. A nivel nacional, ya mostró dos seguros, que podrían ser tres si se suma María Eugenia Vidal a la lista o cuatro si el propio ex presidente decidiera jugar. En la Ciudad, el bastión amarillo, también se plantearon cinco alternativas macristas y otras dos intra alianza. En este caso, el aperturista fue Larreta, pese al enojo de los suyos.
Más allá de las discusiones, todos los dirigentes de la oposición coincidieron en que Juntos por el Cambio no corre ningún riesgo y que la unidad se mantendrá. El gran desafío para la alianza pasará por lograr cumplir ese designio. El miércoles a la noche, Larreta se mostró orgulloso de la amalgama opositora, por primera vez, ante un gobierno peronista. El problema es que los vínculos se mostraron tan tirantes que cualquier chispazo podría ser terminal. Con el debate por la suspensión de las PASO en stand by, podría haber un problema menos.