El problema económico no se llama Cristina Kirchner

25 de junio, 2022 | 19.39

  El kirchnerismo, con sus luces y sombras, es lo mejor que le pasó a la Argentina en al menos el último medio siglo. En este espacio no se recurrirá al deporte nacional de criticar cada aparición pública de su máxima dirigente. Deporte que, para quienes lo practican, sigue funcionando como pasaporte de acceso a los grandes medios.

  Dicho esto, alguna exegesis de las exposiciones de CFK resulta inevitable porque es la forma que la principal dirigente del oficialismo eligió para bajar línea política. Su relevancia supera cualquier encuesta amañada. Cuando Cristina habla es cadena nacional. Sigue sin existir ningún otro dirigente con semejante capacidad de fuego. Por supuesto, luego viene, para contrarrestar, la tarea de demolición de su discurso, donde escribas y dirigentes de variada monta pasan la lupa por cada punto y coma, no pocas veces descontextualizando y mintiendo. Se trata de una gimnasia archiconocida, ocurre al menos desde 2008-2009.

  El centro de la exposición del pasado lunes fueron los principales problemas de la actual coyuntura económica: inflación y restricción externa. No fue todo, pero fue lo principal. Quizá no sorprenda que CFK, a quien siempre le gustó la economía, se meta en las minucias de los debates teóricos en materia de inflación, aunque para cualquiera que conozca un poco el paño es fácil rastrear en su discurso a los economistas que hoy más escucha. Pero el punto central es que en un universo político en el que el problema de la inflación suele abordarse con axiomas y simplificaciones infantiles, incluidas pistolas disparadoras de billetes, la exposición de la vicepresidenta levantó infinitamente el nivel del debate. 

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  Si bien persistió en el error de creer en los componentes oligopólicos de la inflación, también sumó elementos fundamentales para el análisis. En particular detalló algo generalmente ausente de la discusión pública, la inflación nunca es un problema de exceso de demanda cuando existen recursos productivos ociosos, algo que graficó con la subutilización de la capacidad instalada de la industria. No hay cuellos de botella por el lado de la oferta. CFK destacó además la relación directa entre la cotización del dólar y los precios y, en este marco, se detuvo en cómo el endeudamiento en divisas le mete mucha presión al nivel del tipo de cambio, de lo que derivó su carácter estructuralmente inflacionario. Debería ser obvio que el endeudamiento agrava la restricción externa que a su vez es el problema madre de la estructura económica local. Luego, también refutó la idea de una relación directa entre déficits fiscales y suba generalizada de precios, un factor que en el presente debe matizarse un poco dada la profundización del carácter bimonetario de la economía. Dicho de otra manera, una expansión excesiva del déficit puede ser inflacionaria vía presión sobre el tipo de cambio. Menos certera fue la relación entre las debilidades en el control del cobro de impuestos y la formación de activos externos, pero cualquiera sea el caso son todos factores que deben saludarse en el discurso de una dirigente política de su relevancia y con quien no debería debatirse como se haría entre macroeconomistas. Con muchos más aciertos que errores Cristina consiguió agregar complejidad a un análisis tradicionalmente vulgar.

  En otro tramo de su exposición la vicepresidenta abordó también el problema del aumento de las importaciones que neutralizan el superávit comercial e impiden la acumulación de reservas. En rigor, inflación y aumento de las importaciones son los dos problemas más acuciantes de la actual coyuntura económica y claramente los dos frentes que resulta más urgente atacar. Quedarse en el debate del detalle de cómo fueron descriptos estos procesos es patear la pelota afuera. Es ponerle tontamente el nombre “Cristina” a procesos de otra naturaleza. Lo que hizo CFK fue listar los problemas más urgentes de la economía.

  Recapitulando: 1) La economía local tiene un problema inflacionario de alto riesgo que impide la recuperación de los ingresos de los trabajadores. 2) El nivel de crecimiento del PIB registrado en los primeros meses del año no es sostenible sin que la economía se quede sin dólares. 3) Una de las razones por las que no fue posible acumular reservas, en un contexto de superávit comercial crónico con desdoblamiento del tipo de cambio, fue la brecha entre la cotización oficial y las paralelas. El incentivo a consumir los dólares oficiales baratos es demasiado grande. 4) La otra gran razón que operó en contra de la acumulación de reservas vía aumento de las importaciones fue la guerra en Ucrania y la suba de los precios internacionales de las principales importaciones, entre ellas las de energía. Llamarle “Festival” a estos aumentos de importaciones puede parecer excesivo, pero el problema existe y es grave.

  Estas dinámicas se desarrollan además en el contexto de un período extraordinario cuya “extraordinariedad” parece haberse olvidado: en el presente nos encontramos dentro del “período de gracia” de pagos de vencimientos de deuda obtenido en las renegociaciones con los privados y con el FMI, un período que se supone debería servir para alejar la restricción externa, lo que no está sucediendo.

  En este escenario el acuerdo con el FMI no es por sí sólo un programa de estabilización, sino apenas un ordenamiento fiscal, por la vía principal de la suba de tarifas, junto a una política monetaria más restrictiva. Aunque es probable que estas medidas frenen un poco la actividad y con ello las importaciones, no parece ser suficiente para la magnitud de los problemas. El listado presentado por CFK indica que algo debe hacerse con la brecha cambiaria, quizá comenzar una reunificación progresiva. También que en los próximos meses deberá cuidarse con lupa la salida de dólares. Al mismo tiempo, si bien no hay margen para el crecimiento de los salarios reales, se debe frenar su caída. Intentar el establecimiento de retenciones puede ser vital para este objetivo. En su defecto deberían volver a debatirse restricciones a las exportaciones a los productos que más impactan en las canastas de consumo, tanto la alimentaria, como la total.

  El tiempo que resta del actual período de gobierno puede parecer exiguo para grandes transformaciones estructurales, las que efectivamente demandan otras relaciones de poder, pero es demasiado largo para tirar la toalla. Es indispensable que la dirigencia del oficialismo reconstruya los objetivos comunes. Especialmente frente a una oposición que apuesta a que el gobierno se desangre para, en 2024, provocar un golpe de timón definitivo y mucho más desfavorable para los trabajadores que cualquier intento de ajuste heterodoxo.-

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Claudio Scaletta

Lic. en Economía (UBA). Autor de “La recaída neoliberal” (Capital Intelectual, 2017).