Sus especulaciones en torno a la presencialidad de las clases en la ciudad de Buenos Aires le significaron una baja en términos de imagen a Horacio Rodríguez Larreta, según marcan dos encuestas difundidas por estos días. Con esa carga, el jefe de gobierno porteño reunirá este viernes a sus funcionarios para resolver cómo seguir a partir del lunes, aunque la presunción es que continuarán exigiendo clases presenciales sólo en el nivel inicial, lo que seguramente también avivará la interna de Juntos por el Cambio. Con los contagios en alza y una población cada vez más preocupada, el jefe de gobierno parece haberse metido solo en un laberinto.
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Con el oído atento a los focus group, primero hizo una bandera de la presencialidad de las clases y juró que sería "lo último" que suspendería. Desobedeció un DNU presidencial, pero luego la Corte Suprema le dio un medio aval. La cuestión fue que los contagios siguieron en ritmo ascendente y los temores se trasladaron a la ocupación de camas, con varios sanatorios privados a tope. Entonces, Rodríguez Larreta y su ministro Fernán Quirós cambiaron de discurso y empezaron a evaluar restricciones. De hecho, resolvieron que la secundaria pasara a modo virtual mientras que los más chicos siguieran concurriendo. En la última semana, corta, directamente la convirtieron en vacaciones.
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“Lo importante es que el 31 de mayo vuelva a abrir la Ciudad y no siga la corriente de una política que nos destruyó”, le advirtió la titular del PRO, Patricia Bullrich, con quien mantiene una disputa en el distrito. Bullrich, que representa al macrismo duro, es de la idea que hay que hacer todo lo contrario de lo que propone el Gobierno. Si se plantea suspensión de las clases, deben ir por la apertura. No importa la cantidad de contagios ni la situación del sistema sanitario, la única lógica que interesa es ser la contracara del Presidente. Macri es de la misma idea y esa incomodidad se hace evidente en los zoom que realiza la conducción de Juntos por el Cambio.
El tironeo es una encerrona para Rodríguez Larreta. Los macristas ultras le recriminan todo diálogo con el Gobierno y cualquier movimiento que parezca que se alinea con sus resoluciones. Del otro lado tiene al electorado moderado que no entiende sus idas y vueltas ante un cuadro epidemiológico cada vez más complicado. El sondeo realizado la semana pasada por la consultora Proyección en CABA exhibió la preocupación en alza de la gente ante la segunda ola de contagios y su reclamo porque se extremen las medidas, por lo que es lógico que quien decida en dirección contraria pagará un costo.
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Un par de días antes se había conocido un trabajo de la encuestadora Analogías, que había medido entre los porteños las imágenes de los principales dirigentes políticos. Así, se comprobó la estabilidad de la ponderación sobre el presidente Alberto Fernández en los últimos tiempos, en tanto que es marcada la caída del jefe de gobierno. Si bien, como es lógico, Rodríguez Larreta mantiene un diferencial de imagen positiva, si se lo compara con febrero de este año, el jefe de gobierno tiene de qué preocuparse. Del 73,3% que exhibía entonces de imagen favorable bajó al 59,9%. En contrapartida, la consideraciones negativas pasaron del 24,9% al 38%. Lo llamativo en este caso es que la gente que lo apoyaba pasó a mostrarse en contra.
Con elecciones legislativas en pocos meses, que pretende convertir en su trampolín a la presidencia, Rodríguez Larreta debe resolver el laberinto de si conformar al electorado propio que pide ir a la guerra o al moderado que reclama cuidado. Según anticipaban en la Ciudad, lo más probable es que repitan lo que consideraban una opción intermedia: que los más chicos volvieran a las aulas a partir del lunes y que los de la secundaria se mantengan en la modalidad virtual. También, adelantaban, la posibilidad de que bares y comercios vuelvan a atender al aire libre. Lo más seguro que, otra vez, no conforme a nadie.
Otro de los datos de la encuesta de Analogías tenía que ver con el manejo del sistema de salud realizado por Rodríguez Larreta durante la pandemia. Si bien hubo un mayoritario 53,1% que respondió que lo había hecho bien también hubo un 40% que evaluó que lo hizo mal. Lo dicho, los riesgos son altos.