Yo lo conocí a Néstor en la cancha de Racing. Ésa es la verdad.
No éramos amigos. Yo lo veía venir. Sabía que era gobernador.
Después nos encontramos en algunos otros encuentros del peronismo. Pero realmente nos conocimos más profundamente cuando tuve el honor de ser su ministro, cosa que nunca me lo anticipó ni me la dijo. Se daba como un hecho, pero nadie me decía nada. Hasta que me llamaron un día a la Casa Rosada para que firmara como ministro. Después de eso tuve una muy linda relación. Creo que él confiaba mucho en lo que podía hacer. Siempre me apoyó.
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Todavía más linda fue la relación cuando estuve de embajador en Chile porque él estaba como más suelto. Hacía más chanzas, tenía más tiempo, estaba menos preocupado. Estuvo en Chile y fue siempre muy agradable y muy simpático nuestros encuentros.
Tuve la noticia justamente un día que estaba por almorzar con Michelle Bachelet. Fue como cuando murió Perón: uno se acuerda qué hacía, dónde estaba y qué sintió. La verdad es que sentí un vacío y una orfandad que creo que sentimos todos. Muy parecida a la que sentí cuando cuando murió Perón.
Después, felizmente Cristina hizo que eso no nos sucediera, porque sin perjuicio que Néstor no estaba, ese vacío lo ocupó ella con creces.
Tuve la mejor de las relaciones con Néstor y obviamente las admiraciones. Claramente no era una persona en las cuales las expectativas fueran muy grandes, porque no lo conocíamos. Y la verdad es que creo que sorprendió: primero los peronistas y después a los argentinos.
Néstor es un muerto inmortal.