Néstor Kirchner decía siempre que las grandes transformaciones nacían de las pequeñas cosas de todos los días. Del esfuerzo, de la convicción, del trabajo, de la tenacidad.
No solamente lo decía: desde ese lugar construía.
Fue un gran presidente. Fue un gran militante. Hizo honor a la palabra militancia.
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Se lo recuerda con los grandes trazos, incluso por aquel enorme discurso del 25 de mayo, cuando, entre otras tantas cosas, dijo: "Sabemos que el mercado puede organizar económicamente, pero no articula socialmente. Debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona". Palabras que hacía años que no se escuchaban.
Puso el empleo en el centro de las políticas públicas y le dio vida a un Ministerio de Trabajo que durante décadas había sido desvalorizado y ninguneado.
No fue una tarea sencilla. Lo que sobraba era pobreza, desocupación, desesperanza, trabajo no registrado, salarios agotados.
Recuerdo que en esos días con Kirchner añorábamos poder encarar las cuestiones propias del mundo del trabajo. Y él decía "ya van a llegar, ya van a llegar". Y llegaron.
Por eso Néstor va a ser recordado y tiene que ser recordado como un hombre que puso de pie al trabajo y sobretodo, que puso de pie a los trabajadores.
Además de las grandes cosas, en cada momento, en cada instancia, Néstor siempre dejaba su marca, su convicción. Sus ideas quedaban como testimonio.
Recuerdo una anécdota: el Hospital Francés estaba con problemas y estábamos en una reunión de tres o cuatro miembros para ver qué se hacía. Y uno de los funcionarios dice muy suelto de cuerpo: "Lo que hay que hacer con el Hospital Francés es cerrarlo y terminar con esta historia". Y Néstor como un rayo le contesta: "¿Ves? No entendiste nada. Nosotros vinimos a abrir hospitales y no a cerrarlos. Pongámonos a laburar y veamos cómo ordenamos esto".
Y no puedo dejar de contar esta otra anécdota que fue la que de alguna manera me marcó para toda mi gestión. Hacía pocos días que habíamos asumido y Néstor me cita al despacho. Estuvimos conversando sobre las cosas que había que encarar. Termina la conversación y nos vamos caminando hacia la puerta. Y Néstor me pone una mano en el hombro y en un tono casi confesional me dice: "Carlos, yo te pido que todos los días hagas algo grande o pequeño, lo que sea, para que el pueblo viva mejor. Cada día. Si vos haces eso vas a ver que dentro de algunos años vamos a estar charlando, vamos a mirar para atrás y nos vamos a encontrar con una Argentina que se va a aparecer mucho más a la Argentina que siempre soñamos".
Y vaya si tuvo razón.