Una foto de 2016 pero en 2022

Un sector de la CGT y el Evita dan por agotado el liderazgo de Cristina. La última vez que plantearon lo mismo, con el peronismo desunido, Macri destruyó el salario y convirtió a la economía popular en una de subsistencia.

24 de octubre, 2022 | 00.05

La imagen podría ser del 2016, pero el almuerzo que el sector rollizo de la CGT compartió con los líderes del Movimiento Evita en la sede de UPCN es de la semana que pasó. Otra vez un sector del peronismo anuncia el lanzamiento de una nueva cruzada contra el liderazgo de Cristina Kirchner. Una obsesión que, así como despeja el horizonte a la derecha y sus planes porque divide al movimiento popular, contribuyó a dejar una tierra arrasada donde el poder adquisitivo del salario estalló por los aires y los pobres que nutrían los movimientos sociales pasaron sin respiro de la pobreza a la indigencia. Y todo producto de la coexistencia amigable con un macrismo que hacía la tarea sucia de encarcelar a los kirchneristas.

Resaltan en el mismo grupo nombres que estaba construyendo a deshoras “el albertismo”, corriente que el propio Alberto Fernández desactivó -quizá porque los conoce y no quiso pagar precios exorbitantes por sus servicios-, y ahora pretende juntar a todo lo que no sea La Cámpora ni Cristina ni el peronismo con alguna pretensión distribucionista para facilitarle las cosas a sus enemigos, que como se sabe son capaces de apoyar cualquier aventura, incluso las más criminales.

Como esto ya pasó, también se sabe cuáles son sus consecuencias. Mientras los rollizos se juntaban con Macri, el atril de la CGT volaba por los aires, símbolo de una crisis de representación que la conducción sindical propensa a confundir sus intereses con los de la clase dominante todavía no logró superar, y por eso deben refugiarse en Obras. Mucho menos, las y los trabajadores, cuya capacidad de compra cayó escandalosamente, al igual que su participación en el reparto de la riqueza.

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Es más dramático el resultado que produce el desenganche de ciertos referentes de la economía popular de una discusión política más amplia que no se agote en “Cristina sí o Cristina no”. Un modelo de concentración produce exclusión. Si no se ataca lo primero, lo segundo va a demandar cada vez más paliativos, creando en los hechos una sociedad dual clásica con un puñado de ricos cada vez más ricos y un océano de pobres cada vez más pobres, que dejan de organizarse por el empleo, aunque sea precario, y pasan a hacerlo directamente por la comida.

Esto, que ya pasa, no fortalece una economía popular, sino una de subsistencia dependiente del Estado, esa que los organismos multilaterales de crédito promueven para darle sustentabilidad a las políticas de ajuste que desangran a los países periféricos y endeudados, como el nuestro.

Con sindicalistas que en vez de batallar contra la carestía de la vida están pensando en poner palos en la rueda al peronismo kirchnerista –responsable de los últimos años felices de sus afiliados- y políticos nada rutilantes electoralmente puestos a gerenciar millonarios planes sociales, llegamos hasta acá y estamos cómo estamos.

Peor aún, se juntan para pensar cómo incomodan a la única dirigenta que puso el cuerpo, los votos, la inteligencia y la humildad para que el macrismo cayera derrotado en 2019, y encima dejan trascender que es la responsable del actual gobierno y su gestión, cuando hace algunas semanas ellos mismos estaban decididos a ser más albertistas que el propio presidente.

Quieren las bancas que, en teoría, Cristina les va a negar con su famoso “dedo”. Bancas que cuando ocuparon no se dignaron a usar para votar en contra de los fondos buitres a los que Luis Caputo les pagó cash; o en contra del desafuero del último gran responsable del Ministerio de Planificación Federal, cartera peronista siempre detestada por el Departamento de Estado porque soberaniza una economía que, para los intereses de Washington y sus corporaciones, debería ser subdesarrollada y primarizada.

Tendrían garantizado el voto popular que los depositaría en el Congreso si la historia reciente no los hubiera depositado en el estante de la frustración colectiva. En ese caso, no estarían obsesionados con Cristina.

Que ya bastante ocupada está, tratando de que no la maten o la proscriban, mientras el mayor desgaste de otros es el de sonreír para las fotos.

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Roberto Caballero

Roberto Caballero es periodista argentino, fundador del diario Tiempo Argentino y la revista Contraeditorial. Autor del bestseller Galimberti, de Perón a Susana, de Montoneros a la CIA, entre otros libros de investigación periodística. Conduce Caballero de Día de 6 a 9 en El Destape radio.