Daniel Scioli sueña con que la vida le dé la posibilidad de una revancha contra Mauricio Macri. Si le pasaron tantas cosas extraordinarias en la vida, por qué no ilusionarse con una vuelta inesperada más en el camino, piensa. Un escenario así todavía es muy remoto y depende de muchísimas variables que escapan al control del exembajador en Brasil, excandidato presidencial, exgobernador bonaerense, exvicepresidente y exdiputado nacional en dos ocasiones. Pero, a partir de su desembarco en el ministerio de Desarrollo Productivo a un año de la definición de candidaturas, está un paso más cerca que antes. Y así, de a un paso por vez, es como construyó su regreso a los primeros planos.
Cuando Cristina Fernández de Kirchner diseñó la oferta electoral de Unidad Ciudadana para disputar los comicios de medio término de 2017, sorprendió que Scioli estuviera en el quinto lugar de la boleta de candidatos a diputados por la provincia de Buenos Aires. Muchos lo interpretaron como una humillación al candidato que dos años antes había sumado el 48,5 por ciento de los votos en un reñidísimo ballotage contra Mauricio Macri, como si estar en el quinto lugar de una lista tan taquillera fuera alguna clase de destrato, hipótesis refutada por el propio peso de la realidad tan solo dos años más tarde, cuando esa posición la ocupó nada menos que Máximo Kirchner.
Otros advertimos que, por el contrario, la candidatura, decidida como todas directamente por CFK, se trataba de un reconocimiento a la lealtad y el esfuerzo que demostró el exgobernador. Por entonces, él estaba prácticamente marginado del centro del escenario y resultaba noticioso con más frecuencia por asuntos personales que por su proyección política. No tenía sponsors ni aliados. Nadie pedía por él y a nadie hubiera herido su ausencia. Sin embargo, Fernández de Kirchner le reservó un lugar en un armado donde privilegió a figuras que no venían del palo de la política, como él. Era mucho más que una banca en la cámara baja. Era una segunda oportunidad. Y Scioli decidió tomarla.
Durante dos años, su rol como diputado volvió a ponerlo en la cancha, al punto de que en marzo de 2019 lanzó nuevamente su precandidatura presidencial, de la que se bajó en junio para apoyar la fórmula del Frente de Todos. Fue “premiado” con la embajada de Brasil en el peor momento de las relaciones bilaterales en la historia moderna a partir de las agresiones personales de Jair Bolsonaro a Fernández en particular y al país en general. Supo desatar ese nudo, afianzar un vínculo con el presidente brasileño (lo fue a visitar a su residencia antes de regresar a Buenos Aires) y sobre todo volver a construir su alto perfil público, promocionando las exportaciones argentinas en las redes.
Ahora, ya como ministro, tiene por delante tres desafíos que deberá sortear para tener chances de acceder a su revancha. El primero será contribuir, desde su nuevo cargo, a equilibrar la delicadísima situación económica. Desarrollo Productivo tiene un rol central en la administración de las importaciones que hoy están en niveles récord y son la única variable de ajuste posible para consolidar la posición del Banco Central. Si no se restringe el ingreso a bienes de capital imprescindibles para la industria, no hay forma de acumular reservas y eso inevitablemente termina en un salto cambiario e inflacionario abrupto. Si se aprieta demasiado, se corre el riesgo de ahogar el crecimiento económico. Gestión fina.
Eso sólo será posible si logra traer armonía a la relación tensa entre el trabajo del ministro de Economía, Martín Guzmán, y el presidente del BCRA, Miguel Pesce. Por otra parte, no puede atar su destino al de ellos, que tienen varias lianas sobre sus cabezas y podrían ser reemplazados en cuestión de días o de semanas. Ese es su segundo desafío. Máxime cuando el principal candidato si hay un recambio es Sergio Massa. El vínculo entre ambos dista de ser amable, desde hace años, además de que compiten por la misma presa. Scioli ya movió fichas para propiciar un encuentro. La maratónica sesión legislativa que concluyó a las cinco de la mañana del jueves postergó la respuesta.
El tercer desafío será construir un perfil que le permita capitalizar los logros de gestión que pueda exhibir en el próximo año, antes de que se definan las candidaturas. Si tiene éxito, eso beneficiará al gobierno en su conjunto, fortaleciendo las expectativas de reelección de Alberto Fernández. Scioli ya advirtió que no va a ser candidato si el presidente decide volver a presentarse. Sin embargo tiene algo que Fernández no: el apoyo de la vicepresidenta, que ya le bajó el pulgar al hombre que eligió en 2019 y está abierta a evaluar opciones. Hace un mes lo recibió en el Senado con té y pastafrola, su dulce favorito. Volvieron a hablar varias veces después de su designación.
La complicidad de CFK no será obstáculo para que ratifique en su lugar a buena parte de los funcionarios que secundaban a Matías Kulfas, entre los que hay varios de cantera sciolista, entre ellos los secretarios de Industria, Ariel Schale, y PyMEs, Guillermo Merediz, que seguirán en sus puestos. Serán los técnicos que respalden una gestión eminentemente política, que ya empezó a tomar la forma hiperactiva, hiperbólica y mediática que siempre caracterizó a Scioli. Recibido con banderas, papelitos y cantos en el ministerio, antes del mediodía hizo su primera salida a “la calle” con una visita a la sede del INTI. Señales del perfil que quiere darle a su trabajo. El perfil de un candidato.