Llegan datos. El INDEC dio a conocer varias mediciones que parecen chocar con las percepciones que se observan cotidianamente. La industria creció 8,7% interanual en febrero de 2022 y 4% respecto del mes previo; la construcción subió 8,6% interanual en febrero de 2022 y 7,2% respecto del mes previo. Dos datos que además de lo estrictamente productivo, impacta en otro indicador clave como el desempleo; este se redujo al 7 % de la población durante el cuarto trimestre del año 2021, lo que significó un descenso de 1,2 %, respecto del tercer trimestre de 2021. Una baja nada despreciable. A estos datos, el INDEC dio a conocer cifras aún más sensibles: las personas en situación de pobreza son un 3.3% menos en el segundo que en el primer semestre de 2021. Uno hubiera pensado que en un contexto de tensión inflacionaria ese porcentaje en realidad se había incrementado, y sin embargo fue al revés.
Para completar este cuadro otro indicador sumamente importante, el que marca la distribución del ingreso: el coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar fue de 0,413 en el 4° trimestre de 2021, cuando en el primer trimestre del mismo año había sido de 0, 445 (en el índice de Gini, cuanto más cerca de 0, mayor igualdad) y la brecha de ingresos entre el 10% de la población con mayores y menores ingresos fue de 13 veces (en el momento mas duro de la pandemia, la brecha había trepado a 19 veces).
Todos estos datos los conocemos mientras atravesamos una seria crisis económica con una inflación que no cede y espera un número preocupante sobre el mes de marzo. El desastre económico que legara el macrismo con el agravamiento de los indicadores antes mencionados más un cuantioso incremento de la deuda externa, la pandemia y ahora un contexto de inestabilidad e inflación mundial, empujados por la misma pandemia y una guerra de final incierto, hacían pensar que la marcha de la economía se traduciría en indicadores solo negativos. Pero no es así. Siguiendo una línea, el gobierno empieza a cosechar una leve mejora en diversos sectores de la economía que le permite generar cierto horizonte, luego de dos años de pandemia con su secuela trágica en términos de salud y de economía, a escala mundial.
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Desde luego, esta recuperación se produce en un contexto en el cual los asalariados formales, pero mucho más los informales, han perdido participación en la distribución de manera notable y eso se percibe cuando observamos que personas con trabajo aún permanece debajo de la línea de pobreza. Como sucedió en otros momentos históricos en que se aplicaron programas semejantes, el macrismo trabajó decididamente por la reducción del poder de compra del salario, en la lógica de “bajar costos de la economía”. De este modo, en un contexto tan delicado y con alta incertidumbre, el gobierno pareciera encontrar un sendero en el que lentamente puede aspirar a mejores resultados en la economía, donde la cuestión de la inflación sigue siendo una piedra nodal. Puede afirmar, frente al macrismo que sostiene que no hay un plan económico, que los numero dicen otra cosa aunque estos sean solo uno primeros pasos, no son en falso; algo parece empezar a funcionar. Mucho mas si observa desde dónde se viene.
No corre la misma suerte la política al interior del Frente de Todos. Sin dudas la situación económica, en particular la suba de la inflación, generó inquietud y debates internos sobre la orientación económica; los resultados electorales y la resolución del acuerdo con el FMI, parecieron terminar de presentar un panorama sobre cómo quedaron las relaciones puertas adentro. Simplificando, pasamos de la convivencia pactada, a una crisis que escaló en pocas horas al calor del resultado de las PASO y que, con los cambios en el gabinete y un festejo en el día de las elecciones, aun cuando se había perdido, parecía que podía desandarse el camino de la discordia. No fue así, el cierre del acuerdo con el FMI se convirtió en el catalizador de una evidente crisis larvada que se manifestó con el voto divido del FdT en ambas cámaras. De ahí en más, la situación política no se volvió a encauzar, pero tampoco escaló y ese es un punto en algún sentido novedoso pues de los enfrentamientos políticos se espera que trepen hasta que se produce el triunfo de un sector o bien un nuevo acuerdo que establezca una salida.
Hoy por hoy, y quizás esta idea quede perimida en unas horas, la crisis parece entrar en un estanque sin mayores movimientos, en un desgaste más profundo de la relación sin que ello devenga en una salida de algún tipo. En algún sentido una situación algo insólita que, si bien tiene su origen en la crisis económica que se vive junto a los desafíos que significó la pandemia, debería buscarse en los problemas de funcionamiento de ese artefacto coalicional, llamado FdT. Se ha expresado ya en varias ocasiones que su éxito como estrategia electoral, en el sentido que unificó a espacios dispersos detrás de una fórmula electoral, no logró plasmarse en la gestión de gobierno.
Hay algo del proceso de toma de decisiones en términos estrictamente políticos que se enfrenta a serios problemas, y allí radican las explicaciones más que en visiones ideológicas enfrentadas, que desde luego también existen. Notable es que esto sucede, como mencioné antes, en un contexto en el que aparecen las primeras señales, débiles desde luego, de mejora de la situación económica; como si la coalición no pudiera capitalizar para su propio funcionamiento y crecimiento político esos resultados. Es como si no existieran mecanismos para reencauzar la crisis política, pensar un parangón con la economía, donde se aplican determinadas medidas para obtener resultados, que se repliquen en lo político para fortalecerse en esa central dimensión.
El FdT sabe que existe por la unidad lograda. Le resta traducir, lo que consiguió hasta ahora en la economía, en una construcción política, que en estos días, parece estancada.