La aprobación de la ley que faculta al gobierno a firmar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar la deuda impagable que dejó el gobierno de Mauricio Macri significó el cierre de un largo capítulo, el más turbulento por ahora en la breve historia del Frente de Todos. Ahora, el foco está puesto en dos interrogantes que deben resolverse con urgencia y que están indisolublemente ligados entre sí.
Uno: si el gobierno tendrá éxito con la batería de medidas que comenzará a anunciar el presidente Alberto Fernández esta tarde para combatir a la inflación. No pueden ser, a esta altura, solamente medidas económicas, sino que deben reflejar un cambio de paradigma político, porque la otra incógnita refiere a la continuidad de la coalición oficialista, que está pasando por su momento más crítico.
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La relación entre ambas variantes es clara, porque sólo con el apoyo férreo de un peronismo coaligado el gobierno tendrá la fuerza política para avanzar con las medidas redistributivas que resultan necesarias. Al mismo tiempo, la escalada de precios condiciona la unidad del oficialismo: cuanto más cruje la economía más se resienten los frágiles puentes que todavía mantienen unido al oficialismo.
El problema es que los dos conflictos, económico y político, corren a velocidades muy diferentes. En este contexto internacional adverso y con la inercia de los últimos meses, si la estrategia oficial contra la suba de precios es exitosa sus efectos comenzarán a verse en algunas semanas y serán limitados: a esta altura del partido el primer objetivo no es bajar la inflación sino evitar que siga escalando.
Por el contrario, el desenlace de la interna feroz desatada al interior del Frente de Todos podría darse en pocas horas o días. Aunque el acuerdo con el FMI fue el catalítico perfecto, las desavenencias son muchas y más profundas. Desde por lo menos las PASO del último año, lo único que mantenía atada a la coalición era la voluntad de los Fernández. Roto definitivamente ese vínculo, todo se vuelve en extremo precario.
La única forma de deshacer ese nudo en apariencia imposible sería renegociar otro acuerdo: el del Frente de Todos. Las bases y condiciones acordadas en 2019, cualesquiera hayan sido, volaron por los aires, como resulta evidente. El nuevo contrato debe aceptar como hecho consumado el acuerdo con el FMI pero también reconocer la mayor injerencia que el kirchnerismo exige en la gestión económica. Todos ceden algo.
El primer paso en ese sentido debería darse hoy mismo, cuando se anuncien las medidas antiinflacionarias, que deben ser, además de efectivas, agradables al paladar de la base electoral peronista. Sólo así se puede construir un margen de confianza para soportar los meses de malas noticias que vienen por delante, porque antes de bajar, en el mejor de los casos, la inflación va a seguir subiendo por lo menos en marzo y abril.
El segundo, que puede demorarse unos días pero es inevitable, es un cambio en el elenco de gobierno que refleje el nuevo equilibrio y se haga cargo de una tarea difícil, que muchos rechazarían por considerarla kamikaze: devolverle al Poder Ejecutivo su autoridad y su iniciativa política, que escasean después de dos años de capear tormentas externas y pegarse tiros de todos los colores en el pie.
Lo que digo o lo que hago
Consultas reiteradas con ambos campamentos dan siempre la misma respuesta: no rompemos. La pregunta que cabe hacerse es si las partes deciden tensionar pero sabiendo que no hay disposición a terminar la experiencia del Frente de Todos o si, simplemente, no están dispuestos a cargar con la culpa de la fractura y entonces siguen tensando a la espera de que el desliz fatal lo cometa el otro.
El tono que tomó la discusión en todo caso parece más el de un conflicto entre dos partes antagónicas que el de una alianza estratégica que tiene una finalidad mayor, como se planteó a la hora de fundar el espacio en 2019. Las acusaciones escalaron de lo político a lo personal, incluso entre viejos compañeros de ruta. Heridas que se reabren y otras nuevas lesionan el horizonte del peronismo y, con él, el de millones de argentinos.
Un nuevo pico en la intensidad de esas diferencias lo marcó el senador Oscar Parrilli, el hombre más cercano a CFK en la Cámara Alta. Como en Diputados, los legisladores más críticos del acuerdo decidieron no participar del debate. Sin embargo, Parrilli decidió insertar por escrito el mensaje que tenía preparado en el acta taquigráfica de la sesión. Ese documento desnuda la magnitud del desencuentro.
En primer lugar, señala que el acuerdo con el FMI es “el mayor error” del gobierno y apunta directamente contra el ministro de Economía, Martín Guzmán, al que acusa, sin vueltas, de haber mentido durante las negociaciones, haber actuado de manera “irresponsable” y llevado al país hasta “el borde del abismo”, no escuchar las propuestas de otros sectores de la coalición y “extorsionar” a sus socios para aprobar la ley.
Además, sostuvo Parrilli: “Este esquema cambiario, monetario, financiero y fiscal ha dado claramente muy malos resultados. No sirvió como ancla inflacionaria, tampoco se cerró la brecha cambiaria, las expectativas negativas y las presiones devaluatorias aún continúan” por lo que “ese funcionamiento debe ser abandonado”. Si existe un camino de unidad aún, para el kirchnerismo ese camino al parecer no incluye a Guzmán.
Por si quedaran dudas, agrega el senador:
- “Si el auto está al borde del precipicio es obvio que no hay que acelerar. Hay que frenar, dar marcha atrás buscando una distancia razonable, CAMBIAR LA TRIPULACION y volver a NEGOCIAR”. (Las mayúsculas están tal cual en el original).
- “Estoy absolutamente convencido de que fue equivocada la gestión de la negociación llevada adelante por los funcionarios de nuestro gobierno con el FMI, cuyo principal responsable fue el gabinete económico del Poder Ejecutivo.”
- “Esta no fue una negociación del Frente de Todos, sino de ese grupo de funcionarios del Poder Ejecutivo que nos dejaron al borde del precipicio y nos extorsionan para que aprobemos en sobre cerrado sus actos irresponsables, o vendrá la catástrofe.”
- “INEXPERIENCIA, INOCENCIA, INGENUIDAD O COMPLICIDAD. No lo sabemos. Si alguna o todas estas fueron las causales de llevarnos hasta aquí, ojala la historia nos lo pueda dilucidar.”