Con una secuencia de mensajes públicos cruzados entre el presidente Alberto Fernández y la vice Cristina Kirchner, el Gobierno vivió otra jornada de crisis de la que todavía no se vislumbraba una resolución. El Presidente se mantenía anoche reunido con sus funcionarios más cercanos en la quinta de Olivos tratando de buscar líneas de mediación para encaminar de alguna manera el conflicto. Ya temprano había suspendido su viaje a México para la Cumbre de la Celac y, todo indicaba, que también se postergaba el anuncio de las medidas económicas con las que apunta a dar respuesta a la derrota electoral en las PASO. En verdad, toda la gestión se mantenía en suspenso.
El Presidente decidió pasar el día en Olivos y no trasladarse a la Casa Rosada, a la que sólo concurrió el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, con su equipo. El ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, el primero de los funcionarios en poner su renuncia a disposición, no fue a su despacho. Incluso, circuló durante el día una versión acerca de que el Presidente le había aceptado la dimisión, algo que la secretaría de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, negó en breves declaraciones en el Patio de las Palmeras. Con todo, un funcionario comentaba que Fernández está especialmente dolido con Wado porque ni siquiera le avisó de su decisión, de la que se enteró como todo el mundo a través de los medios.
Fernández recibió en Olivos al gobernador de San Juan, Sergio Uñac, y al de Tucumán, Juan Manzur, ambos ganadores en las elecciones del domingo. También mantenía reuniones en Buenos Aires el riojano Ricardo Quintela. Nadie confirmó ofrecimientos, pero está claro que el objetivo del Presidente es sumar volumen político a la gestión. Los gobernadores quisieran tener un panorama más claro de la solución del conflicto antes de avanzar.
En paralelo, el Presidente pidió al Movimiento Evita y a Barrios de Pie que levantaran la movilización de apoyo a la Plaza de Mayo prevista para media tarde. Se leyó como una señal de distención, que se sumaba a aquella comunicación telefónica de Cristina del día anterior con el ministro de Economía, Martín Guzmán, explicándole que ella nunca había pedido su renuncia.
Primera carta
Pero el Presidente decidió entonces difundir un texto a través de las redes sociales. Originalmente, sería un tuit que saldría el miércoles a la noche en favor de la unidad del Frente de Todos. Decidió tomarse medio día más y escribir algo más largo, en el que no sólo habló de la necesidad de actuar con responsabilidad dentro de la coalición sino que destacó que el apoyo que había recibido de parte de gobernadores, intendentes, CGT, movimientos sociales y "de la ciudadanía".
El anteúltimo tuit fue particularmente fuerte: "He oído a mi pueblo. La altisonancia y la prepotencia no anidan en mi. La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido. Lo haré llamando siempre al encuentro entre los argentinos". Había un mensaje dirigido a la vicepresidenta y una reafirmación de su autoridad como presidente para decidir el rumbo de su mandato.
Completó el mensaje a la vicepresidenta con una conversación informal publicada en Página 12. “Ella me conoce, sabe que por las buenas a mí me sacan cualquier cosa. Con presiones, no me van a obligar”, continuó allí, donde calificó la secuencia de renuncias de funcionarios kirchneristas como "una estudiantina". No obstante, avisaba que había acordado previamente con Cristina una reforma de gabinete que se mantenía en pie aunque sin plazos. "Tiempo al tiempo, que se apura se equivoca", concluía.
Segunda carta
Un ministro de los que no presentó la renuncia evaluaba luego las diferentes posibilidades con las que el Presidente podría haber resuelto la crisis el primer día, tomando un par de decisiones. Por ejemplo, aceptando una o dos de esas renuncias -la vuelta de De Pedro al gobierno ya se ve inviable- y reemplazándolos por nombres de peso, incuestionables para el peronismo. Rechazar el resto de las dimisiones, anunciar las medidas económicas al otro día y viajar a México, donde tendría una buena noticia internacional para mostrar al ser designado al frente de la Celac. Pero Fernández -no es la primera vez que lo hace- optó por "desensillar hasta que aclare" y no tomar decisiones en caliente. El problema es que cuando no se cierra un conflicto -es una obviedad- permanece abierto.
La respuesta de Cristina Kirchner fue más extensa y detallada que los tuits presidenciales. Confirmó que el origen de sus diferencias tenían raíz en la gestión económica al considerar que "se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad". Que eso se lo marcó a Fernández en los 19 encuentros de trabajo que mantuvieron a lo largo de 2021, lo mismo que "la falta de efectividad en distintas áreas de gobierno". Subrayó la dura derrota sufrida el domingo y recordó que siendo candidata a senadora en soledad obtuvo 440 mil votos más en provincia de Buenos Aires en una elección mala como fue la de 2017. Que eso debía tener una respuesta contundente pero que "uno escuchaba a algunos funcionarios y parecía que en este país no había pasado nada, fingiendo normalidad y, sobre todo, atornillándose a los sillones".
Para dar cuenta de que no quería un cambio de gabinete "K", reveló que en el encuentro que mantuvieron el martes pasado en Olivos le planteó a Fernández que relanzara su gestión con Manzur como jefe de gabinete, un gobernador cercano al Presidente con el que está distanciada. Manzur, vale aclararlo, no puede abandonar Tucumán porque lo reemplazaría su vice Osvaldo Jaldo, un enemigo acérrimo. La vicepresidenta le cayó duramente al vocero presidencial Juan Pablo Biondi, a quien acusó de hacer operaciones en off. "Cuando tomé la decisión de proponer a Alberto Fernández como candidato a Presidente de todos los argentinos y las argentinas, lo hice con la convicción de que era lo mejor para mi Patria. Sólo le pido al Presidente que honre aquella decisión…", cerró.
Postdata
La respuesta pública de la vicepresidenta dejó expuesta la fractura del oficialismo y, lo que se veía peor, no dejaba una salida sencilla a Fernández. "Explicame qué hacemos ahora", se angustiaba un vocero. Había que idear una solución en la que quedara reafirmada su autoridad, restañando heridas y manteniendo la unidad del Frente de Todos. No se veía fácil, lo mismo sobre la respuesta a los cuestionamientos concretos de la vicepresidenta respecto a la gestión y a la subejecución del gasto público.
A media tarde, Cafiero dejó la Casa Rosada rumbo a Olivos con los papeles con las medidas económicas en las que había estado trabajando con Cecilia Todesca. Pero en la quinta presidencial la preocupación se centraba principalmente en hacer llamados buscando apoyos y líneas de comunicación con Cristina y su entorno para llegar a un cierre. Todo seguía siendo incierto.