Transcurrieron en calma y sin sobresaltos las primeras 48 horas de tregua en el Frente de Todos. Después de dos conversaciones, la primera por teléfono y la segunda en una cena en Olivos, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner acordaron una hoja de ruta y un pacto de hermetismo que les permita avanzar, centímetro a centímetro, en base a las coincidencias, a salvo del ruido y las operaciones maliciosas. A medida que progrese el diálogo, pueden esperarse anuncios y nuevos cambios en el equipo de gobierno. Tras una jornada difícil, que transcurrió con dientes apretados y la atención puesta en el mercado financiero, el balance en ambos sectores fue positivo.
El consenso sobre la necesidad de realizar cambios en el rumbo de la gestión y en el elenco es prácticamente completo en el oficialismo. El presidente, que insistió con su receta hasta que la renuncia de Martín Guzmán le asestó un mazazo descalificador, escuchó el consejo de gobernadores, ministros de su gabinete y dirigentes que le pedían revisar algunas de las premisas junto a sus socios. La llamada del domingo fue el primer paso, la cena la segunda. Algunos engranajes herrumbrados de la relación política vuelven a ponerse en movimiento a través de canales subalternos. Trabajarán sobre las coincidencias y buscarán mecanismos para saldar las diferencias que surjan.
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Buena parte de esa tarea de composición recaerá sobre la flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, que llegó al gabinete como prenda de unidad pero deberá revalidar esa condición con cada medida que tome. “Calma las aguas por un tiempo”, aseguran en Olivos. Deberá demostrar habilidad para conjugar las demandas de la vicepresidenta con el sendero que marcó Fernández, en continuidad con los compromisos adquiridos por su predecesor a través del acuerdo con el FMI y el DNU de presupuesto. Batakis contará con un margen de acción más amplio que el corset que se autoimpuso Guzmán. A cambio, deberá mostrar resultados urgentes para evitar un shock.
La ministra ya dejó en claro que respetará una pauta de reducción progresiva del déficit fiscal, criterio impuesto por el presidente a pesar de la opinión contraria de CFK, que el sábado pasado vinculó ese concepto con las ideas neoliberales de Carlos Melconián. La negociación girará en torno a la velocidad de esa confluencia y los cambios, respecto a la etapa anterior, pasarán por la forma en la que se buscará transitar ese camino, con un renovado énfasis en el aspecto tributario. En simultáneo, deberá atender a las preocupaciones de la vicepresidenta respecto a la falta de dólares en las arcas del Banco Central, el dato que sigue con más atención desde su despacho el Senado.