Cuando la Convención radical eligió a sus autoridades en mayo del año pasado, el partido ratificó su pertenencia a la alianza de Juntos por el Cambio. Sin embargo, nunca se acalló un cuestionamiento interno al funcionamiento de la coalición, el rol subsidiario que el macrismo le dejó a la UCR y, coyunturalmente, la tibieza postural frente a algunos debates actuales como la distribución de la coparticipación, la filtración de los presuntos chats entre un ministro de la Ciudad y la mano derecha del jefe de la Corte Suprema y el funcionamiento del Poder Judicial en general.
Históricos dirigente del radicalismo, referenciados en la construcción de Ricardo Alfonsín, empezaron a desear que en la futura reunión de la Convención, cuando tengan que discutirse las alianzas electorales para la carrera a las urnas, se pueda dar el espacio para debatir la utilidad o no de la herramienta Juntos por el Cambio y su impacto en los ideales, la historia y la filosofía del partido centenario.
El sector, ubicado más allá del desafío electoral del 2023, empezó a empujar para discutir temas más profundos, estructurales y estratégicos para el país, partiendo de la base de que la política en su conjunto, algo a lo que no escapó la UCR, perdió su capacidad de discutir ideas para pasar a discutir cargos. Por eso, el espacio pasó a sufrir, como otras fuerzas, la baja calidad partidaria con un Comité que, según se denunció, no funciona.
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El paso del tiempo hizo notar que aquello que pareció y resultó útil en 2015, la alianza con el macrismo, se convirtió en una gran trampa. En ese momento, se buscó la forma más efectiva para cambiar el signo político gobernante de la Argentina y se consiguió, pero la UCR perdió por completo su rol protagónico al quedar en un espacio subsidiario del macrismo. Por eso, ahora se buscará discutir, nuevamente, la bondad o no de esa herramienta o el lugar que quedará reservado al espacio centenario.
Con candidatos poco taquilleros, cada uno con su negociación personal, los rebeldes bregan por no guiarse por las encuestas sino por retomar el debate de ideas para cambiar las preferencias de la sociedad. Traducido, no acomodarse al lugar reservado por los sondeos y salir a disputar la titularidad en la carrera a las urnas. Eso tendrá que ser resuelto en la Convención.
En este punto, los intereses y auspicios de cada uno de los sectores, siempre condicionantes para cualquier tipo de construcción. Además del debate por los cargos, y no por los programas, el cuestionamiento pasó por las negociaciones que cada uno empezó a llevar adelante. A Gerardo Morales se lo empezó a señalar como una persona que, más allá de pretensión presidencial, compite para ser el vice de Horacio Rodríguez Larreta. A Martín Lousteau se lo criticó por defender políticas que la UCR históricamente no acompañó.
El caso de Facundo Manes, una incógnita. El neurocientífico se mostró bastante alejado de las ideas del macrismo y de los manejos oscuros que tuvieron lugar durante la gestión de Cambiemos, pero decidió no romper. De hecho, se lo acusó de buscar apartarse de la coalición y él se encargó de desmentir esas versiones. En sus cuestionamientos, podría coincidir con los históricos que tampoco se vieron reflejados en los ideales de Macri, Larreta o Patricia Bullrich. Pero el diputado optó por no utilizar la estructura del partido ni levantar las banderas boina blanca para lograr su consolidación.
La discusión sobre la distribución de la coparticipación, entendida como completamente desigual, para favorecer a la Ciudad en detrimento de las provincias o el nulo rechazo a lo ocurrido con los supuestos chats que involucran a Marcelo D'Alessandro con la mano derecha de Horacio Rosatti, presidente de la Corte, y negociados licitatorios en la Ciudad, fueron dos de los temas que llevaron a poner la voz en alto dentro del partido.
Hay quienes consideraron que la UCR mostró una “actitud tibia” y que debería hacer valer su historia de respeto al buen funcionamiento del Poder Judicial y en contra de las causas de corrupción. Pero eso no sucedió porque hoy, según este sector, el partido se entregó a las clases dominantes cuando, en realidad, nació como parte de la lucha de los sectores vulnerables.
Respecto a la coparticipación, desde provincias radicales se desentendieron de cualquier tipo de perjuicio por el incremento de los fondos a la Capital Federal. En relación al pedido de juicio político a la Corte, el partido acompañó el comunicado de la mesa nacional oponiéndose a la medida impulsada por el Gobierno y doce jefes provinciales.
Esa fue la respuesta que la conducción partidaria le dio a una carta enviada por el ex senador y ex consejero de la magistratura por la UCR, Mario Cimadevilla. El dirigente pidió públicamente, en una nota elevada a Morales y a Gastón Manes, que el partido promueva la expulsión de los magistrados de sus cargos y se pronuncie sobre la difusión de chats de D'Alessandro.
Cuestionó el “reprochable silencio” o la “mansa tolerancia” ante la actuación de algunos referentes del socio político (PRO), con “rango de agrupación política vecinal”, que se aprovechó de la estructura nacional de la UCR para salir de la CABA y crear una proyección nacional que le permitió gobernar el país y, actualmente, tener pretensiones de expansión.
Después de varios idas y vueltas y tras una reunión a solas con Macri horas más tarde de haber ratificado al ministro en su cargo, D'Alessandro comunicó que se tomará licencia de su cargo. Lo hizo durante el anuncio de los datos del Mapa del Delito 2022, acompañado por el jefe de Gabinete, Felipe Miguel, y el secretario de Asuntos Públicos de la CABA, Waldo Wolff.
La salida de D'Alessandro fue problemática para la Ciudad justamente por los indicadores mostrados este martes. Según se entendió en la gestión porteña, el desempeño del ministro tuvo excelentes resultados en su materia, lo que permitió que la Seguridad se transformara en el caballito de batalla de Larreta en su campaña. Pero su continuidad estuvo en duda después de la segunda tanda de chats filtrados y tuvo que apartarse con una salida elegante pero en un momento muy significativo, a horas de difundidas las conversaciones con operadores judiciales, una de las líderes de la inteligencia macrista y empresarios con negocios en la CABA.
Horas antes, Elisa Carrió había pedido mantener al funcionario en su cargo, consciente de que iba a abandonar la silla caliente de Seguridad. Ciento ochenta minutos antes del anuncio de su licencia, la líder de la Coalición Cívica lanzó que “no sostener a funcionarios acosados por las mismas mafias que asesinaron a Nisman, con escuchas falsas e ilegales, no habla muy bien del gobernante que no sostiene al funcionario ni enfrenta a las mafias”. Más tarde, respaldó la decisión del capitalino.
En los chats filtrados, un dato involucró directamente a Carrió, aunque de forma medio solapada. Según reveló el diputado Rodolfo Tailhade, el 19 de septiembre de 2019, el ministro de la CABA le pidió al fiscal Juan Ignacio Bidone información sobre dos líneas telefónicas. El funcionario judicial solía conseguir este tipo de información y, en este caso, le confirmó que los números correspondían a Maru Martínez y David Gastón Bibulich.
Dos semanas de ese pedido, revivió un video de 2014, como si fuera contemporáneo al 2017, en el cual Bibulich, en diálogo con Crónica Tv, contó su lucha para recuperar la tenencia de sus tres hijos. La madre de las criaturas era Joanna Picetti, que ocupó el octavo lugar en la lista a diputados nacionales por la Ciudad ese año, bajo el sello Cambiemos, una boleta encabezada por la propia Carrió.
Inmediatamente, Carrió pidió que Picetti fuera excluida de la lista. La diputada electa, que no pudo asumir su banca, fue impugnada por la jueza federal María Romilda Servini, de cercana relación con D'Alessandro. En lugar de la dirigente, asumió Jorge Enríquez. Su nombre apareció cuando el ministro, ahora en licencia, le pidió ayuda al fiscal Augusto Troncoso para clausurar el restaurante Sarkis. Le sugirió que hable con el legislador reemplazante.
En el PRO, también empezaron los cuestionamientos. Un dirigente nacional apuntó que "una vez más, Larreta le suelta la mano a uno de los suyos". También se reflexionó que la "campaña sucia" arrancó en forma muy temprana y que, en lugar de buscar una salida, se debería haber generado una estrategia de crisis para contener.
Según la información oficial, la decisión quedó exclusivamente en manos del ministro y el jefe de Gobierno no tuvo más opción que aceptarla. También se descreyó de una incidencia de Mauricio Macri en este proceso, con quien Larreta se encontró de forma privada el fin de semana en la Patagonia. A su vez, una fuente metida en la campaña, intentó desmarcar el proyecto presidencial del capitalino de este escándalo, al atribuir los chats a una "operación ilegal del kirchnerismo".